EL PAíS
› DUHALDE NO FUE CON LAS MANOS VACIAS A EUROPA, PERO NO TRAERA NADA
Un Arca de Noé ahí, por favor
Aznar contándole a Duhalde qué es una crisis. La tesis del escarmiento y sus límites. El Congreso, una sola bien. Gobernadores con manos enyesadas. Barrionuevo en funciones y Moyano en crisis. Lavagna vs. Blejer: segundos afuera.
› Por Mario Wainfeld
La anécdota ocurrió en Monterrey hace un tiempito, pero conserva plena vigencia. La recordó un economista peronista de primer nivel mientras Eduardo Duhalde se embarcaba a Europa. El presidente argentino conversaba con José María Aznar y le describía, con trazos sombríos, la crisis que azota a Argentina. “Mira –respondióle el primer ministro español que lo conoce hace años y con quien se prodigan un trato amigable–, España tuvo una guerra civil. Murieron millones, tuvimos 25 años de ostracismo internacional y pobreza. Muchos españoles emigraron, muchos a vuestro país y vosotros nos disteis ayuda y comida. Luego, empezamos a salir. Eso es una crisis.” La mirada neoimperial puede fastidiar, doler y hasta generar ira, pero no puede ser soslayada. La magnitud del marasmo argentino se mide distinto desde otros sitios, con otra historia y con un pasado reciente de privaciones y sacrificios.
Y con otros intereses, joder.
En el gobierno argentino cunde una explicación, a fuer de parcial, precaria sobre la actual relación de la Argentina con el Norte, sea Europa o Estados Unidos, ese imponente pedazo del globo terráqueo al que suele llamarse “el mundo” cuando es –nada más pero nada menos– su primera clase. Es la tesis del escarmiento. “Hicimos el default, desafiamos el orden y nos van a hacer escupir sangre”, metaforiza, apenas, una primera espada oficial. El orden mundial actuaría como un celador de una novela de Dickens propinando castigos unánimes, severos, inapelables. El capitalismo internacional devendría un sistema de reglas de conducta, ejemplificador en las condenas.
Es claro que algo de eso hay. La escenografía del Congreso vivando el default agravia la estética y la lógica del centro. Cabe reconocerles razón, no es la compadrada vacía el modo de conducta esperable en un deudor, ni el de un país soberano. Esa bravata, hueca de continuidad y decisión, evoca la dudosa astucia de quien miente una falta envido contra quien es mano y tiene treinta y tres. La conducta irresponsable de anteriores gobiernos criollos, cuyo punto cúlmine fue Domingo Cavallo,
quien llegó a truchar datos oficiales para ponerlos ante las narices del FMI, redondea el mal concepto del alumno.
Pero concluir que el capitalismo es apenas un sistema de amonestaciones resulta una lectura limitada. Es la economía, estúpidos, cabría recordarles a quienes ven en Estados Unidos y el FMI sólo la lógica de los preceptores y no la de los mercaderes. De guita se trata, señores, de cobrar lo que se pueda y de acumular la mayor ganancia posible. Argentina tiene aún miles de millones de dólares de reservas y activos importantes que algún día valdrán algo. Esos restos de riqueza nativa pueden cambiar de mano, a cambio de monedas o de nada. Y eso también está en juego, no solo que truene el escarmiento.
La Ley de Quiebras, que el Congreso puso en las maletas de Duhalde cuando éste hacía preembarque, no procura hacer tronar el escarmiento sino reordenar la distribución de activos y de riqueza en las pampas. Los casi 700 millones de dólares que perforaron las reservas del Banco Central y fueron al Banco Mundial servirán, quizá, como para permanecer en el mapa, como dicen en la Rosada y en Hacienda, pero son también (son antes que nada, previamente a cualquier interpretación) un container lleno de verdes que cambia de manos.
La máquina anduvo, un ratito
En una sesión latosa, previsible, la coalición peronista radical funcionó sin ripios en el Senado. La ley se votó a la hora señalada, antes de que Duhalde partiera, sin rencillas ni banderas idolatradas zarandeadas por la oposición. Lástima que esa fue la única alegría que el Congreso le dio al gobierno. La Ley de Subversión económica pasó para la semana que empieza mañana y está por verse cuál es su destino. El dictamen de la Comisión de Juicio Político abre otro foco de conflicto en el balcanizado mapa del peronismo parlamentario. El menemismo afila sus descalcificadas garras y el duhaldismo no necesita volantear papelitos durante las sesiones para decidir cajonear la iniciativa. El problema es que hacerlo agravará aún más el deterioro del Gobierno y sonará demasiado a transa. Todo induce a pensar que se verá una pelea en soledad de los adalides de la comisión, Sergio Acevedo y Elisa Carrió, una lid que solo empezará a ser pareja si los fiscales consiguen resucitar el tópico en la agobiada agenda de los ciudadanos del común. Entre las paredes del Congreso, parecen estar condenados. Pero hace un puñado de días miles de ciudadanos se movilizaban contra la Corte y acaso esa fuerza vital sea convocable. Si lo fuera, la pelea sería más digna de librarse y su final estaría más abierto.
