En Mendoza, donde participa de la Fiesta de la Vendimia, el ex ministro de Economía se mostró con sus aliados de la UCR. También mantendrá reuniones con dirigentes del Partido Demócrata.
› Por Eduardo Tagliaferro
Desde Mendoza
No lo dijo con todas las letras. Lo insinuó. Aun con ese puntilloso cuidado Roberto Lavagna afirmó por primera vez que un radical podría ser su compañero de fórmula en las presidenciales del 2007. “Sería muy lógico”, respondió cuando este diario lo consultó por su armado político. Momentos antes, el titular de la UCR a nivel nacional, el jujeño Gerardo Morales, había cargado contra su correligionario, el gobernador mendocino Julio Cobos. Las palabras de Lavagna fueron una música agradable para los oídos de los radicales. Para algunos, claro está. No fueron pocos los que anotaron al mendocino y titular del bloque de senadores nacionales, Ernesto Sanz, como el probable candidato. Muy cerca de Lavagna, Sanz no hizo pronósticos.
Paseando su traje de candidato opositor, Lavagna aprovechó la ocasión para anudar un acercamiento con los miembros del Partido Demócrata de Mendoza. Una sigla partidaria que tiene todo su peso en la provincia. Los gansos, como los denominan a estos dirigentes conservadores que gobernaron en varias ocasiones Mendoza, van en línea con los sectores que Lavagna fue acercando en sus giras por las provincias.
En diálogo con Página/12, Lavagna señaló sobre los radicales que lo acompañan en su proyecto presidencial que “sería muy lógico, en el marco de una concertación política como la que estamos construyendo, que a un presidente justicialista lo acompañara, en la vicepresidencia, alguien de origen radical. Por otro lado, sería históricamente un gran progreso por parte de los grandes partidos de Argentina, porque estando ambos fuera del Gobierno, lo habían intentado dos veces –en los años ’40 y en los ’70– sin poder concretarse”.
Sobre sus alianzas, Lavagna señaló que no había que apurarse. Lo repitió una y otra vez. “Hay tiempo, no hay que apurarse.” Cuando este diario le insistió, se autopresenta como un dirigente fuera de la política, por lo menos de la tradicional: “Yo trabajo en torno de ideas, programas y equipos. Al final vendrá el armado de los espacios. Yo no soy un político, siempre estuve vinculado a la política pero no lo hago del modo tradicional”, dijo.
Cuando este diario le preguntó si la salida de Mauricio Macri del escenario nacional abría puertas para un acercamiento con ese espacio político, medido, como acostumbra, se limitó a decir: “No lo sé”. Unos minutos antes, uno de sus aliados, precisamente Morales, fue un poco más allá. “La decisión de Macri atenúa la fragmentación de la oposición”, fue su respuesta. Claro que en ese terreno tendrán que vérselas con otro ex radical: Ricardo López Murphy. El Bulldog se cansó de reclamarle a Macri el espacio nacional. Tampoco oculta sus recelos contra Lavagna, a quien lo inhabilita por haber trabajado con el gobierno de Néstor Kirchner.
A Lavagna no se le escapa que la competencia electoral con el oficialismo no será sencilla. A los radicales tampoco y por ello, con mucho pragmatismo, comienzan a mirar a Macri con otros ojos. Cuando se lo consulta a Lavagna por los apoyos que el kirchnerismo logra entre radicales o algunos de los partidos cercanos a él, señala que el Gobierno apela a las tres P: “Plata, puestos y presión para quienes no aceptan ninguna de las dos cosas”. Hoy Lavagna continuará su bordado en Mendoza. Se reunirá con los radicales Morales y Sanz, con Gabriel Llano del Partido Demócrata, con José Luis Martiarena del PJ y con el ex diputado nacional Daniel Esaín. También se verá con los miembros mendocinos del MID. Un abanico tan amplio como heterógeneo.
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