EL PAíS › REPORTAJE A NORMA GIARRACCA
Socióloga, especialista en protestas sociales, explica las razones del pico de protesta docente: la rotura de un discurso del “no se puede”.
› Por Alejandra Dandan
Norma Giarracca es directora de la maestría de investigación de la UBA, coordinadora del grupo de trabajo de estudios rurales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), del Instituto Gino Germani y especialista en estudios de movimientos sociales y rurales. Seguidora de los movimientos de protesta social en las provincias en los ’90, tras la crisis de 2001 extendió el análisis a todo el país. Estudió las protestas frente a coyunturas electorales, analizó los reclamos de los docentes, las formas de intervención del Estado frente a las movilizaciones y, en los últimos años, se detuvo a pensar las razones de las políticas económicas reales y posibles en el país del “que se vayan todos”. En 2001, dice, se rompió el dispositivo menemista de “es esto o el caos, ahora no le podés decir a la gente que no se puede repartir, ésa es la gran furia”.
–¿Cuál es su lectura de lo que sucede con los docentes?
–Las movilizaciones de los maestros y los reclamos por la educación pública son constantes en democracia. No empezaron en los ’90, empezaron con Alfonsín y las marchas blancas. No es cierto aquello de que los sectores medios no se habían movido hasta 2001. Los maestros han sido una constante en los ’80, ’90 y ahora. En los ’90 fueron muy particulares porque con un origen sindical y una demanda sectorial lograron convertirse en un movimiento. La instalación de la carpa docente en el ’97 fue un hito porque fue el lugar que permitió la articulación de la protesta.
–¿Qué significó esa articulación?
–Era el lugar por donde pasaban los que reclamaban por la tierra cuando viajaban a Buenos Aires o los que pedían por alguna otra cosa. Todo se anunciaba en la carpa docente. Planteó una universalización de las demandas sectoriales, y hay que acordarse de que la Alianza nació al calor de esa carpa y no porque era docente y afín a los sectores medios sino porque era un lugar de articulación de protestas, y por lo tanto interesante para cualquier político.
–Esta protesta tiene como centro al interior. ¿Cuál cree que es la particularidad de esta época?
–En años electorales hay una suba del número de protestas, también de los maestros. Por ejemplo, 1995 fue uno de los picos más altos; bajó después de la reelección y volvió a subir en 1997 y alcanzó los niveles de 1995 en 2001. ¿Qué significa esto? Que estos sectores mantienen la esperanza de la promesa electoral. Piensan que en el año electoral pueden tener un diálogo para recordar sus demandas. En realidad ahí hay una demanda sectorial, la del salario, y una demanda universal, que es la de la educación pública, por esta conjunción ese proceso es muy interesante.
–En 1997, el año de la instalación de la carpa docente, se produjo la muerte de Teresa Rodríguez, también en Neuquén.
–Como recordaron ustedes en Página/12, Teresa Rodríguez aparece en Cutral-Có y ahí empieza un ciclo de protestas. No quiero decir que la historia se repita. Las protestas docentes son una constante en la democracia y siempre tuvieron mucho apoyo de la población.
–Si no se repite, ¿hacia dónde va la historia?
–El modelo de los noventa que se presentaba como la única salida se cayó en 2001. Se desarmó el modelo bajo el cual Menem había creado la base de su consenso, aquello de que “es esto o el caos”. Esa posibilidad de salida única, la cuestión de la resignación, es el dispositivo que se rompió en el 2001. No es que se rompió el modelo, lo que se rompió es el dispositivo ideológico comunicacional. Ahora no le podés decir a la gente que no se puede repartir. Esa es la gran furia de los maestros. Todos los días se habla de crecimiento del 8 por ciento, del aumento del precio del barril de petróleo. Así, esto de que es la única salida no se puede repetir.
–Se supone que los conflictos docentes se agudizaron en las provincias con mayor rentabilidad y Neuquén tiene renta petrolera. ¿Por qué el Gobierno no intenta un acuerdo para desactivar la protesta?
–Porque parten de un planteo de inestabilidad del modelo económico: si les tienen que pagar a los docentes, se queden sin plata para pagar la política. El nuevo modelo económico de “agronegocios” globales es altamente inestable por los vaivenes del mercado externo. Raúl Zibecchi es un intelectual latinoamericano que suele publicar en Brecha de Uruguay, y me ayuda a pensar. El había empezado a pensar en esta cuestión de los gobiernos populistas, y en mi trabajo retomo la idea de que el modelo del petróleo o de las pasteras no permitieron superar el neoliberalismo en la primera década del siglo XXI. El neoliberalismo no es unívoco, tiene etapas, se trasforma. Se ha pasado del modelo de la renta y de la ganancia representado por la privatización a un modelo distinto, el de agronegocio. Agronegocio, sintéticamente, significa una apuesta por el mercado externo y que de alguna manera tiene entre sus características fundamentales un rechazo a lo que sea pequeña propiedad o unidad productiva. Tiende a la concentración de recursos, tierras o capital no voluntariamente sino por su lógica de reproducción o de ganancias. Como esa lógica se va de bruces, el modelo se vuelve peor que las transnacionales, porque por lo menos se articulaban con pequeñas o medianas unidades de producción. El agronegocio es de gran extensión, es la lógica de los grandes negocios y es muy difícil que se dé el funcionamiento democrático de la integración. Uno puede decir que el Estado está teniendo niveles de ingreso altos, entonces por qué no redistribuye.
–¿Y por qué no lo hace?
–Creo que hay una cosa engañosa al pensar que tienen una vocación política distinta a los ’80. Son políticos que tienen más como objetivo la generación de consenso para mantenerse, la búsqueda del consenso de los grandes actores económicos. Por eso pueden enfrentarse a las privatizadas, pero no pueden enfrentarse a los nuevos actores económicos, porque son los que dan el consenso y los niveles de ingresos que se necesitan. Como el agronegocio es absolutamente inestable, saben que tienen reservas para hoy pero no saben lo que van a tener para mañana. Por eso no quieren comprometer sus ingresos en una política de redistribución. Necesitan ingresos para hacer política y no pueden comprometerse a pagar sueldos mucho más altos porque no saben qué va a pasar con esos ingresos. Lo mismo sucede en Brasil o Venezuela. Kirchner no es más o menos reaccionario que Chávez, es este nuevo progresismo con sentido de la realidad, pero que no tiene efectos de ciudadanización real en la sociedad civil que no está enganchada a este modelo económico. Si antes en la industria del automotor se necesitaban obreros con sueldos altos para consumir los coches, hoy el modelo del oro de las minas, de la soja o de la pasta de papel plantea que venden al mercado externo.
–Neuquén sería el exponente más brutal.
–Neuquén y Romero, no nos olvidemos de Salta. Ellos comparten esto con el modelo nacional, pero piensan que si no hay consenso y sí hay protesta, hay que reprimir con todo. No es casual que junto con Macri y Blumberg compartan el mismo discurso de reprimir de una vez para que esto termine. Ahí sí hay una diferencia, Kirchner judicializó la protesta pero no quiere represión.
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