Los buenos mozos no firman
El Presidente no viajó a ultramar con las manos vacías, mas sigue penando para cumplir con los 14 puntos. En la Rosada se descontaba que Carlos Reutemann firmaría el acuerdo fiscal con la nación en la semana que pasó y hasta se fantaseaba con conseguir acercarse a Felipe Solá. Pero los gobernadores buenos mozos parecen tener, a esos fines, la mano enyesada. Lole está encolerizado con el Gobierno, no quiso hablar con Duhalde, como máxima concesión intercambió poco más que monosílabos con su mano derecha, el secretario privado José Pampuro, en una lacónica charla telefónica.
Solá –amén de broncar con el trato preferencial que, según él, dispensa la Rosada a Reutemann– no quiere poner la rúbrica a un compromiso que jamás podrá cumplir.
En verdad, parece ilusorio que cualquier gobernador pueda reducir un gasto provincial ya lijado y bastante inflexible a la baja, en los términos que ellos mismos acordaron, bajo la magna inspiración del compañero Anoop Singh.
Se agrandó Chacarita
Quien se apuntó un porotito en la interna del Gobierno fue el ministro de Trabajo consorte, Luis Barrionuevo. Su muñeca, su innegable hiperquinesis y cierta trama de relaciones incidieron en el patético levantamiento de paro combativo por razones climáticas. Hugo Moyano metió una pata descomunal al argumentar por qué posponía la medida de fuerza, y se colgó un sambenito que lo acompañará de por vida. Lo cierto es que al hombre no le faltaba un impermeable ni templanza para bancarse la mojadura pero sí carecía de política y de apoyos para que su huelga moviera el amperímetro. Y en esa erosión algo contribuyó Barrionuevo. Le trabajó la CGT rebelde por líneas internas, le restó el apoyo de varios dirigentes importantes, entre ellos el de los taxistas Omar Viviani. Y –haciendo yunta con el secretario general Aníbal Fernández– le desmadejó grupos movilizables en el Gran Buenos Aires.
Los metalúrgicos, que en estos días concretaron su alejamiento de la CGT rebelde, también dictaminaron en contra. Y, aunque los laderos de Moyano nieguen la especie, su número dos Juan Manuel Palacios también le restó apoyo. Seguramente quien más influyó sobre el dirigente de la estratégica UTA no fue Barrionuevo sino su usual aliado Enrique Nosiglia. Coti tiene una luenga amistad con el Bocha, a quien valora como uno de los dirigentes sindicales más pensantes y en quien confía más que en Moyano. Amistad que suele anclarse en buenas cenas de pescados y mariscos cocinados a la española y en estos días hubo una, antes de que diluviara.
En la CGT oficial sonrieron ante el traspié del compañero Hugo y deslizaron que llovieron favores y no agua. Como fuera, las tribulaciones de Moyano tienen raíces más hondas que lo que pasó o dejó de pasar en las horas más recientes. El líder camionero fue creciendo en una época en laque la actividad de transporte se fue para arriba. Mientras los sindicatos de fábrica enflaquecían en número de afiliados y éstos en salarios, el transporte tuvo una racha de boom. Los camioneros en especial fueron beneficiarios indirectos del desguace del ferrocarril. Astuto en sus manejos, hábil y determinado para pelear y ganar la calle, Moyano agregó al peso tradicional del transporte urbano en los paros una capacidad de movilización nada desdeñable. Creció, además, fungiendo de oposición. La recesión, la caída de la actividad fueron mellándolo en los últimos años de menemismo. Sus coqueteos con el peronismo bonaerense, desde que Carlos Ruckauf llegó a la gobernación, pusieron en crisis su perfil combativo. Moyano, por primera vez en su trayectoria, coqueteó con un oficialismo. No es sólo un tema ideológico o de banderías. La recolección de basura en el Conurbano genera intrincadas redes entre el gremialismo de transporte y el poder político. Es una importante fuente de trabajo, de conflicto, un quebradero de cabeza para los intendentes y un negocio que suele tener zonas grises con la política.
El peronismo en el gobierno nacional agravó ese desdibujamiento del líder de la CGT rebelde, un borroneo que la lluvia pertinaz acentuó y que le costará restaurar.
