Vie 11.01.2002

EL PAíS

De las manzaneras a la Casa Rosada

› Por Luis Bruschtein

Algunas voces resentidas con el delarruismo –que son muchas– aseguran con evidente insidia que la máxima frustración de Inés Pertiné fue que los cacerolazos le impidieron asistir al casamiento de Máxima Zorreguieta con el príncipe heredero de Holanda. Hilda Beatriz “Chiche” González de Duhalde, que la sucedió en su cargo de primera dama, ya anunció que no viajará para codearse con la flor y nata de la realeza europea. Es una diferencia en el carácter de las dos últimas primeras damas. Pero en los parecidos hay un rasgo que las emparienta y que tal vez sea una condición necesaria para el cargo: el carácter fuerte, a veces con rasgos autoritarios, que se convierte en dolor de cabeza para colaboradores presidenciales, ya que no existe función más cercana que la que otorga el tálamo nupcial.
La política no figuraba en los proyectos de la niña que nació en Avellaneda hace 54 años, hija de un obrero del jabón, y que se crió en Lomas de Zamora. Pero el encuentro fortuito de la entonces joven y menuda maestra con el salvavidas de la pileta del sindicato de ceramistas, en Alejandro Korn, a quien sus amigos apodaban “Tachuela” por el tamaño de su cabeza, la llevó a los entretelones de una actividad que finalmente se convertiría en el eje de su vida. Al punto que si su actual función se cubriera por concurso, seguramente lo ganaría con su curriculum: fue dos veces primera dama de Lomas de Zamora –1974 y 1984–, dos veces primera dama de la provincia de Buenos Aires –1991 y 1995–, una especie de segunda dama, como esposa del vicepresidente en 1989, hasta convertirse en la actualidad en primera dama a secas, como culminación de esta carrera político matrimonial no elegida pero asumida con brío.
El de primera dama es el único cargo en la forma republicana de gobierno al que no se llega por concurso ni elección, sino al que está permitido legalmente acceder por lazos familiares. Sin embargo, las paradojas de la política argentina, hacen que “Chiche” Duhalde llegue a su cargo con más votos que su esposo ya que en su elección como diputada obtuvo casi 900 mil votos más que los logrados por su marido Eduardo cuando ganó el curul de senador por la provincia de Buenos Aires.
“Chiche” Duhalde tiene cinco hijos, cuatro mujeres y un varón, y dos nietos. Ninguno cedió a la tentación de la política –una de sus hijas es laica consagrada y reside en un convento de Arrecifes– y durante las gobernaciones y campañas electorales de Duhalde se mantuvieron en un discreto segundo plano, aunque ella siempre fue de su consulta permanente y luego colaboradora en el área más sensible para un político, que es su base social. Y por él aceptó salir al ruedo para disputar una campaña electoral en una situación que le era desfavorable. Aceptó participar y perdió, que siempre es más difícil que ganar.
Los políticos de los partidos tradicionales dudan cuando tienen que asumir funciones nacionales o provinciales porque los obliga a alejarse de su base de apoyo. Por lo general, sus colaboradores los reemplazan, los traicionan y les quitan el control de esa base. Después de la interna contra Antonio Cafiero, Duhalde logró controlar la estructura justicialista bonaerense. Cuando llegó a la gobernación necesitaba a alguien de su absoluta confianza al frente de las políticas sociales para no perder ese control. Su esposa asumió esa función y en medio de la catástrofe social del menemismo organizó la acción de las manzaneras: una mujer cada cuatro manzanas que se encargaba de administrar el programa alimentario provincial. Más de 20 mil mujeres en el conurbano y toda la provincia, que al mismo tiempo fortalecían la estructura del justicialismo.
Durante la gobernación, vivieron solamente un año en la Casa de Gobierno oficial. Usaban un piso en Lomas de Zamora además de la quinta Don Tomás, de San Vicente. Después vendieron el departamento y, en vísperas de la campaña presidencial, construyeron una casa en Lomas de Zamora, a pocadistancia de la casa natal del actual Presidente. La nueva vivienda estaba diseñada para quinta presidencial, con salas para otorgar audiencias y dependencias para el servicio. Ahora ella insistió en que no se alojarán en la Quinta de Olivos y que tiene su casa “para volver a dormir después de trabajar”.
Sus padres se separaron cuando ella tenía 15 años y algunos de sus ex colaboradores aseguran que aborrece a los hombres infieles, separados o divorciados y vueltos a casar y que son poco tolerados en su entorno. Se casó en 1971 con Eduardo Duhalde. O sea que llevan más de 30 años de matrimonio. Para otros, esa actitud proviene de su formación de católica practicante. Sin embargo, en las polémicas sobre el aborto tuvo una actitud menos flamígera que Carlos Menem o Carlos Ruckauf y defendió la necesidad de que el Estado asista a las mujeres aportándoles educación sexual y medios anticonceptivos.
Pero el rasgo sobresaliente de su personalidad, aseguran quienes la conocen, es su carácter fuerte. “Soy de convicciones fuertes, no sé si dura” ha reflexionado. Prefiere subrayar que es de Libra, el signo de la balanza, igual que Duhalde, lo que otorgaría “equilibrio” a las personas. En su entorno recuerdan más de una discusión que terminó con la poco libriana frase de “al que no le gusta que se vaya” o la energía con que descabezó a algún funcionario que no compartió sus puntos de vista. Carlos Menem está en su lista negra y además ha jurado que si llegaba a primera dama nunca recibiría a Diego Maradona o Guillermo Cóppola. Chiche es una primera dama dispuesta a ejercer el cargo.

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