EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
El presidente de Bolivia y el de Venezuela, con la seguridad de que este último está detrás de la nacionalización de los hidrocarburos dispuesta en el Altiplano, fueron convocados de urgencia por los presidentes de Brasil y Argentina, alterados –en ese orden– por la decisión del boliviano. Falso. Kirchner y Lula sabían perfectamente que Morales tomaría esa resolución más tarde o más temprano, bien que no la repentización con que obró. Y el encuentro, tal como lo reveló el besamanos de su resultado, fue para regalarles un gesto de preocupación a la tribuna corporativa internacional y a las tribus empresarias argentinas y brasileñas, inquietas –de mínima– por lo que la medida de Bolivia podría significar en proyección política.
Kirchner encabezó el viernes un acto imponente que dio cuenta de la unidad social y del espectro político argentino, contra la instalación de las pasteras al otro lado del río. Junto con la presentación en La Haya, demostró la decisión oficial de no detenerse hasta impedir la continuidad de las obras. Falso. Por lo menos es muy dudoso que el conjunto de la sociedad argentina, por fuera de los habitantes de Gualeguaychú, esté francamente preocupado por la contaminación en esa zona. Y Kirchner y todo el Gobierno y toda persona lúcida tienen asumido que no hay forma probable de que los uruguayos den marcha atrás con un proyecto que preparan hace años, y del que están agarrados del escroto por el contrato que firmaron con finlandeses y españoles. Sólo a un loco, a un demagogo o a un ingenuo sin retorno puede ocurrírseles que habrán de paralizarse fábricas ya avanzadas, en una etapa del capitalismo que en buena medida ya basa su producción en la mano de obra barata que trabaja de manera intensiva para generar en el Tercer Mundo lo que ya no pueden en el primero.
Un grupúsculo de troskos y de izquierda paleolítica resolvió tomar por la fuerza la Universidad Nacional de Buenos Aires. Falso. Toda la comunidad universitaria sabe que la constitución de esa asamblea está viciada de origen por su estructura clientelística y antidemocrática, y aunque el método de lucha es cuestionable, todos saben también que si no fuera por ese método (tanto como en Gualeguaychú) no se hubiera despertado debate alguno. Los medios gracias si “descubren” la importancia de la Universidad pública cuando acaecen estos episodios. Se rasgan las vestiduras por algo que literalmente les importó siempre un pito, y ni siquiera habrían enviado un movilero para cubrir la elección del rector.
Las empresas de hidrocarburos con intereses en la región ven afectados sus negocios de un modo que no preveían. Falso. Ellas también estaban largamente al tanto del anuncio de Evo Morales y mucho más al tanto de las astronómicas ganancias que obtuvieron de un país igual de rico que de empobrecido. La nacionalización, como se encargó de aclararlo el propio Morales, no implica expropiarles ni los equipos ni la operatoria. Seguirán levantado dólares en pala, pero el Estado boliviano no será más un convidado de piedra. Y por eso, a las 48 horas de la noticia que unos cuantos estúpidos presentaron poco menos que como la resucitación comunista continental, las empresas avisaron que se quedan donde están porque aceptan las nuevas reglas de juego. Morales no hizo más que plantear el “empate”, o una situación más equilibrada, entre la impresionante riqueza de su país y la capacidad de exploración y comercialización de los invasores.
Argentina está con los pelos de punta por el aumento del gas que le vende Bolivia. Falso. El país, y más aún Brasil, ya tenían previsto que Morales renegociaría las ridículas tarifas que les pagan a los bolivianos. Los productores de la cuenca sojera admiten por lo bajo que les sobra paño para bancar el incremento del precio gasífero, porque nada amenaza al dinamismo de sus exportaciones. Y todos los sectores industriales involucrados reconocen lo mismo.
Los argentinos no tienen derecho a exigirle al Uruguay un cuidado del medio ambiente que ellos afectan en todo su territorio, contaminando a diestra y siniestra. Que se ocupen del Riachuelo, sin ir más lejos, que es una cloaca a cielo abierto. Falso. No se debe nivelar para abajo. La lucha por mantener o mejorar la calidad de vida no puede quedar sujeta a comparaciones morales entre malos y peores. Sin perjuicio de ese razonamiento prioritario, es cierto que el acto de ayer en Gualeguaychú tuvo componentes patéticos. Había allí gobernadores e intendentes de zonas diezmadas o a diezmar por actores contaminantes e incontrolados de todo tipo: minas, desechos fabriles, basurales infectos, gases tóxicos, aguas servidas. Hay el derecho de cuestionar al gobierno uruguayo, pero hay el deber de echarse una mirada a sí mismos. Un reclamo justo y ser unos caraduras son cosas que conviven tranquilamente.
De vez en cuando no viene mal hacer una lista de narices crecidas.
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