La hesitación de Moyano en estos días alude a todos esos componentes estructurales.
¿Qué ganó el Gobierno en el episodio? “Una semana. ¿Le parece poco?”, se jacta, light, uno de sus operadores. Francamente, sí, parece poco, sobre todo cuando amanece el domingo, el miércoles 22 hay paro y Moyano está forzado a sobreactuar oposición, llueva o truene.
La pelea de fondo, a la derecha
La pelea de fondo de un gobierno que casi no tiene oficialismo transcurrió en la que se supone su ala derecha, los economistas. Las diferencias entre Roberto Lavagna y Mario Blejer han tomado largamente estado público y cada uno de los días hábiles que pasaron hubo desmentidas sobre la renuncia del presidente del Banco Central, una manera oblicua de reconocer su verosimilitud y hasta su inminencia.
El casus belli es conocido. Lavagna quiere buscarle algún sesgo productivista a la apertura del corralito, teniendo un ojo puesto en la recesión machaza, un tópico que no causa insomnio a los integrantes del FMI, colectivo que incluye a Blejer. El ministro de Economía no se hace muchas ilusiones sobre el impacto que tendrán eventuales ventas de autos e inmuebles en la actividad nacional. Según comenta a sus allegados, sigue convencido de que el “burro de arranque” de la economía serán las exportaciones. Pero atisbando algún horizonte estratégico, descree de que la economía recupere algún vuelo si no se reanima la actividad productiva. Y permitir que entre dinero al mercado interno puede ser un pasito.
Apegado a los libros –y ciento por ciento a los intereses de la banca extranjera–, Blejer plantea sin más pisar depósitos y acentuar la recesión, blandiendo el fantasma de la híper como amenaza.
Quienes conocen al Presidente lo ven dudar. Y hasta distraerse. “En la década del 70 se discutía cómo repartir la riqueza. Hoy, el punto, es cómo se reparten los perjuicios. Duhalde literalmente no entiende esa situación”, explica un economista que lo conoce y quiere bien. “El Negro sólo puede lograr dos objetivos, si le va bien: evitar el default institucional y zafar de la híper. Cuando está eufórico hacer eso le parece poco, una minucia. Y cuando se deprime ni de eso se le puede hablar”, describe uno de sus mosqueteros políticos.
Con el Congreso fragmentado, los conductores de la economía con la cara pintada y un Presidente errático, nada estimula a apostar a favor de la suerte del Gobierno. Suerte que, en la módica escala de sus apetencias, hoy equivale a su mera prolongación. “¿Qué escenarios imagino? –prediceun hombre del gabinete– no más de dos. Nos vamos pronto, en cierto orden. O nos echan.”
El aguante de Suecia
El politólogo sueco que está escribiendo una tesis sobre Argentina se ha hecho amigo del cronista y lee estas cuartillas. “Todas pálidas, nada gracioso, nada que estimule por una vez a sonreír”, propone el visitante que la está pasando bomba, comiendo en Puerto Madero bifes a tres dólares y tomando vino del bueno a otros tantos.
El cronista recuerda una escena de la picaresca política nativa. El jefe de la SIDE Carlos Soria venía anunciando a sus pares de gabinete sendas victorias peronistas en elecciones comunales de su Patagonia natal. Blandió encuestas, movió algún peso. Viajó a Bariloche con el senador Miguel Angel Pichetto para capitalizar el éxito. Y para garantizarlo imaginó una jugada imbatible: llevar a Daniel Scioli a Bariloche. “La gente está chocha con el crecimiento del turismo. Tu presencia allí nos va a ayudar.” Scioli accedió a ser parte de la caravana triunfante y voló al Sur. Lo demás es sabido, el PJ perdió en El Bolsón y Bariloche y la parafernalia del jefe de los espías se diluyó como el agua en el agua.
“El jefe de la SIDE es una mezcla sudaca del Inspector Clousseau y el Superagente 86”, ríe el sueco, de buena gana. Y luego, sorpresivo, se pone belicoso, provocador.
“Ustedes, los argentinos, son de madera. Nuestra selección les va a ganar en el Mundial de fútbol y los va a dejar afuera. ¿Te imaginás cómo va a estar el ánimo de la gente si hacen sapo en Corea-Japón?”, baladronea el politólogo que casi nada ha escrito de su tesis pero ha hechos suyos los códigos del aguante futbolero de acá.
¿Cómo pueden ser las cosas en julio si no hay reactivación ni Argentina mundial?, se ensombrece, sugestionable, el cronista. Y se queda callado, mustio, con la mirada en lontananza.