Dom 03.09.2006

EL PAíS  › AUTOCRITICAS EN EL GOBIERNO Y CAMBIO DE LA RELACION CON BLUMBERG

El desierto y las sardinas

En la Rosada decidieron que el cambio de escenario causado por Blumberg impone un nuevo tipo de tratamiento. De referente social a dirigente político patrocinado por la derecha y la ultraderecha en la manifestación del jueves. Duras críticas a D’Elía y autocrítica por la contramarcha.

› Por Sergio Moreno

“El mismo jueves de la marcha de (Juan Carlos) Blumberg, a la noche, la mesa chica (presidida por Néstor Kirchner) se reunió para discutir qué había pasado, qué estuvo bien y qué mal. Hubo debate y reconocimiento de errores sobre cómo se manejó el asunto, fundamentalmente las consecuencias de la contramarcha. Y surgieron algunas decisiones: la relación con Blumberg ha cambiado; ahora es un dirigente político de la derecha que será, muy probablemente, candidato a gobernador e, incluso, para 2011 (si se anima y aún está vigente) a presidente.” Este relato efectuado a Página/12 provino de un ministro del gabinete que tiene sus oficinas en el mismo sector que las del primer mandatario. La desazón por los resultados de la “contramarcha” es inocultable entre los principales cuadros y las segundas líneas del Gobierno, a pesar de considerar que la movida del padre de Axel, finalmente, paró al ingeniero en la vereda de enfrente del progresismo argentino, polarizando al estilo que le gusta a la Casa Rosada. El lamento que se escucha en sus corredores es no haberse dado cuenta de eso antes.

En el bando oficial, las ballestas apuntaron todas al subsecretario de Tierras para el Hábitat Social y ex piquetero Luis D’Elía. Su aparición, sus amenazas, su discurso amedrentador y arcaico motivó varias desmentidas del propio Gobierno, muchas por boca del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, pero ningún úkase para que detenga su faena. El lenguaje utilizado por D’Elía, si bien por momentos rozó lo grotesco (como cuando dijo temer que sus bases lo desborden la mayor parte de las veces estuvo teñido por un tono de amedrentamiento.

Por si fuera poco, en el momento de concretar la “contramarcha” al pie del Obelisco, el Premio Nobel de la Paz y titular del Serpaj, Adolfo Pérez Esquivel, denunció que le habían tendido una celada y que nadie le había avisado de la presencia de D’Elía ni de un palco “armado por el Gobierno”, según dijo. Para que no quedasen dudas, el viernes pasado desgranó por varios medios de comunicación su parecer acerca de las cualidades del piquetero, del cual dijo que era “un especulador y un arribista que trató de utilizar las cosas en su provecho”.

La contramarcha y el nuevo escenario que se abrió a partir del lanzamiento político del ingeniero de la mano dura puso en debate al Gobierno, discusión que fue relatada por algunos importantes integrantes de la administración a este cronista.

Con la foto bastaba

Una marcha organizada por Blumberg, donde se emitieron consignas y propuestas ultramontanas, patrocinada por la derecha criolla de Mauricio Macri, Ricardo López Murphy y Patricia Bullrich, entre otros, por la ultraderecha jurásica encabezada por Cecilia Pando, la Unión de Promociones de los militares retirados, Luis Abelardo Pa-tti, policías exonerados de la Federal y la bonaerense, y los sectores más involucionistas de la Iglesia era de por sí una foto más que interesante para que un gobierno que proclama su progresismo a troche y moche confrontase polarizando. “Estaba la pelota picando sola frente al arco desguarnecido; en vez de tocarla con suavidad y clase, le pusimos un patadón y la mandamos a tribuna con pedazos de césped”, metaforizó un habitual consejero presidencial, que agradece que al menos “no fue gol en contra”, gracias, dice, al acto del ingeniero.

Varios funcionarios coincidieron con este análisis. Un ministro dijo a Página/12 que “estaba claro que la concentración era el lanzamiento político de Blumberg, con toda la derecha de sponsor. ¿Qué necesidad había de hacer una contramarcha? Si hasta (Roberto) Lavagna se hizo el gil y se escabulló para diferenciarse de todos los dinosaurios”. Otro integrante del gabinete apuntó en la misma dirección: “A la marcha de Blumberg habría que haberla dejado pasar como a un toro bajo el capote; la derecha había hecho todo, y muchos de los concurrentes: pelos cortos, gomina, corbatas relucientes, mucha cara de militar y policía. Era un ‘boccato di cardinali’ y lo desaprovechamos”, se lamentó.

