Lun 26.02.2007

EL PAíS  › CUATRO DE CADA DIEZ PERSONAS SUFRIERON DISCRIMINACION EN EL CONURBANO BONAERENSE

Los números del prejuicio y la segregación

Una encuesta del Inadi indagó en las vivencias y percepciones de la discriminación en el territorio con mayores índices de pobreza del país. Quiénes son los discriminados; quiénes, los discriminadores. Los lugares donde se discrimina. La escasa reacción ante un caso concreto. Los conceptos prejuiciosos que permanecen naturalizados.

› Por Andrés Osojnik

Por ser morocho, por ser boliviano, por ser pobre. Por la vestimenta, por padecer obesidad, por tener una discapacidad. En boliches, en la calle, en los comercios, en comisarías, en las escuelas. Una encuesta les puso números a las víctimas de la discriminación en el conurbano bonaerense, a los motivos para el prejuicio y a los lugares donde ocurre. La investigación indagó en las vivencias y percepciones de esa población sobre el fenómeno. Y dejó al descubierto varios indicadores alarmantes. Casi cuatro de cada diez personas fueron discriminadas alguna vez. Más de la mitad vio que le sucedía a otro. Pero el 60 por ciento de unos y otros no hizo nada. El 80 por ciento cree que en la sociedad argentina hay “muchas” y “bastantes” prácticas discriminatorias, pero a su vez un buen porcentaje avala ciertas opiniones y actitudes prejuiciosas. Aquí, el mapa de la discriminación en el área de mayor concentración de pobreza del país.

El sondeo fue elaborado a pedido del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), como primer paso para elaborar un mapa de la discriminación en todo el país. La consultora que lo hizo fue Ricardo Rouvier & Asociados, sobre 350 entrevistas domiciliarias entre el 18 y el 30 de diciembre de 2006.

De los encuestados, el 94 por ciento era de nacionalidad argentina, el 3,1 de un país limítrofe y el 1,4 de otro país latinoamericano. El 3,4 por ciento acusó una discapacidad y el 27,1 dijo tener un familiar en esas condiciones. Casi el 70 por ciento se declaró católico; el 18,3, ateo; el 5,7, evangélico; el 2, judío y el 1,4, testigo de Jehová. De todos modos, seis de cada diez dijeron ser “sólo creyentes” y no practicantes. Respecto de la ideología política, el 60 por ciento dijo que no tenía ninguna; poco más del 20, de centroizquierda e izquierda, y algo más del 12, de centroderecha y derecha.

“Uno de los datos que nos impresionó gravemente fue el que constata que casi el 40 por ciento padeció algún acto discriminatorio. Y que más de la mitad lo presenció alguna vez –señaló María José Lubertino, titular del Inadi–. Esto habla de la extensión del problema, que es alarmante.”

De acuerdo con el sondeo, en el “ranking” de las discriminaciones sufridas o presenciadas figuran en los primeros cinco lugares las ocurridas en función de la nacionalidad de la víctima, de su nivel socioeconómico, del color de piel, de la obesidad o sobrepreso o de una discapacidad (ver cuadros).

A quienes padecieron u observaron una situación de discriminación se les preguntó si habían tomado alguna medida al respecto. El 60,7 por ciento dijo que no. Al 39,3 que aseguró que sí, se le consultó a su vez qué tipo de medida había tomado. El 35,2 por ciento dijo que lo hecho fue “dialogar”; el 20,5, “ayudar/defender”; el 12,5, “enfrentar al discriminador”; el 11,4, “me enojé, presenté una queja”; y el 6,8, “me retiré del lugar”. Más alarmante aún fue la pregunta sobre “cómo caracterizaría la reacción de las personas presentes” en una situación de discriminación. Siete de cada diez dijeron que hubo “indiferencia”. El 15,5 por ciento, que hubo “comentarios de reprobación aislados”, y sólo el 6,6 por ciento, “interviniendo directamente contra el discriminador”. El 4 por ciento aseguró incluso que la reacción fue “de apoyo al discriminador”.

Lubertino advirtió que “el hecho de que la abrumadora mayoría opte por la indiferencia ante la discriminación implica un desafío: tenemos la tarea de mostrar a la sociedad que hay algo por hacer, que el Estado está por detrás”. Precisamente, el mapa de la discriminación que arrancó con el estudio en el Gran Buenos Aires implicará para el Inadi “una herramienta para la definición de políticas públicas, de focalización de las campañas y de instrumento para el diálogo con las autoridades de cada provincia y de cada ciudad”, indicó la funcionaria.

