EL PAíS
› ANUNCIARON MAS CONTROLES
AL INGRESO DE CAPITALES ESPECULATIVOS
No son bienvenidas las golondrinas
Tal como adelantó Página/12, se dispuso que inversores financieros que ingresen dólares inmovilizarán una porción de ese capital durante un año. Un 30 por ciento no podrá tocarse. Antídoto contra burbujas especulativas y defensa de la actual paridad cambiaria.
› Por Maximiliano Montenegro
“Es una señal de que no vamos a dejar caer el dólar de 2,90 y que nos gustaría que se acercara a los 3 pesos. Queremos seguir diferenciándonos de Brasil, donde el dólar se derrumbó abajo de 2,50 (reales)”, le dijo a este diario un alto funcionario del equipo económico. Roberto Lavagna anunció ayer nuevas medidas para ahuyentar a los capitales golondrina y apuntalar así el tipo de cambio. Como anticipó Página/12, los inversores financieros que ingresen al país deberán dejar inmovilizado un 30 por ciento de los fondos a manera de encaje ante el Banco Central, dinero que podrán retirar después de un año, el plazo mínimo de permanencia en el país. El esquema es una copia del modelo aplicado por Chile en la década pasada. Su efectividad es dudosa. Pero ratifica la decisión de mantener un dólar alto, contra las presiones del Fondo y del establishment financiero.
La medida era analizada hace más de un mes. Pero Lavagna prefirió ir paso a paso. Primero extendió el plazo mínimo de permanencia de los capitales financieros en el país de 180 a 360 días. Luego concretó el canje de deuda. Y recién ahora, después de la reunión que mantuvo con el presidente Kirchner en la Rosada, anunció el nuevo “espantagolondrinas”.
En el medio la historia es conocida. Salvando esta semana, en que las compras de dólares del Banco Central y del Nación disminuyeron como consecuencia de la minicrisis desatada en Brasil por las denuncias de corrupción, no fue sencillo para la administración Kirchner sostener el tipo de cambio arriba de 2,90 durante el último mes. Por tres factores:
- La abundante liquidación de dólares provenientes de la cosecha gruesa por parte de los exportadores, situación que se prolongará hasta fines de junio.
- La venta de divisas de empresas que, como las mineras, no están obligadas a hacerlo, pero que necesitan pesos para pagar los vencimientos del impuesto a Ganancias.
- La entrada de capitales de fondos especulativos atraídos por los altos rendimientos de los bonos públicos en pesos, indexados por inflación (CER). Con el dólar quieto, esos títulos ofrecen tasas superiores al 17 por ciento anual en dólares, una utilidad que triplica la renta promedio de las inversiones financieras en los países centrales.
Para evitar que el tipo de cambio se hunda ante tanta oferta de dólares, el Central compra emitiendo pesos y el Banco Nación, con el superávit (ahorro) del Tesoro. Dicha estrategia, además, engorda las reservas del Central y los depósitos dolarizados del Tesoro para afrontar futuros pagos de vencimientos a los organismos internacionales.
Sin embargo, esa política se ve amenazada si, como ocurrió durante el mes de mayo, las compras del Central se multiplican a niveles record, recalentando la “maquinita” de imprimir pesos. Por un lado, porque los economistas del establishment empezarían a azuzar el fantasma de la inflación. Por el otro, porque el organismo violaría su propio programa monetario. Para cumplir con esas metas, el Central retira pesos de circulación emitiendo títulos, pero entonces presiona sobre las tasas de interés de la economía.
El decreto 616, firmado ayer por el Presidente, busca quitar parte del lastre sobre el dólar. “Cuando aparecen indicadores positivos, los capitales especulativos sobrerreaccionan, crean burbujas en los mercados bursátiles y presionan sobre el mercado de cambio intentando revaluar la moneda nacional”, explicó Lavagna, durante la conferencia de prensa en la Rosada. “Para frenar esta tendencia e impedir alteraciones en el mercado cambiario, se pueden utilizar políticas de estabilización de los flujos financieros de corto plazo”, completó.
Estarán alcanzadas por el encaje las compras con fondos externos de títulos públicos “en el mercado secundario” (adquiridos a otros inversores) y de acciones. Así como otras colocaciones en el sistema financiero. Por ejemplo, cuando un inversor ingrese un millón de dólares enbusca de esas rentas, deberá dejar inmovilizado 300 mil dólares en una cuenta especial en el Banco Central, por el plazo mínimo de un año.
Obviamente, quedarán exentos de la restricción la llamada inversión extranjera directa (las inversiones de las multinacionales en el país), así como los créditos que tomen en el exterior empresas locales para financiar proyectos de inversión. Tampoco serán atrapados por el encaje los dólares provenientes de las exportaciones y los fondos extranjeros utilizados para adquirir títulos públicos o privados “en el momento inicial de la colocación”. Así, se garantiza que no habrá ninguna barrera para aquellos que estén dispuestos a financiar al Estado, sean fondos locales o extranjeros, que requerirá en el futuro de nuevas emisiones de títulos para cubrir vencimientos de la deuda.
Al justificar la oportunidad del paquete “espantagolondrinas”, Lavagna analizó en detalle el ingreso de capitales durante mayo último, en comparación con lo ocurrido en igual mes del año pasado. “Durante la primera semana de mayo 2004, entraron 87 millones de dólares y este año fueron 110. La segunda semana fueron 78 el año pasado contra 106 este año. La tercera fueron 50 millones el año pasado y 88 este año. La cuarta de mayo fueron 38 millones en el 2004 y 83 millones este año”, reseñó.
Algunos analistas creen que, si Argentina sigue ofreciendo rendimientos financieros tan elevados en dólares, el encaje no ahuyentará a inversores codiciosos. “La combinación de un Estado ávido de fondos para refinanciar vencimientos, tipo de cambio cuasifijo, y la certeza de que no habrá un nuevo default por los próximos dos años es un cóctel demasiado atractivo”, reflexionó ante este diario el ejecutivo de un banco extranjero. Pero, más allá de su efectividad, el Gobierno volvió a dejar en claro que el dólar alto se mantendrá a rajatabla. Contra las presiones del FMI y de buena parte del establishment financiero, que desearían ver el dólar a 2,40, como en Brasil. El motivo es simple: con un tipo de cambio bajo el Tesoro podría comprar con el superávit fiscal más dólares para afrontar los pagos de la deuda con organismos internacionales y acreedores privados.
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