EL PAíS
› DUHALDE IMAGINA UNA SALIDA ORDENADA DE LA ROSADA, PARA FIN DE AÑO
Si hay veranito, habrá elecciones
La salida del corralito y el hipotético acuerdo con el FMI aumentan la esperanza en el Gobierno de una tregua económica y social. De no mediar una hecatombe se llamará a elecciones: internas abiertas para todos los partidos el mismo día en octubre y generales en noviembre o diciembre. El oficialismo apoyará a Reutemann.
› Por Sergio Moreno
Se derogó la Ley de Subversión Económica. Las provincias están firmando los acuerdos bilaterales con la Nación para achicar sus déficit y de las grandes sólo resta Santa Fe, que posiblemente rubrique mañana. Se reglamentó la salida del corralito y ahora comienza la negociación con el Fondo Monetario. En el Gobierno consideran que este escenario –titánico esfuerzo para tan módico resultado– abre las puertas de una tregua, de un “veranito” que, de producirse y perdurar, posibilitaría una salida eleccionaria ordenada por la cual a más tardar entre marzo y abril de 2003 asumiría un nuevo presidente. En el mientras tanto, los principales colaboradores de Eduardo Duhalde le acercan ideas para poner en marcha algunas medidas y facilitar el camino de quien venga que, va de suyo, pretenden que sea otro peronista, más precisamente Carlos Reutemann. Para que el “veranito” de marras comience a calentar, cuanto más no sea tibiamente, debería acordarse rápidamente con el FMI, el dólar tendría que calmar sus bríos y, va de suyo, la selección argentina de fútbol debería sortear airosa la primera ronda en el Mundial Corea-Japón.
“Todo esto fue como el desembarco en Normandía: para hacer 400 metros tardaron 28 horas y perdieron 40.000 hombres. A nosotros nos pasó algo parecido.” El paralelismo, trazado por uno de los hombres de mayor confianza del Presidente, da cuenta del desgaste que sufrió el Gobierno para cumplir con los requerimientos del FMI, principalmente, y para desarticular el golem creado por Domingo Cavallo y alimentado por Jorge Remes Lenicov, el corralito.
El viernes, cuando los números en el Senado no le alcanzaban para derogar la Ley de Subversión Económica, Duhalde les dijo a sus colaboradores que se iba: “¿Para qué mierda nos vamos a quedar? ¿Para ser forros de quién?”, afirmó. Una de sus principalísimas espadas estaba, en ese momento, reunida en su despacho con Página/12: “Si no sale la ley llamamos a elecciones, o el Presidente renuncia. Ahora estamos discutiendo eso”, confió al cronista. Pero la senadora radical Amanda Isidori abandonó su curul, el PJ ganó la votación y la imagen del infierno (el regreso a Lomas de Zamora) mutó a purgatorio (gobernar la Argentina de hoy).
El beneplácito emitido automáticamente por el FMI tras la derogación de la ley dispuso el escenario para acelerar la firma del decreto que permite transformar en bonos los dineros atrapados de los ahorristas. Nicolás Maquiavelo supo escribir, acertadamente, que “los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”. Atentos a las conductas florentinas a las que son afectas tanto la dirigencia cuanto la sociedad argentina, ayer mismo hubo en el Gobierno quien consultó algunos sondeos sobre la aceptación de la desarticulación del corralito. “La gente, lejos de estar contenta, acepta la bonos, que tienen ventaja de ser optativos: quien los acepta, lo hará a su voluntad”, dijo un secretario de Estado a este diario, ocultando la trampita de que muchos otros caminos no quedan para el ahorrista acorralado. Así y todo, el Gobierno sabe que falta algún trecho por recorrer para que se calmen los ánimos de los ahorristas y creen que los tres bancos que más se han opuesto a la salida de Roberto Lavagna para el corralito, City, HSBC y BankBoston, podrían tender alguna zancadilla.
El gran momento se producirá en la mesa de Anoop Singh, el auditor del FMI que, posiblemente, arribe al país en una semana. “Necesitamos rápidamente una señal del Fondo. Debería llegar cuando firme Santa Fe, anunciar que está en marcha el acuerdo. Si eso ocurre, y la selección gana, puede llegar el veranito. ¡Ojo que digo veranito, no verano!”, confió otro alto funcionario a Página/12.
¿Qué golondrina espera el Gobierno de dicho veranito, también llamado tregua por otro cercano colaborador presidencial? “Permitiría tomar algunas medidas y salir ordenadamente: anticipar las elecciones para irse con la frente alta, a más tardar en marzo del año que viene”, dijo la fuente citada.