Según la encuesta, en el conurbano, el 83,8 por ciento asegura que existen “muchas/bastantes” prácticas discriminatorias en la sociedad argentina. Sólo el 15,2 dice que hay “poco o nada” y un insignificante uno por ciento dice que no sabe. Las víctimas de la discriminación son, en la percepción de los encuestados, las siguientes, en este orden (ver porcentajes en cuadros): las personas pobres, las personas con sobrepeso, las portadoras de enfermedades contagiosas, las personas con discapacidad, los extranjeros de países limítrofes, las minorías sexuales, las minorías religiosas, las personas mayores, los jóvenes, las mujeres, los niños. Quienes más discriminan en el país, de acuerdo con la opinión de los habitantes del conurbano, son en primer lugar “los sectores socioeconómicos privilegiados”, luego “la población en general”, en tercer lugar “los empresarios”, luego “la clase media”, “los políticos y políticas” y “los medios de comunicación” (sólo se consignan aquí los que figuran en los seis primeros casos). “Un aspecto llamativo de las respuestas en el conurbano –apunta Lubertino– es que se identifica con claridad a los ‘poderosos’ económicos o sociales como los responsables de actos y situaciones de discriminación.” En la Capital Federal el estudio (aún en marcha) indica que esa identificación es más etérea: se acusa a la sociedad en general más que a un sector económico determinado.

Otra particularidad del conurbano es la identificación de los grupos más afectados por la discriminación en el país: en la percepción de los encuestados, en primer lugar figuran los inmigrantes bolivianos (52,3 por ciento); los sectores socioeconómicos desfavorecidos (48,3), los inmigrantes peruanos (30,6), los inmigrantes paraguayos (24,3), los gays, lesbianas y travestis (24), las personas con discapacidad (24), los judíos (17,1), los inmigrantes chinos (14,6), los inmigrantes chilenos (11,7), las personas mayores (9,4), otros inmigrantes (8,9), las mujeres (5,4), los obesos (5,1), la gente de piel oscura (3,7), los islámicos (2,9), los adictos (2), los enfermos de sida-VIH (1,7).

Hasta aquí, los encuestados demostraron cierta “corrección política” a la hora de contestar. El Inadi indagó entonces sobre el grado de acuerdo respecto de una serie de frases de contenido discriminatorio o prejuicioso, muchas de ellas repetidas con asiduidad por algunos medios de comunicación o dirigentes políticos y sociales. El 66,6 por ciento se mostró “de acuerdo” y “más o menos de acuerdo” con que “la mayoría de los delincuentes no tiene recuperación”. Con la frase “si mi hijo fuera homosexual, me tengo que ocupar y lo llevaría a un profesional de la salud”, el 45,5 contestó con esas dos opciones. También el 45,1 adhirió a la idea de que “la mayoría de los drogadictos son delincuentes”. El 52,8, al concepto de que “los trabajadores que vienen de países vecinos lea quitan posibilidades a los trabajadores argentinos”. “A mí me parece bien que el Estado se ocupe de resocializar a los delincuentes, pero yo no emplearía a ninguno”: 45,7 por ciento contestó siempre con la suma del “de acuerdo” y “más o menos de acuerdo”. A la frase “las mujeres tienen más complicaciones para trabajar, entonces es lógico que para un mismo trabajo ganen menos”, adhirió el 26,3 por ciento, una cifra menor que las anteriores pero igualmente preocupante. Por último, sólo el 16 por ciento estuvo “de acuerdo o más o menos”, con que “los musulmanes y judíos ortodoxos que uno ve por la calle deberían vestirse como todos”.

–¿Qué significa está contradicción entre la alta percepción sobre la discriminación en la Argentina y la adhesión a este tipo de lugares comunes del prejuicio social? –preguntó este diario a Lubertino.

–Significa que son prejuicios que ni siquiera están autopercibidos. Si los encuestados los percibieran como tales, posiblemente no los admitirían. Pero aquí respondieron con sinceridad. Esto significa que la situación es mucho más grave y requiere de un compromiso muy fuerte para el cambio.

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