La ONG ambientalista presentará un informe en el que adelanta presiones de las papeleras para instalarse aquí y en Uruguay. Detalla los casos de contaminación de las que ya funcionan.
La instalación de las plantas de Botnia y Ence en Fray Bentos es el primer capítulo de una historia que puede volverse mucho más pesada. Así lo advierte Greenpeace en un informe –que presentará públicamente hoy– sobre las tendencias de la industria de la celulosa en América del Sur. Para la organización ambientalista, las empresas harán en los próximos años “una importante presión para ampliar las zonas forestadas y construir fábricas de pulpa de celulosa en gran escala”. La Argentina no va a escapar a esas presiones ya que, como el Uruguay, tiene lo que las papeleras más desean: un clima en el que los árboles crecen rápido. Y sueldos baratos y una legislación permisiva.
La situación actual es ya un problema: de las doce plantas productoras de celulosa que existen en el país “ninguna es inocua”, definió Juan Carlos Villalonga, director político de Greenpeace Cono Sur; “todas generan quejas e inconvenientes”. El informe incluye un relevamiento elaborado en base a datos aportados por las propias empresas, algunos contactos directos con sus operarios y material periodístico. De él se desprende el siguiente panorama:
- Papelera Tucumán (la principal exportadora del país): Dos de sus directivos están procesados por la contaminación del arroyo Calimayo. La fábrica trabaja con bagazo (la pulpa de la caña de azúcar) que, apilado a la intemperie, produce bagazosis, una enfermedad provocada por la inhalación de polvos de bagazo de caña enmohecidos.
- Papelera Ledesma (la principal productora de papel obra): También trabaja con bagazo. El caso más conocido de contaminación es el de Olga Arédez, quien falleció a causa de esta enfermedad y por quien se inició una causa judicial contra la empresa.
- Papelera del NOA: La Dirección de Medio Ambiente de Jujuy le está reclamando que controle sus efluentes líquidos y gaseosos.
- Benfide SA: Está ubicada en Misiones. No tiene planta de tratamiento de efluentes y “arroja sus desechos tóxicos al arroyo Angelito, que desemboca en el Paraná”.
- Alto Paraná: En Puerto Esperanza, Misiones. El intendente Gilberto Gruber denunció que duerme con un respirador artificial por efecto de la contaminación.
- Celulosa Capitán Bermúdez: En Santa Fe. Está denunciada por Greenpeace por verter desechos tóxicos al río Paraná. Según el actual intendente, Fabián Varela, la planta es capaz de generar “un desastre ecológico”
Sobre las fábricas restantes (Papel Misionero, Papel Prensa, Papelera Massuh, Productos Pulpa Moldeada y Fanapel) también se consignan quejas. Sin embargo, para Villalonga lo central del estudio realizado por Greenpeace no es el relevamiento, sino sus proyecciones, “es decir, el hecho de que a esta situación compleja que tenemos en la Argentina va a agregarse el interés de la industria por instalarse plantas de gran tamaño en la región”.
El informe comienza por explicar los motivos de la expansión del sector: el consumo de papel está en crecimiento a escala mundial. “Hace quince años la industria de la pulpa y el papel inició un proceso de globalización (expansión geográfica, concentración en un número menor de compañías) mediante el cual las empresas procuran desarrollar sus actividades allí donde las condiciones económicas resultan más atractivas”, señala. Al mismo tiempo, se fue dando una división entre la producción de pulpa y la producción de papel; como cada vez es más frecuente que la celulosa se obtenga de plantaciones, hay una tendencia a que las pasteras se muden al sur. Aquí “disponen de grandes espacios, pueden aprovechar el crecimiento rápido de los árboles y beneficiarse de la mano de obra barata”.
En este sentido, el trabajo cita una declaración reveladora de Nils Grafström, presidente de Stora Enso, la segunda firma más poderosa del rubro a nivel mundial. “Lo más importante cuando hacemos pulpa es el costo de la madera. El costo de madera en América latina, en Brasil, en Uruguay, Argentina y Chile es más o menos la mitad de lo que tenemos en los países nórdicos. Así, la pulpa sale un 50% más bajo en esos países. Es solamente por eso que estamos mirando en otros lugares para nuestras inversiones.”
¿Cómo se dará en la Argentina el desembarco de las celulosas? Según Greenpeace, “es de esperar que hasta el 2010 la actividad se centre en ampliar la superficie de plantaciones, y sólo a partir de ese año se procure la radicación de plantas de fabricación de celulosa destinada principalmente al mercado internacional”.
El informe concluye con un Plan de producción limpia para el sector del papel en Argentina y Uruguay. Se trata de seis puntos propuestos para sanear el funcionamiento de las pasteras existentes y fijar reglas de funcionamiento a las que quieran instalarse en el futuro (ver aparte).
Greenpeace sostiene, finalmente, que las fábricas que se construyen en Fray Bentos, (las de Botnia y Ence) “deben ser reubicadas lejos de todo centro urbano”. Para la organización ambientalista, ni la más avanzada de las tecnologías, (por ejemplo el uso de un sistema cerrado que no vuelque deshechos al río) podría convertir en aceptables estos proyectos: todavía no se ha desarrollado un sistema que preserve los intereses de una sociedad que, como la de Gualeguaychú, vive del turismo.
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