EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
Elegir el tema políticamente más destacado de la última semana no ofrece dudas.
Hablamos de “política” en la acepción más extendida y aceptada de la palabra. Una aclaración que siempre vale, porque también es “política” la renovada y enfermiza cobertura periodística de la nueva internación de Maradona, los santafesinos que con recurrencia quedan bajo el agua y los avatares del marido Carrascosa en el juicio por la muerte de su mujer. No hablamos de esa “política”, sino de lo que la percepción popular identifica como tal cosa. Por tanto, lo sobresaliente fue que el jefe de Estado embistió contra las demoras, en acelerar las causas contra represores de la dictadura, de uno de los tribunales más importantes del país; que se le vino medio mundo encima por haber osado criticar a ese órgano judicial, al habérselo interpretado como una presión o intromisión descarada de un poder contra las libertades y responsabilidades de otro; que la propia Corte Suprema le llamó la atención al Presidente (aunque la jueza Argibay aclaró que el llamado de atención fue general), y que el Presidente cantó retruco. Reforzado con otras palabras: Kirchner se queja en público de unos jueces con olor milico, sus opositores partidarios y periodísticos dicen que eso no es propio de una República donde debería regir la división de poderes, la Corte avala más o menos a estos últimos y el Presidente sube la apuesta preguntando, a la suya, si como ciudadano –el más significativo pero, de última, ciudadano– acaso le está vedado opinar sobre lo que ocurre en una esquina de la Justicia.
¿Qué quedó (olvidado o no registrado a sabiendas) en medio de esa ensalada completa? Pues nada menos que: gente inteligente y progre pegada a unos jueces indigeribles amañados durante el período de la rata; y el Presidente aliviado, en lugar de inquieto, porque sólo debió responderle a esa paparruchada de las señoras gordas y señores gordos del periodismo y los opositores. La pregunta para Kirchner podría y debió haber sido (y en esto sí tienen parte de razón quienes se quejan de que K no concede conferencias de prensa, concediendo que, si las hubiera, alguien se animaría a preguntárselo, porque de hecho no lo hacen quienes sí acceden): “Presidente, si tanto le preocupan los derechos humanos y la sanción a los genocidas, ¿por qué sus diputados volvieron a dejar vacío el recinto cuando se trató se sancionar la nulidad de los indultos a Videla&Cía, hace una semana?” “¿Por qué, Presidente, permanecen en la Justicia miles de causas abiertas contra manifestantes populares y usted no mueve un pelo presionando para que se eliminen?” “¿Por qué, Presidente, no se hace cargo de eso mientras les reclama a unos impresentables que apuren las causas contra los asesinos de sus ‘hermanos’?” “¿Por qué, Presidente?”
En lugar de eso, gente apreciable concluyó defendiendo a ¡¡¡Bisordi!!! por acción u omisión. Gente apreciable que, caramba, no interpretó que había “presión sobre la Justicia” cuando, a pocas horas de asumido, Kirchner usó la cadena nacional para pedirle al Parlamento que acabara con Julio Nazareno, titular de la Corte ratuna. En esa circunstancia no se le ocurrió a nadie que ese reclamo presidencial era una intromisión en otro poder, porque Nazareno pagaba uno con veinte. Porque se trataba de que el primer mandatario mostrase autoridad frente a una herencia insoportablemente corrupta. Ahora, en cambio, la misma actitud presidencial, pero cuando la marcha de la economía deja flancos flacos para entrarle duro al oficialismo, despierta que K es un autoritario entrometido. No jodan. Si no tienen lo que hay que tener para correr a Kirchner por izquierda, o por derecha legítima, mantengan un silencio pudoroso. Pero no salgan a defender a ¡¡¡Bisordi!!!, quien fue capaz de decir que esto no se vio ni durante el Proceso, bajo el paraguas de custodiar la independencia de poderes y en aras de una “salud republicana” que les importó tres pitos cuando fue cuestión de acostar a la lacra menemista de la Corte Suprema. Gente apreciable que incluso llegó a argumentar que ¡¡¡Bisordi!!! es buen tipo. Sí: Camps era un abuelito que quería a sus nietos y los llevaba al jardín, igual que Etchecolatz, Massera, Suárez Mason y el Tigre Acosta. En serio, no jodan.
Esto es política, muchachos. Y el Poder no se discute, se ejerce. Si quieren cargar contra Kirchner, hay para elegir. Tiene una forma doble-discursista de ejercer ese poder, él y su séquito, que ofrece agujeros numerosos. Eso de reclamarle urgencia a la Cámara de Casación contra los represores, mientras sus diputados no bajan a votar contra los indultos de la rata. Eso de quejarse contra la concentración de medios de comunicación en pocas y poderosísimas manos, mientras les renueva las licencias de radio y tevé. Eso de que le hace el acto a Chávez, en Ferro, y después aclara que no tuvo nada que ver con el acto. Eso de que si es necesario recurre a Scioli, un menemista, para ganar en la provincia. A Scioli y al apoyo de todo el aparato del patoterismo duhaldista bonaerense, que sigue cargándose gatillo fácil y corrupción mientras él, Kirchner, reclama por los derechos humanos.
Si va a cuestionarse en serio al kirchnerismo, que se vaya por ahí o por otros cuantos aspectos. Pero pegarle por que aprieta a ¡¡¡Bisordi!!! y a los jueces como él, es horroroso. Es poco serio (que es peor que horroroso) tomarse de ahí, de la división de poderes, cuando está en juego la sanción de los crímenes militares. Es una deshonestidad intelectual, que en el caso del “periodismo independiente” –tan afecto a este tema en los últimos días– representa su estatura moral, asumida o “ignorada” a favor de provocar escándalo. Y revela por qué el conjunto de la oposición, al menos como están las cosas a valores de hoy, se pregunta cómo es probable que el oficialismo, en octubre y aledaños para atrás y adelante, vaya a darse un paseo. ¿O alguien cree seriamente –está bien, mucho “alguien” ya lo creyó después de la “derrota K” en Misiones– que al pueblo le interesan las demoras en la Cámara de Casación y el discurso K hacia ella? Es más: ¿alguien sabe qué es exactamente la Cámara de Casación, por fuera de la gente de izquierda que avala la presión de Kirchner contra ella y de la gente de derecha que cree que las masas deberían preocuparse por saber cómo Kirchner la presiona?
Hagan una encuesta (ya circuló alguna en las últimas horas), y van a encontrarse con que arremeter contra K, por ese tema, es tan creíble como los índices del Indek.
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