Vie 06.04.2007

EL PAíS  › COMO ERA CARLOS FUENTEALBA

“Temía una trampa”

› Por Alejandra Dandan

Los maestros tardaron varios días en decidirlo. El corte de las rutas en el circuito turístico de la provincia, sabían, iba a cerrar las posibilidades de un diálogo con el gobierno de Neuquén. El sábado y domingo pasado lo analizaron. Llevaban cuatro semanas de paro y ante la falta de respuestas oficiales decidieron avanzar. Carlos Alberto Fuentealba estuvo entre los maestros que analizaron la medida, incómodo no por el corte sino por el lugar. Estaba convencido, dicen sus compañeros, de que el lugar elegido era una “trampa”.

“Era uno de los que opinaba que estratégicamente el corte se hacía en la boca del lobo, en una zona peligrosa: por los rumores que había, por las distancias con la ciudad, creía que era un lugar muy complicado pero sentía que igual tenía que continuar.”

María del Carmen Lara estuvo con Carlos Fuentealba durante sus últimas horas de vida, cuando llegó al Hospital Central de Neuquén, casi en estado de coma, con la cabeza estallada por la granada que le lanzó por la espalda uno de los policías de Neuquén.

“Soy una amiga personal y compañera de lucha”, dice ella. “Estuve estos dos días con él, acompañándolo porque fue una larga espera. En realidad, llegó muerto, pero era necesario esta larga espera para hacer los estudios y declararlo muerto. Murió en el piquete porque ni siquiera alcanzó a salir de la ruta cuando volvieron a atacarlos por atrás: a quemarropa, lo dejaron con su cerebro molido, entonces no había recuperación posible.”

A las 20 de ayer, un parte médico dio a conocer la noticia de la muerte. María del Carmen, la familia y los maestros de las tres escuelas en las que Carlos daba clases quisieron estar ahí para que la información del parte médico no fuera lo último que se conociera sobre él.

Carlos nació en el año del onganiato, 1966. Creció en el campo de una familia muy pobre, cerca del lago Lanín, en San Martín de los Andes, a unos 400 kilómetros de Neuquén. En esa ciudad llegó a hacer la escuela primaria pero hizo la secundaria en un industrial de Neuquén varios años más tarde. Ahí se recibió de técnico químico, empezó a trabajar para mantenerse y como pudo intentó empezar a ser docente.

En los años que siguieron hizo de todo, trabajó en un laboratorio, en un supermercado y en una fábrica de jugo mientras viajaba en bicicleta para costearse los estudios. Sus amigos creen que su formación política empezó en los años del secundario cuando trabajó en la Uocra. Patricia Varela es la directora del secundario de la Cuenca XV, uno de los barrios más pobres del oeste de Neuquén y una de las escuelas donde él daba clases. “Desde adolescente –dice ella– consiguió un trabajo de administrativo en la Uocra, donde empezó a involucrarse en las luchas por un mejor salario y mejores condiciones de vida, después se recibió de docente, hace dos años y desde ahí acompañó a los amigos activistas en cada lucha.”

Carlos ahora tenía 40 años, dos hijas de 10 y 14 años y apenas un par de años de docente recibido. En estos años de todos modos hizo de su entrega un compromiso. Los maestros de la Cuenca lo eligieron delegado gremial y los alumnos le dieron el año pasado el premio del “rey del colegio” como mejor profesor. Con su mujer compartieron los acuerdos por este y otros muchos piquetes, con turnos alternados para cuidar a las hijas. El miércoles volvieron a turnarse. Ella se quedó en casa, él se fue.

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