La hora de las urnas
Más allá de las vacilaciones de turno, Duhalde parece atesorar algunas iniciativas que le han planteado varios de sus colaboradores. Las definiciones del Presidente, en caso de que las hubiera, se producirían en medio de algún chisporroteo surgido al calor de los últimos “logros” del Gobierno. “Lo que viene es una pelea entre los que creen que con esto alcanza (derogación de la ley, salida del corralito, acuerdo con el Fondo) y que quieren quedarse hasta el 2048 (ácida exageración sobre septiembre de 2003), y los que pensamos que esto mismo alcanza apenas, si se mantiene la calma, para producir una retirada ordenada del poder”, confió un importante miembro del Gabinete que ubica en el primer grupo al jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, a la ministra de Trabajo, Graciela Camaño y “al duhaldismo más cerril”. Un par del confidente citado agregó: “Hay algunos compañeros del Gabinete que no entienden que este es un gobierno de-tran-si-ción”.
Amén de la interna en ciernes, el Presidente sabe que los plazos son cortos y abona a la idea de salida rápida y elegante. Si bien Duhalde insistirá públicamente en el plazo fijado al comienzo de su interinato, septiembre de 2003 se ha transformado en su imaginario en una fecha irreal.
“Lo que algunos no tienen en cuenta es que, si conseguimos peinarnos bien y engominarnos, obtenemos la oportunidad para salir bien del Gobierno. No es una cuestión de apuro: es una cuestión de que no se nos licue el poder”, reflexionó con uno de los operadores presidenciales.
Fueron los gobernadores quienes plantearon, en La Pampa, hace diez días, la necesidad de adelantar el cronograma electoral. Néstor Kirchner insistió en convocarlas ya mismo. José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann –a quienes podría acoplarse Felipe Solá– se inclinan por sacar las urnas después de terminar de negociar con el Fondo. Juan Carlos Romero y el viejo grupo federal prefieren que sea lo más lejos posible.
En la Rosada barajan un cronograma que, semanas más o menos, quedaría establecido de la siguiente manera:
- Octubre de 2002: elecciones internas abiertas para todos los partidos, el mismo día. En el Gobierno estudian la posibilidad de establecer un sistema de tinta indeleble: a cada votante se le mancha un dedo con una tintura que tarda entre 48 y 72 horas en borrarse. Cada partido tendría un color (por ejemplo: PJ azul, UCR rojo, ARI verde, etc.) y así se evitaría que un elector sufrague en la interna de varios partidos.
- Fin de noviembre o principios de diciembre de 2002: elecciones generales. La fecha posibilitaría que, si hubiese ballottage, este se realizara a fin de diciembre o a principios de enero.
- Comienzos de marzo de 2003: entrega del Gobierno a las autoridades electas.
El cronograma se completa con algunos deseos, tanto de Duhalde cuanto de sus principales espadas: que se elijan todos los cargos ejecutivos y legislativos del país. La faena tiene problemas no menores; sin ir más lejos, los plazos de los mandatos están establecidos por la Constitución nacional. En la Rosada estudian cómo sortear ese escollo ya que, entienden, una elección masiva sería la única forma de atenuar la crisis de legitimidad de la dirigencia política.
Toda esta ingeniería –coincidieron dos miembros del gabinete– sólo es posible si se hace ordenadamente, para lo cual “necesitamos no tener sobresaltos”. La referencia inevitable es la conducta del dólar, pero también el nivel de la protesta social. “Por eso hemos puesto tanto énfasis en la seguridad y en la forma en que encaramos la seguridad: podemos decir que, de todo, es lo que nos salió mejor”, se entusiasmó módicamente un ministro. Apoyando el concepto, otro hombre del Presidente recordó que “cuando asumió, Duhalde dijo que no quería ningún muerto, queera la prioridad uno. Podemos decir que, a pesar que la protesta social es importante, en eso no fallamos”.
Pero falta algo más, según entienden en el areópago del poder duhaldista: restañar las heridas que se abrieron en la sociedad con el radicalismo tras la derogación de la Ley de Subversión Económica. El hombre que más conoce el pensamiento presidencial dijo a este diario: “Hay que reconstruir la alianza parlamentaria. Para mí es imprescindible. De lo contrario, ¿qué nos queda?, ¿ser rehenes de los gobernadores, que todos te quieren cagar?, ¿de los bancos?, ¿de la Federal, de la Gendarmería, de las Fuerzas Armadas? De ninguna manera, hay que reconstruir el poder por el lado en que se nos otorgó. Así vamos a llegar bien a fin de año”.
Subnotas