Vie 07.04.2006

EL PAíS  › OPINION

Casi nada es como entonces

› Por Mario Wainfeld

La rememoración del aniversario del golpe del ’76 trajo aparejada una añoranza (o, como poco, una revalorización) de la estructura socio económica de la Argentina populista-desarrollista germinada en el ’45 y comenzada a marchitar en el ’75. Era (hoy se percibe mejor que entonces) un país con amplia movilidad social, pleno empleo, un extendido Estado benefactor y, por añadidura, dotada de núcleos resistentes que bregaban por cambios estructurales juzgando que todo eso era poco. La dictadura militar y los desempeños de los gobiernos democráticos ulteriores produjeron un cambio regresivo que torna inalcanzables los indicadores de ese pasado no tan alejado.

En los años recientes, a partir de una política económica sencilla pero atinada, ha vuelto el crecimiento que se sobreimprime, a la que te criaste, a ese mapa desolador. El pasado parece resurgir, pero casi nada es igual a lo anterior. Igualmente, ciertas correlaciones de fuerzas devienen más equilibradas porque, a la hora de la disputa de poder, vuelve a haber Estado, vuelve a haber gobierno, vuelven a haber sindicatos.

El Confederal de ayer de la CGT es una prueba de que algo ha cambiado. Pero como el crecimiento gremial, como la reindustrialización, como el retorno del Estado, no es un revival, sino algo más complejo. Algunos sindicatos juegan en ligas mayores, el secretario general de la CGT es un personaje interesante, cuya real cuota de poder se discute en los medios, dando por hecho que es alta. Un sayo que nadie le hubiera calzado a Rodolfo Daer o a Gerardo Martínez hace diez años o menos. Pero tampoco podría compararse a Moyano con Augusto Vandor o José Rucci, popes gremiales en épocas más prósperas.

Moyano exteriorizó ayer su acumulación de estos años, que se redondeará cuando Néstor Kirchner convoque al Consejo del Salario para que homologue un aumento del salario mínimo. El Presidente intentará que lo haga al modo del Congreso Nacional, esto es sin autonomía, creatividad ni debate. Como fuera, por abajo y por arriba del universo de los trabajadores formales Moyano quedará revalidado pues logró mejorar las condiciones de sus representados. Ya ganó, cómodo, la interna cegetista y va por más.

Su hora de gloria, empero, hubiera sido un pobre resultado en tiempos pretéritos y mejores. Moyano representa a un sector minoritario, a su modo privilegiado, del conjunto de los trabajadores. Más de la mitad de ellos (empezando por los desempleados y los informales) quedan inexpresados por la CGT. La Argentina no es el evocado producto híbrido del peronismo y el desarrollismo. Es el país del crecimiento chino, pero también el que padece informalidad y desigualdad latinoamericanas, como nunca conoció.

Otro protagonista obvio de esta resurrección sui generis es el propio Presidente. Esta semana suministró dos datos que apuntalan su apuesta a no enfriar la economía por temor a la inflación: el índice de precios al consumidor de marzo y los términos de importantes negociaciones colectivas. Kirchner (simplificándolo apenas) prefiere una inflación del 12 por ciento y un crecimiento del 8 por ciento a un, más modesto y ortodoxo, empate 4 a 4 o 5 a 5. Una opción arriesgada que fue convalidada por los resultados. Es un logro valorable, pero en lo sustancial no repara la desigualdad estructural y la fragmentación preexistente. Está por verse hasta qué punto podrán hacerlo una CGT que no ha cambiado su estructura de cara a la nueva estructura social y un gobierno que se niega a explorar herramientas diferentes al derrame de su propia reactivación.

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