Uno de los trujimanes más activos con los que cuenta Kirchner evaluó: “Blumberg enterró al padre de Axel y dio a luz a un dirigente político mediocre, que realizó propuestas tan mediocres como él, superficiales y antediluvianas. Hizo la marcha más pequeña de todas las que realizó antes, rodeado de la derecha más cerril. Definió sus blancos y los fustigó: el Presidente, los ministros Fernández (Alberto y Aníbal), el gobernador (Felipe) Solá y (el ministro León) Arslanian. A estos últimos dijo que había que echarlos con los votos, con lo cual se postuló para la gobernación”. Según la fuente, que afiló el lápiz electoral, de presentarse Blumberg obtendría “con este discurso y este acompañamiento entre un 10 y un 15 por ciento de los votos. El problema del jueves es que D’Elía le hizo el juego, hizo crecer la marcha. Es un sujeto que le hace daño al Gobierno”, categorizó el confidente, haciendo blanco en quien mutó en cuco de la semana para el oficialismo. La letanía vitriólica contra el ex piquetero se reiteró en la mayoría de los despachos de peso de la Casa Rosada. Una muestra de destacados miembros del Gobierno:

- “Blumberg le dio contenido político a la marcha, indudablemente, pero D’Elía contribuyó a darle aún más.”

- “Nadie puede creer que D’Elía actuara autónomamente y que nadie pudo pararlo. Echamos a Lavagna del Gobierno, ¿cómo no vamos a poder echar a D’Elía, que cada vez que aparece genera un problema?”

- “El Presidente cometió, si no el primero, uno de sus primeros grandes errores, compartido por parte del Gobierno: los ataques a Blumberg en la semana previa y la aparición en escena de D’Elía terminó alimentándole y levantando la marcha. Por si fuera poco, el papelón de la contramarcha no podría haber sido peor. El viernes, Pérez Esquivel salió a matar a D’Elía, con toda la razón del mundo.”

- “Amedrentar a la gente que fue a la plaza, o dejar esa imagen en la sociedad fue muy dañino. Mucha de esa gente no discrepa con el Plan Económico. Otra gente, bastante, era fascistoide, otra no, otros están preocupados por la sensación de inseguridad.”

- “Lo de D’Elía fue un desastre. Ahuyentó incluso a los sectores medios progresistas. A nadie le gustan las patoteadas en una sociedad democrática.”

Qué hacer

“No le hemos encontrado la vuelta al fenómeno Blumberg. Todo terminó exagerándose. (En el Gobierno) creímos que los diarios, al otro día, iban a mostrar en la tapa dos marchas. Y no sólo no fue así sino que la contramarcha fue una expresión de patetismo”, se autocriticó impiadosamente un integrante de la administración nacional.

A partir de estas discusiones y duras críticas, siempre efectuadas intramuros y que nunca se reconocerán, en esta magnitud, en público –no es costumbre ni de este ni de ningún gobierno reconocer sus derrapes ante la sociedad– en la Casa Rosada han tomado decisiones respecto del arcángel de la mano dura y de su prenunciado lanzamiento a la carrera por suceder a Felipe Solá en la provincia de Buenos Aires.

Para comenzar, el trato dejará de ser con un referente social víctima del delito. A partir de ahora, en Balcarce 50 es un referente de la derecha, inminente candidato de la oposición. En segundo lugar, las especulaciones exceden esta última hipótesis, ya que el ingeniero, envalentonado por el análisis que él y su entourage hacen de la manifestación del 31, tiene intenciones de –más adelante– tentar a la fortuna para competir por el sillón de Rivadavia.

Además del contenido político que el ingeniero dio al mítin de la Plaza de Mayo, de los juegos de palabras que llevaron a la concurrencia a abuchear al Presidente y a sus principales ministros, y de sus intenciones electorales, en la balanza del Gobierno pesa la baja calidad de las propuestas efectuadas en el mentado petitorio. “Son inconsistentes, superficiales, leves”, calificó un especialista del Gobierno el vademécum draconiano de Blumberg y sus adláteres.

Suenan los tambores de nuevas levas. Si hasta ahora el ingeniero había sabido deslizarse en una estrecha línea de ambigüedad con el Gobierno, a partir de ahora deberá enfrentarse con la dureza y frialdad en la que esta administración es especialista cuando así lo quiere.

Un funcionario lo especificó gráficamente: “Cuando cruce el desierto y pida agua, le daremos sardinas”.

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