EL PAíS › LA MUJER EN LAS FUERZAS ARMADAS
Una teniente coronel, una socióloga y una senadora discurrieron junto a la ministra de Defensa sobre el rol de la mujer en las Fuerzas Armadas. Y sobre los militares en democracia.
› Por Victoria Ginzberg
La teniente coronel médica Stella Regina Loredo Granizo lagrimeó. “Fue un aprendizaje mutuo y lo hicimos con mucho amor porque queremos entrañablemente a este Ejército bendito”, dijo al referirse al proceso de integración de las mujeres a las Fuerzas Armadas. Luego se secó las lágrimas con un pañuelo de papel que le alcanzó un hombre de uniforme. Las dos expositoras que hablaron después –la senadora Marita Perceval y la socióloga Rut Diamint– complejizaron el tema de la charla que se realizó ayer en el Edificio Libertador: Las Mujeres en las Fuerzas Armadas. Señalaron que, como en cualquier otro ámbito, existen “el techo de cristal y las barreras invisibles” que dificultan el camino laboral del género femenino. También hubo algunas afirmaciones provocadoras, dado el ámbito y el auditorio: “Hay un sector que señala que es contradictorio incorporar mujeres a la defensa porque lo correcto sería racionalizar y no agrandar ese sector”, dijo Diamint.
Se trataba del cierre del ciclo de mesas redondas sobre la condición de la mujer en la historia argentina organizado por la ministra de Defensa, Nilda Garré. Las asistentes –y algunos hombres que concurrieron– comenzaron a juntarse en el hall del Edificio Libertador. En la pared derecha de ese salón hay una lista de nombres y fechas bajo la leyenda “Ellos murieron para que la patria viva”. El primer homenajeado es Pedro Eugenio Aramburu. Las fechas van desde 1970 hasta 1977 y pegan un salto hasta el 23 de enero de 1989 (copamiento del cuartel de La Tablada). En otra pared del hall hay una placa de mármol colocada hace sólo un mes y medio: “Nunca más golpe y terrorismo de Estado. Por siempre respeto a la Constitución, Verdad y Justicia, 24 de marzo de 2006”.
Las mujeres, obviamente, llegaron uniformadas. En azul marino las de la Armada, en un azul grisáceo las de la Fuerza Aérea y en verde y marrón las del Ejército, salvo las aspirantes de la escuela de suboficiales que también iban de azul. Todas llevaban los mismos zapatos negros y el pelo tirante en un rodete. No había prácticamente ningún pelo díscolo que se escapara al refuerzo de horquillas.
La primera en hablar fue la teniente coronel médica Loredo Granizo, que contó su experiencia como pionera en el Ejército. La mujer ingresó en abril de 1982 a la Escuela del Cuerpo Profesional Femenino y fue la primera integrante femenina de un servicio de cirugía del Ejército. La militar hizo una reseña histórica sobre la incorporación de las mujeres en las Fuerzas Armadas y aportó datos de su propia experiencia. “Las mujeres han sido aceptadas sin limitaciones, tendiendo a la igualdad entre hombres y mujeres”, señaló Loredo Granizo, aunque concedió que hubo algunos inconvenientes porque “los hombres no fueron instruidos para el cambio”. La teniente coronel resaltó, además, que las mujeres “se han insertado plenamente en puestos de jerarquía” y que a la vez cumplen “con la responsabilidad que sólo ellas pueden hacer: ser madres y ser pilares fundamentales de la educación de los hijos”.
Perceval y Diamint enfatizaron que las mujeres no llegaron a los lugares de conducción dentro de las Fuerzas Armadas y reflexionaron acerca del peligro de que se les asigne tareas consideradas “naturales” para el género femenino, como cuidados y alimentación. Además, hicieron cuestionamientos más amplios sobre el rol de las Fuerzas Armadas en democracia.
“Mi temor –aseguró Diamint– es que la incorporación de mujeres sea vista como un paliativo, como una concesión por la tensión con la sociedad, como una forma de mostrar apertura y no enfocar los nudos duros que es necesario revisar.” En la misma línea Perceval habló de que actualmente “la principal prioridad es la paz” y del respeto a los derechos humanos, el derecho humanitario y la búsqueda de alternativas no militares para los conflictos. A la hora del debate, ninguno de los asistentes se atrevió a polemizar sobre las afirmaciones de la senadora y la socióloga.
Luego, la ministra repartió diplomas a las concurrentes. “A nosotros nos enseñan siempre lo mismo. Igual yo leí y me informé. Los militares no fueron culpables de todo. Aunque no es que no hayamos hecho nada”, respondió en privado una de las jóvenes asistentes cuando se le preguntó qué pensaba sobre los años de la dictadura.
–¿Y le parece bueno tener una ministra mujer? –preguntó Página/12.
–Y...ésta no... Es muy civil.
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