EL PAíS
› CON DURISIMAS CRITICAS A DUHALDE, CRISTINA
FERNANDEZ INICIO SU CAMPAÑA
“Poner escollos es ser como ‘El Padrino’”
La candidata fue la oradora central del acto de lanzamiento, que abrió el primer candidato a diputado nacional Alberto Balestrini. En la platea alta estaban Kirchner, Solá y 15 gobernadores más. CFK criticó las políticas asistenciales y el clientelismo.
› Por Diego Schurman
El acto debía formalizar por sí solo el fin de la sociedad con Eduardo Duhalde. Pero Cristina Fernández de Kirchner sintió la necesidad de remarcar con duras palabras el distanciamiento. Sin nombrarlo, comparó al ex presidente con un prototipo de capo-mafia. “Cuando (al Gobierno) se le interponen escollos institucionales para que no gestione, eso no es libreto peronista, es un guión y dirección de Francis Ford Coppola, y el resultado no es un manual de conducción política, es la película El Padrino”, atacó la mujer durante el acto de lanzamiento de su candidatura a senadora bonaerense.
La primera dama pareció desplegar toda su bronca después de una víspera de campaña en la que se rindió al silencio. Desde el pullman del coqueto Teatro Argentino de La Plata, Néstor Kirchner acompañó el discurso con respetuoso silencio y, de vez en cuando, levantando el pulgar en gesto de aprobación.
El Presidente había sido tajante, en un reportaje exclusivo con Página/12, sobre la imposibilidad de volver atrás en su decisión de romper relaciones con Duhalde. Pero Cristina se animó a ir mucho más allá, blanqueando aquello que hasta ahora el Gobierno se había reservado a los off the record.
Encuadró al duhaldismo como motor de la violencia social. “El anterior gobierno tuvo que adelantar las elecciones por la muerte de piqueteros en el Puente Pueyrredón”, dijo en una de las frases que arrancó mayores aplausos. Se refería a la represión policial que terminó con los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
Y después se burló de aquellos clichés del ex presidente respecto de lo que lo hace sufrir el poder, o de su decisión de ir alejándose de la política por ser parte del pasado. “No soy de las que anuncian retiros del poder una y otra vez para después poner piedras en el camino”, lanzó como una daga ante una audiencia que no necesitaba traducción.
Duhalde no tuvo dedicación exclusiva de Cristina, también hubo zarandeo para Chiche. Otra vez sin dar nombres propios, se refirió al clientelismo de administraciones anteriores. Lo hizo de distintas maneras. Hablando de las “políticas sociales que no organizaban”, que hacían al beneficiario de la ayuda “dependiente del partido de turno”.
En ese sentido, reivindicó la tarea social del Gobierno, pero sobre todo la idea de inclusión a través de empleo genuino. “El gran articulador de la sociedad es el trabajo. Es el que organiza a una sociedad. Y ya hemos logrado 2.500.000 nuevos puestos de trabajo”, bramó, ahora sí con más aires de campaña que de encono.
La necesidad de marcar diferencias con el duhaldismo estuvo a flor de piel en todo momento. Y seguramente hoy Chiche no se privará de responderle cuando haga su propio lanzamiento. Son mujeres temperamentales y ya se cruzaron en su último encuentro, en aquel lejano congreso peronista de Parque Norte.
Kirchneristas y duhaldistas deberán explicar entonces semejante velocidad para pasar del amor al odio, teniendo en cuenta que hace apenas diez días ya habían acordado desde el primero hasta el último nombre de la lista de candidatos provinciales.
Seguramente ayer no era el momento propicio. Se había montado todo para el show de Cristina. Y la primera dama no defraudó a su audiencia. Elegancia para los que no se privaron de estudiar su vestuario; frases punzantes para los que esperaron un discurso sin casete; y una reivindicación de la militancia para una sala repleta y sin alergia a los setenta.
La impronta peronista quedó en manos Alberto Balestrini, primer candidato a diputado nacional por la provincia, que la antecedió en su discurso. Fue cuando comparó al peronismo con la madera de un árbol: “Hay que podarlo de vez en cuando para que crezca con más fuerza, para librar al PJ de todos aquellos que tanto daño le hicieron al movimiento nacional”. Hablaba de Duhalde, obvio. Y por si no quedó claro, contrastó con la figura de Kirchner, a quien llegó a igualar con Perón.
Fiel a su costumbre, Cristina prefirió reservar su peronismo para los hechos y no para las palabras. Y hasta evocó a sus padres –él radical, ella “fanática peronista”– para demostrar su profundo conocimiento de los antagonismos. “Yo no quiero ser fanática peronista, quiero ser fanática argentina ¡¡¡Fanática argentina!!!”.
Los ornamentos acompañaron su prédica. Lejos de las habituales imágenes de Evita y Perón, sobre el escenario y las plateas se tendieron sobrias banderas argentinas. Y hasta el video de apertura, preámbulo de la presentación de la candidata, estuvo huérfano de folklore. Apenas al final, cuando los asientos se empezaron a desocupar, el sonidista se animó con una versión murguera de la Marcha, y muchos se entusiasmaron poniendo los dedos en “V”.
Recordando su infancia y sus años de estudiante en La Plata, Cristina se ufanó de su localía. Pero, más allá de la geografía, se notaba que era la protagonista absoluta de la noche. Hasta se dio el lujo de corregir a Balestrini, al recordar que tras la renegociación de la deuda se pagarán 67 mil millones menos, y no 60 mil millones, como señaló el matancero.
Retó a los organizadores por el cartel de fondo. “Yo no soy Cristina Kirchner, soy Cristina Fernández de Kirchner, o en todo caso Cristina.” Y hasta se le escapó una palabra en inglés, algo que suele reservarse para la intimidad. Fue cuando dijo que el PBI, durante el peronismo de Perón, se distribuía “fifty y fifty”. O sea, se distribuía cincuenta por ciento para la masa asalariada.
Se acordó de toda la oposición, desde Elisa Carrió hasta el menemismo, por su extraña mirada sobre Kirchner. “Primero era un chirolita y ahora lo ven como un hegemónico.” Se quejó de las administraciones que aplicaron lo que dio en llamar la “democracia de receta”.
Explicó el nombre en sus cuatro condimentos: “los pactos de impunidad”, la delegación del manejo de la economía en el neoliberalismo, el clientelismo social a través de “cajas de alimentos, guardapolvos o bonos solidarios”, y la aplicación de la política como una “actividad profesional en vez de militante”.
Y en ese marco reivindicó un cambio de cultura. Y hasta despertó sonrisas cuando dijo que la responsabilidad nada tiene que ver con llevar el saco abierto o usar mocasines, en clara referencia a la estética –si se quiere algo desalineada– de su marido. “Siempre lo tratan de caprichoso, como si se tratase de una actitud personal. Yo creo que los que le piden prudencia en verdad tienen cobardía, temor o esconden otros intereses. Pero nos quieren torcer el brazo porque saben que usted representa los intereses de millones de argentinos.”
Otra vez los aplausos. Cristina se abrazó con José Pampuro, quien la secundará en la fórmula, y con el resto de los integrantes de la lista. Todos se acercaron al borde del escenario para saludar, como al cierre de una obra de teatro. Una lluvia de papelitos violetas y blancos los hizo perder en la noche más clara del kirchnerismo.
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