Raúl Vila lleva 40 años en Merlo. Está al frente de cinco capillas y dos guarderías. Es el referente de un amplio espacio político que lo postula como candidato a intendente.
› Por Miguel Jorquera
La calle de tierra frente a su vieja casona del barrio El Pericón está repleta de volantes que lo acusan de “buchón”, de “no obedecer al Papa” y que las comunidades religiosas que lo apoyan son “aguantaderos de delincuentes, ladrones y traficantes de drogas”. El padre Raúl Vila ya se acostumbró a convivir con la persecución ideológica y las amenazas, desde que se convirtió en el referente de un amplio abanico político –que va desde casi todas las organizaciones sociales K hasta partidos marxistas– que lo postula como candidato a intendente de Merlo para enfrentar a Raúl Othacehé y su poderoso aparato pejotista. “El quiere que todo el mundo se resigne. No admite contra. Vive en un mundo como Nerón, sin democracia ni mucho menos derechos humanos. Othacehé no admite opinión distinta”, dice a Página/12 el cura de 71 años, que en los ’70 pintó paredes con la consigna “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, adhirió a la Teología de la Liberación y fue amigo de Carlos Mujica, el sacerdote tercermundista asesinado por las Tres A.
“Todavía no que me candidateé a nada”, afirma Vila para atajar cualquier conflicto con la iglesia que cuestiona pero que no está dispuesto a abandonar. Lleva 40 años en Merlo como sacerdote, al frente de cinco capillas y dos guarderías –una de ellas en la villa Isla Soledad– donde “las mujeres solas, abandonadas, dejan a sus chicos, unos 250, para poder ir a trabajar”. “La Iglesia es mi vida y voy a morir cura”, insiste ante este diario como una demostración de fe. Pero no puede dejar de entusiasmarse cuando su casa se llena de personas que van a contarle los problemas que tienen en los barrios o cada vez que se pone al frente de un plenario de militantes políticos para discutir propuestas que modifiquen esas realidades.
Vila ya ha sido víctima de una metodología a la que no escapa ningún opositor en Merlo: la difamación personal. “Yo no largué la pelota. Alguien en una entrevista dijo que yo era el pollo de Kirchner en Merlo, ahí comenzaron los ataques. Decirme a mí buchón es problema de él. Yo puedo hablar de mis amigos desaparecidos. En mi iglesia hay una placa donde se recuerda a tres compañeros desaparecidos que son de mi parroquia”, afirma Vila sin dudar de que los ataques y los volantes que lo acusan de “entregar a los compañeros”, “vienen de Othacehé”.
El jefe comunal es un duhaldista histórico que manejó el municipio con mano de hierro a lo largo de 12 años de sus tres mandatos consecutivos –ahora va por el cuarto–, en los que nunca hubo lugar para ninguna, aun incipiente, propuesta opositora de cualquier signo. A mediados de 2003, grupos opositores y de derechos humanos denunciaron una importante cantidad de “muertes dudosas” y de “brutales hechos policiales” en Merlo, de las que –según las denuncias– el intendente no sería ajeno. Pero la “carpeta” aún sigue dando vueltas en despachos oficiales y judiciales.
En su disputa con el intendente, los movimientos sociales kirchneristas ya transformaron al sacerdote Vila en su bandera. “Merlo tiene Kura”, dice la consigna que suscriben el Movimiento Libres del Sur, la Federación de Tierras y Viviendas, la Agrupación Paco Urondo, y la Corriente Nacional y Popular 25 de Mayo. A la que también se sumaron partidos marxistas como el Partido Comunista, el Movimiento Territorial de Liberación, el Partido Socialista Auténtico y Tres Banderas.
“En el grupo que me rodea, somos todos del ’73 y venimos juntos desde antes, salvo un momento de dispersión en el que rajó cada uno como pudo, o la mitad. Yo me dediqué siempre a los más débiles, a los que no pagan, como digo siempre. También debe ser por eso que algunos me postulan. Y algo, porque no se han equivocado quienes gobiernan. Otros porque creen que ‘el cura es intocable’, eso con Othacehé no existe”, dice el padre Raúl como una escueta síntesis de su historia militante, de quienes lo postulan como candidato y para clarificar que no será una tarea sencilla. Un día antes de que Página/12 entrevistara a Vila, una llamada telefónica preocupó al sacerdote. “Te vamos a cerrar las guarderías”, le dijo una voz anónima. “Las guarderías tienen 40 años, ahí vienen los chicos, la mayoría de mujeres abandonadas. No son chicos huérfanos, lo mío no es dormitorio, es una guardería de siete a siete (horas), porque la mayoría de las madres trabajan en Capital. Hay bebés de seis meses hasta nenes de doce años”, explicó Vila indignado por la “amenaza” que involucra a los chicos.
–¿Usted cree que esas amenazas vienen de Othacehé?
–Es el comentario de mucha gente. Aquí, el que empieza a levantar cabeza en el orden político es comprado o retirado. No se puede tener una opinión distinta y tiene una camarilla exclusiva para aplacar todo eso. Hay alguien que todos los días me papelea mi casa.
Vila sabe que no es el único. Conoce, “porque los he recibido en mi casa”, que “un montón” de personas viven “amenazadas y atemorizadas por reclamar justicia” en no pocos casos donde los familiares de las víctimas apuntan “a la policía y el poder político” local. “Pobre del que cae en una comisaría”, afirma el sacerdote para explicar que la policía de Merlo tiene un trato discrecional con la gente humilde y no duda sobre sus vínculos políticos y judiciales: “Estoy seguro que a la policía la maneja Othacehé, y a algunos jueces del Departamento Judicial de Morón también”.
Otros miembros de la iglesia de Merlo también fueron objeto de “persecución y amenazas”. Al propio obispo de la diócesis Merlo-Moreno, Fernando Bargalló (que también preside Caritas para toda América latina), militantes de Othacehé le “cascotearon” la capilla donde daba misa en apoyo al trabajo social que un grupo de laicos hacía en uno de los barrios de Merlo. “Una vez Othacehé lo llamó a Bargalló y le dijo: ‘Usted no se meta en lo social’. Cómo la Iglesia no se va a meter en lo social, en donde vivimos. El se cree el dueño de Merlo”, comentó Vila para luego explicar su relación con el propio intendente: “A mí nunca me llamó. Cuando era joven venía a mi casa. Cuando él fue intendente yo fui a saludarlo y salió defendiendo a (Domingo) Cavallo, que iba a solucionar los problemas de la gente. Esa era la hipótesis y el plan de los ricos. Si el capitalismo no tuviera esclavos no funcionaría”, sentenció el sacerdote.
–¿Cuál sería el eje principal de una plataforma política para Merlo? –preguntó Página/12.
–Merlo necesita terminar con los caudillos. Conozco la Argentina, lo que pasa en San Luis o Salta. Allí hay una desigualdad total, llamalo racismo. Cabecitas negras, negros son palabras malditas. Lo primero que habría que hacer es tratar bien a la gente, devolverle su dignidad de ciudadanos. Eso no sucede en Merlo.
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