Sáb 05.11.2005

EL PAíS  › KIRCHNER PIDIO A BUSH QUE INTERVENGA ANTE EL FMI Y BUSH DIJO QUE POR AHORA NO

“Están fuertes para negociar solos”

Ambos presidentes se reunieron durante 50 minutos. Bush alabó la recuperación económica y por eso, dijo, la Argentina tiene la fortaleza suficiente para encarar sola la negociación con el Fondo. Pidió “que los contratos se cumplan”. Un momento de tensión.

› Por Fernando Cibeira
Desde Mar del Plata

“Tuvimos una reunión muy clara, sincera, cruda. No fue una reunión donde se buscó la placidez sino que se buscó la verdad”, resumió el presidente Néstor Kirchner a la salida de su encuentro con George W. Bush. Esa verdad significó que Kirchner le hablara de su preocupación por la actitud del FMI, que busca imponerle condiciones para reanudar las negociaciones, y de la necesidad de que Estados Unidos adopte políticas que favorezcan el desarrollo de la región. Y que Bush le comentara la necesidad de que “haya coherencia en la legislación, que los contratos se cumplan y que haya certeza de que no se van a cambiar las reglas del juego” para que los países latinoamericanos reciban las inversiones norteamericanas. Por otro lado, el jefe de la Casa Blanca elogió la recuperación económica argentina y consideró al gobierno de Kirchner lo suficientemente fuerte como para negociar por las suyas ante el Fondo, sin necesidad de más telefonazos desde Washington. No hubo referencias al ALCA, tampoco a Venezuela, y sí caras serias, sobre todo de parte de Kirchner, quien pareció querer notificar que Bush no es el colega con el que se siente más cómodo.
Más o menos a la misma hora que transcurría el encuentro en el Hotel Hermitage, el venezolano Hugo Chávez hablaba en un gran acto antiBush en el Estadio Mundialista (ver pág. 5). Tal vez ese clima de protesta por la visita del todopoderoso invitado a la IV Cumbre de las Américas motivó la rigidez de Kirchner. Era la tercera vez que se encontraban y esta vez no hubo, como en las anteriores, cruce de bromas ni palmadas en la rodilla. Recién cuando los fotógrafos los obligaron a darse la mano por tercera vez los presidentes sonrieron.
Se acomodaron a ambos lados de una pequeña mesa redonda. Junto a ellos, los nueve integrantes de cada comitiva que completaban el encuentro. Del lado norteamericano estuvieron la secretaria de Estado, Condoleezza Rice; el consejero de Seguridad Nacional, Stephen Hadley, y el subsecretario de Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon. Por los locales, la senadora Cristina Fernández, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y un elenco de ministros, incluido el de Economía, Roberto Lavagna. Los 18 cumplieron el papel de mudos testigos porque los únicos que hablaron durante la reunión de cerca de una hora fueron ambos presidentes.
Bush rompió el hielo con una ironía que luego repetiría en la conferencia de prensa. Le agradeció su rol de anfitrión. “Y sé que no es fácil recibirme”, agregó.
Como en sus anteriores encuentros, Kirchner le trazó un panorama de la situación económica argentina. Hizo un pormenorizado recorrido por los números de desocupación, pobreza, mortalidad infantil, superávit fiscal, reservas en el Banco Central y otros, para demostrar la recuperación de los últimos dos años. Luego, y como luego reiterara en su discurso durante la ceremonia de apertura de la Cumbre (ver aparte), dijo estar preocupado por la falta de respuestas del Fondo Monetario Internacional pese a los síntomas alentadores.
“Veo que desde nuestro último encuentro algunas cosas han cambiado y otras siguen igual”, le dijo el norteamericano. “Lo que ha cambiado es la economía argentina que ahora muestra un vigoroso crecimiento. Y lo que sigue igual es su enojo con el Fondo.” Bush recordó que luego de su primer encuentro, en 1993, en Washington había colaborado con la Argentina en sus negociaciones con el organismo. “Me complace que Estados Unidos haya podido ayudar en la primera parte de su Presidencia con el Fondo”, remarcaría luego ante la prensa. Y agregó aquello que ahora, gracias a sus logros, Kirchner “puede defenderse ante el Fondo con una mano mucho más firme”. Si bien no hubo un pedido de colaboración expreso a Bush para que facilitara la negociación con el organismo, Kirchner habló del papel preponderante que debería adoptar Estados Unidos dado su “poder hegemónico” en la región.
–¿Hegemónico?– se alteró Bush. El término no le gustó nada.
–Sí, la hegemonía de Estados Unidos es muy fuerte. Yo le digo las cosas como las pienso, no soy un presidente alcahuete.
Este último término, un argentinismo, fue traducido como “obsecuente”. Según los presentes, el intercambio marcó uno de los momentos tensos de la reunión que, en general, no los tuvo. Incluso, uno de los funcionarios locales que participó y que no conocía personalmente a Bush, dijo haberse sorprendido por haber encontrado a alguien que se notaba que quería mostrarse simpático. Pero, a diferencia de los anteriores encuentros en los que el norteamericano anticipó que no tendría problemas en darle una mano a Argentina, esta vez propuso que el gobierno de Kirchner se las arregle por sí mismo ante el Fondo. Recién después, en caso de que la negociación no camine, podría volver a intervenir si es que Argentina se lo pide.
Si es verdad que Bush buscó mostrarse simpático en privado, no fue lo que mostraron ambos presidentes en público. Por ejemplo, una hora después, fue notable distinguir las diferencias en el trato de Kirchner en su reunión con el canadiense Paul Martin. Allí, el presidente argentino se mostró sonriente y suelto. Y ni hablar cuando por la noche se mostró junto a Chávez, en una reunión acordada a último momento (ver pág. 5).
En la rueda de prensa con Bush, en la que no se permitieron preguntas, Kirchner apenas si hizo una evaluación general –habló de su satisfacción porque cada uno había dicho lo que pensaba– y le tocó al norteamericano entrar en tema. “No hace falta decir que el Presidente ha sido muy firme con respecto a su idea de que el FMI tiene que tener una actitud muy distinta respecto de Argentina”, contó.
Luego pasó el aviso sobre la necesidad acerca de que “se respeten los contratos”, una exigencia, en verdad, muy emparentada con las que hace el Fondo cuando actúa a favor de los intereses de las empresas privatizadas. “La mejor cooperación entre los países se da cuando se toman decisiones sabias”, justificó.
También tuvo un detalle. Al hablar del “agradecimiento” norteamericano a los argentinos que viven en el Norte nombró a Manu Ginóbili. “¿Lo conocen a Ginóbili? El hizo una enorme contribución al equipo de básquetbol de mi estado (San Antonio Spurs, de Texas) y un gran aporte a la Argentina”, mencionó. En la comitiva argentina evaluaban luego la mención como algo premeditado. Casi al mismo tiempo, a unas treinta cuadras de allí, otro icono del deporte, Diego Maradona, se abrazaba a Chávez con un cartel que calificaba a Bush como criminal de guerra.

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