EL PAíS › SIN LOS GORDOS, MOYANO PRESIDIO LA REUNION DEL COMITE CENTRAL CONFEDERAL DE LA CGT
En un momento en que muchos gremios están logrando mejoras salariales con la bendición del Gobierno, el Confederal de la CGT que encabeza Moyano realizó una reunión tranquila y con resultado predecible. Reclamaron la convocatoria al Consejo del Salario, medida que la Rosada ya tiene casi definida. El Gobierno evalúa subir en 100 pesos el salario mínimo.
› Por Diego Schurman
Si el Confederal de la CGT suponía una definición del sindicalismo peronista respecto del Gobierno, Néstor Kirchner puede irse a dormir tranquilo. Nada de lo ocurrido en ese ámbito de discusión puso en riesgo la relación con el Presidente y hasta la principal demanda a la Casa Rosada, como la necesidad de una convocatoria al Consejo del Salario, resultó casi de forma: ya es un hecho que en las próximas semanas gremios y empresarios abrirán un debate para elevar el piso de ingresos de los asalariados.
El jefe cegetista, Hugo Moyano, sabía de antemano que del Comité Central Confederal no iban a surgir voces de lucha. Esa suerte de “Parlamento de los trabajadores” suele tener un final cantado, producto del acuerdo de cúpulas, más allá de permitir en su desarrollo espacios suficientes como para una catarsis que morigere la presión de los delegados.
Las distintas corrientes gremiales se pusieron de acuerdo, en los últimos días, sobre las demandas que debían trasladarse a la Casa Rosada. Gran parte del punteo se confeccionó en reuniones previas al Confederal celebradas en la sede de la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), de la que participaron los moyanistas, quienes responden al gastronómico Luis Barrionuevo y los denominados “Gordos”.
Por eso cuando se decidió facultar al consejo directivo de la CGT a que reclame al Gobierno el inicio de las discusiones de un nuevo salario mínimo, vital y móvil –en la actualidad es de 630 pesos– ninguno se sorprendió y menos Moyano, que ya tiene el compromiso de Kirchner de iniciar ese debate en las próximas semanas.
No por nada, el líder sindical arengó ayer ante la platea una frase cargada de optimismo. “Estoy convencido de que el próximo paso que daremos será lograr la convocatoria del Consejo del Salario”, remarcó en alusión a ese ámbito tripartito del que participan representantes del Ministerio de Trabajo, de la CGT y del empresariado.
La CGT pretende elevar de 630 a 850 pesos el salario mínimo, pero se conformaría con un incremento de entre 100 y 150 pesos, tal cual se evalúa en el Gobierno. Los empresarios ya manifestaron su oposición a esa suba, que de todos modos mejoraría la situación de los trabajadores en blanco pero no redundaría en una solución para el 45 por ciento de empleados que permanecen en negro.
Moyano y el Presidente se ayudan y potencian mutuamente. La foto del acuerdo salarial de los camioneros en la Casa Rosada fue elocuente. Por un lado, Kirchner disfrutó mostrándose como el hacedor de los acuerdos salariales. Por el otro, el jefe de la CGT se regodeó de las ventajas que le concede su estrecho vínculo con el mandatario, sobre todo cuando en el medio se interpone cierta intransigencia empresaria.
En la semana, el propio Kirchner le había enviado una señal al sindicalismo al sostener que las mejoras para los trabajadores no eran responsables de la inflación. A las palabras las acompañó con un gesto político que nadie dudó en resaltar: dejó que los camioneros, primero, y los encargados de edificio, ayer, anunciaran sus acuerdos desde la propia Casa Rosada.
En rigor, el Gobierno, a través de Carlos Tomada, fue protagonista de un raid que logró encauzar las tratativas de numerosas actividades. Aunque atravesó una dura semana por una pérdida familiar, el ministro de Trabajo estuvo en persona yendo y viniendo para rubricar los acuerdos, que se reproducirán –siempre en un rango que va del 16 al 20 por ciento– desde el inicio de la próxima semana con un nuevo convenio para el gremio de la alimentación.
Todas esas cartas que Moyano presentó como un triunfo (sobre todo ante sus rivales internos) hicieron que las demandas del Confederal hacia el Gobierno no fueran más que la repetición de los reclamos que la cúpula dela CGT ya había realizado formalmente ante la Casa Rosada, como la mejora de los asignaciones familiares y jubilaciones y pensiones.
La sal del encuentro de delegados la puso el barrionuevismo, a través de Luis Gerez, del gremio del Seguro, quien propuso dejar en manos de la cúpula de la CGT la posibilidad de iniciar “medidas de acción que considera necesarias” en caso de que los reclamos sean desoídos, una posibilidad que parece estar a años luz de ocurrir.
No estuvieron en el lugar las caras más conocidas de los denominados “Gordos”, como Carlos West Ocampo (Sanidad), Oscar Lescano (Luz y Fuerza) y Armando Cavalieri (Comercio). Este sector dio a un paso al costado de la conducción cegetista y pese a su novedoso declaracionismo kirchnerista no encuentra sintonía cerca del Presidente más allá de la que ofrece su ministro de Salud, Ginés González García.
El secretario de prensa de la CGT, Juan Manuel Palacios, señaló que el Confederal aprobó la incorporación a la central del recientemente creado departamento o consejo de la Industria –que estará a cargo de los metalúrgicos de la UOM– y la adhesión a la central sindical de más de una docena de organizaciones gremiales, entre los que se encuentran los pilotos de líneas aéreas.
Palacios también informó del rechazo al decreto oficial que trata de regular el derecho de huelga, incluyendo entre los servicios esenciales al sector del transporte. Nadie, en cambio, explicó las razones por las cuales los periodistas fueron desalojados en dos oportunidades del lugar, negándoles la posibilidad de realizar la cobertura de los acontecimientos.
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