EL PAíS › SINDICALISTAS AGREDIERON A ALICIA KIRCHNER EN RIO GALLEGOS
La hermana del Presidente comía en el restaurante Roco cuando la vio una maestra. Hubo una cadena de mensajes de texto, la rodearon y le armaron una manifestación. La ministra se negó a ser custodiada y a salir por la puerta trasera. Fue atacada con harina, huevos y manotazos por tres cuadras.
› Por Miguel Jorquera
Desde Río Gallegos
Alicia Kirchner entró al céntrico restaurante Roco de Río Gallegos junto a sus hijas y un grupo de amigos. Una maestra se levantó “indignada”, escribió el mensaje de texto y la cadena que armaron los maestros en huelga volvió a funcionar. A los pocos minutos unas 30 personas “escrachaban” a la ministra y hermana del Presidente en la puerta del local. Una hora más tarde, y después de desechar un cordón de seguridad que le ofrecieron los dirigentes docentes, Alicia dijo que iba a “caminar las calles de mi ciudad como lo hice siempre”. No bien pisó la vereda, envuelta en una nube de cámaras y flashes fotográficos, volaron un paquete de harina y varios huevos que la dejaron blanca, perdió los lentes, recibió patadas y varios tirones de pelo. Así, caminó casi tres cuadras por el centro de la ciudad mientras que los manifestantes, que ya eran cientos, la insultaban y coreaban el clásico “fuera, fuera”, hasta que una Ford Explorer la sacó del lugar. En un día sin contactos entre el nuevo gobernador y los docentes, la tensión que reina en la ciudad volvió a ganar las calles y esta vez los más exaltados desbordaron a los propios dirigentes gremiales que se desvincularon de los hechos de violencia. En conferencia de prensa junto a Alicia, el gobernador Daniel Peralta afirmó que “la cobarde agresión aleja la posibilidad de un acuerdo”. Adosac de Río Gallegos votó otro paro de cinco días a partir del lunes.
A pesar del día soleado, el clima en el campamento que los docentes montaron frente a la gobernación santacruceña no era el mejor. Pasaban las horas y no había noticias del inicio de alguna negociación con el flamante gobernador Peralta o de alguna oferta salarial, que nunca llegó. Hasta que empezaron a sonar los teléfonos celulares. “Alicia K está en Roco”, decía el mensaje de texto. La cadena se multiplicó y los manifestantes empezaron a concentrarse frente al restaurante de la Avenida Roca.
Primero llegaron los maestros y algunos curiosos. Los comensales empezaron a pagar sus cuentas y salir del restaurante cuando los redoblantes y una doble fila de coches, que sobre la céntrica avenida no paraba de hacer sonar sus bocinas, tornaron insoportable el almuerzo tardío. La única camioneta policial que pasó por el lugar se abrió paso también a los bocinazos. Los manifestantes lo festejaron como una adhesión. Al caer la tarde, Peralta, junto a Alicia, admitió desde la Casa de Gobierno que la ministra se negó a recibir protección policial, incluso cuando había quedado cercada en el restaurante (ver aparte).
Rápidamente creció la cantidad de manifestantes. Improvisaron carteles que pegaron sobre la vidriera del amplio salón que da a la calle: “Mozos, sean dignos, no la atiendan” y “Dónde están los 500 millones del pueblo” (sobre los fondos de Santa Cruz en el exterior). “Que se vayan todos” y “Es para el Lupo (en referencia al Presidente) que lo mira por TV”, eran los cánticos que más se repetían. Ya estaban los municipales de Río Gallegos con sus ropas de trabajo y otros llegaron cuando la noticia se difundió por las radios locales.
Alicia, que compartía la comida con sus hijas, su yerno, el cura Juan Carlos Molina y un grupo de mujeres, trató de ignorar el “escrache” y se negó a utilizar la puerta trasera del local para retirarse. “Nunca salí ni por la puerta de atrás ni la del costado, siempre he dado la cara por todos mis actos”, diría después en la Rosadita, como llaman a la casa de gobierno provincial los santacruceños. “Lo peor que podría hacer en este momento es victimizarme. Nunca pensé que se iba a desatar esta violencia”, agregó todavía conmovida.
En el restaurante, una docente “de San Julián” se animó a ingresar y hablar con la ministra en medio del escrache. Alicia la despidió con un beso. Luego entró un grupo de municipales, con uno de los heridos durante la represión policial de esta semana, e hicieron una arenga a la que la ministra le dio la espalda. Después el lugar se desbordó de periodistas y manifestantes. “Siempre estoy dispuesta a dialogar con todos. Pero ahora hay un nuevo gobernador”, les dijo a los primeros que le reprocharon la situación en la provincia. Invitó a un grupo a dialogar a un costado, sin las cámaras de televisión. “¿Quieren arreglar las cosas o ser el centro de la escena?”, insistió. Pero la situación ya se había desbordado.
La salida fue caótica y afuera llegó la agresión. Algunos docentes intentaron abrirle paso, pero los más exaltados hicieron lo suyo. Volaron la harina y los huevos, por arriba se vieron manotazos para tirarle de los pelos y por abajo hubo alguna patada. Casi sin rumbo, con las cámaras de frente que iban tomando toda la escena, Alicia comenzó una caminata de tres cuadras en medio de los insultos y de los cánticos para que se “fuera”. Tenía la cara blanca con harina, estaba desaliñada y no podía esconder la amargura.
Recién en la esquina de Fagnano y Zapiola pudo subir a una Ford Explorer con los vidrios polarizados que la sacó del lugar con mucho esfuerzo, porque habían rodeado el vehículo. Los automovilistas preguntaban qué pasaba y los ánimos se dividían cuando entendían. Algunos se sumaban con sus bocinas, otros se agarraban la cabeza. Los dirigentes docentes que habían participado del escrache, que consideraban pacífico, enseguida tomaron distancia del grupo más belicoso. “No compartimos los hechos de violencia. No es nuestra metodología de lucha”, dijo a Página/12 la dirigente de Adosac Liliana Vera.
El día que había transcurrido sin contactos ni diálogo entre la gobernación y los huelguistas se tornó aun más tenso. El gobernador Peralta dedicó la jornada a delinear su estrategia de trabajo y cómo encarar un posible diálogo con los docentes desde una postura que no demuestre debilidad. Los maestros preparaban su asamblea sin novedades de contactos.
En la Casa de Gobierno, Peralta separó a los “violentos que realizaron esta cobarde agresión” del grueso de los docentes y advirtió a la dirigencia gremial que estaban siendo “utilizados con fines políticos que van más allá del reclamo salarial”. Luego dijo que estas actitudes “alejan la posibilidad de un acuerdo”. La respuesta de los docentes de Río Gallegos, que esperaban una propuesta, fue más dura: votaron otro paro por cinco días a partir del lunes. La posibilidad de un acuerdo ayer volvió a desintegrarse en un clima de tensión cada vez más denso.
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