Vie 02.12.2005

EL PAíS

Crónica de un día agradable

OPINION

Por Mario Wainfeld

Si prosigue el ambicioso plan de obras públicas, el Gobierno debería estudiar una ampliación del Salón Blanco de la Casa Rosada, que ya no da abasto para albergar al público que asiste a las juras. La tendencia se potenció ayer por la generosa cantidad de ministros entrantes. Se trataba, cabe decir, de una circunstancia que quizá no se repita. Considerando el modus operandi del Presidente es dable presumir que no habrá otro recambio de cuatro ministros en el próximo bienio, salvo que medie una seria crisis. Como fuera, la demanda de sillas y de espacio superó a la oferta, como parece sucede en otros ámbitos de la realidad nacional. La gente se agolpó a punto tal que la canícula apretaba aún en un día gratamente templado. Quizá para evitar sofocos a los asistentes, el Gobierno innovó y fue inusualmente puntual. En consonancia, el acto en sí mismo fungió como muy express, culminando media hora después de la hora señalada.
La presencia de Roberto Lavagna le dio al suceso un tono de cultura política cuya carencia suele ser reprochada a la administración Kirchner. La presencia de un puñado de militantes de Barrios de Pie que dedicó unas cuartetas provocativas al ex ministro decoloró algo ese tono.
El Presidente fue efusivo con los nuevos ministros y afectuoso con los que dejaron de serlo (incluido el de Economía), mientras la sonrisa no se le caía de la boca. En general, un tono de autocelebración emparentaba a los protagonistas y al público. La autoestima del oficialismo ha crecido en estos días, en los que tabula que ha formado un Gabinete coherente, de cuadros políticos, con saber técnico e historia militante.
El rito ulterior al tramo protocolar de la ceremonia incluye una estampida hacia adelante de visitantes y periodistas para saludar o entrevistar a los nuevos funcionarios. La premura es el mínimo común denominador y suele dar por tierra con ciertas reglas básicas de convivencia y con algunas sillas. Esa tradición fue honrada ayer.
En la contingencia, la sobremesa fue mucho más prolongada que la jura misma. Las dos ministras entrantes fueron las más requeridas, en directa proporción a la sorpresa y el impacto que suscitaron sus nombramientos. Felisa Miceli es el gran foco de atracción, como lo sería cualquier nuevo titular de Economía, mas su condición femenina le añade un plus. Nilda Garré suscitaba todo tipo de comentarios y profecías respecto de su futuro trato con las Fuerzas Armadas. Casi sin dejar reposar a los cronistas y reporteros gráficos, Kirchner, Miceli y Julio De Vido plasmaron otra escena que regocijó al Gobierno. El acuerdo con los supermercadistas (ver página 3) fue un gratificante estreno de Miceli en funciones.
El tiempo dirá qué tal cumplen los empresarios sus compromisos. Si lo hicieran, sería otra llamativa novedad de la jornada. De cualquier modo, el Gobierno observó con placer su retroceso o gesto de buena fe o las dos cosas. Su táctica de estos días ha sido buscar incidir sobre las conductas inflacionarias, una “cultura” a la que atribuyen una buena parte de los inquietantes índices de los últimos meses. Haber torcido la muñeca empresarial, acceder a un logro respecto del cual Lavagna era escéptico, tuvo un sabor parecido a un postre.
Las discusiones acerca de los componentes de la inflación, de los límites del “modelo” kirchnerista, de la angurria social de su derrame, no han perdido vigencia. El Gobierno, que siente haber recibido una transfusión vigorizante de su propia sangre, lo sabe aún en un día de euforia. El Presidente lo terminó volando a El Calafate, detonando un tsunami de hipótesis sobre nuevos cambios. Cuando partía, quizá vio los carteles que le desplegaban trabajadores de Aerolíneas Argentinas, aquellos que vienen sosteniendo un conflicto que va en pos del record de duración y consecuencias. Las perplejidades acerca de un subsecretario que proviene de uno de los sindicatos huelguistas había sido comidilla en el Salón Blanco. Un sondeo informal realizado por este cronista revela que una mayoría cree que Ricardo Cirielli azuza el conflicto y una minoría lo considera impotente para contener a sus bases. Lo que nadie o casi nadie (incluido el encuestador que NS/NC sobre la pregunta principal) se explica es su continuidad en el cargo.

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