Lun 14.05.2007

EL PAíS  › HOMENAJE A MUGICA CON TEXTOS DEL PROPIO SACERDOTE

Una misa para el compromiso

A 33 años de su muerte, un encuentro en la iglesia de la Santa Cruz fue el marco para presentar una misa redactada por el cura, que pudo ser recuperada pese a que la AAA destruyó los originales.

› Por Alejandra Dandan

“Te debo, Carlos –escribía una mujer en una pizarra, inclinada con esfuerzo–, el empujón para vivir mi vocación religiosa. ¡Gracias! Raquel. 1960. Diócesis de Paraná.”

En aquellos años ’60, Raquel efectivamente intentaba discernir su vocación religiosa. Algunos problemas con sus padres le impedían terminar de tomar una decisión. En ese momento tenía exactamente 17 años y la opción de una vida larga y tranquila en Paraná. “¿Sabe qué me dijo Mugica ese día en el confesionario de la iglesia?”, dice ahora ella, más de cuarenta años después. “Me dijo: ‘Tenés que tirarte al mar’. Pero yo no sabía quién era él en ese momento, me di cuenta cuando ya era religiosa en una misión de Fray Bentos, en el año ’72. Miraba Canal 9 de Buenos Aires, donde en ese momento estaba Mugica: y vi que tenía los ojos y el pelo igual, lo único que me faltaba saber era si alguna vez había estado en Paraná.”

Esa y otras cientos de personas con pequeñas historias personales como la de Raquel se acercaron ayer a la Iglesia de la Santa Cruz de San Cristóbal para participar del homenaje al cura Carlos Mugica por los 33 años de su ejecución.

En la celebración estuvieron las Madres de Plaza Mayo Línea Fundadora, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde. Estuvieron Marta y Alejandro Mugica, los hermanos del cura asesinado tras dos atentados, el 11 de mayo de 1974, por las bandas de la ultraderecha de la Triple A. Durante el homenaje se hizo el lanzamiento de un disco, una suerte de cancionero con los textos tal vez más raros del cura rescatados literalmente del destierro: a instancias de la Triple A, los originales editados por primera vez en 1974 terminaron decomisados y destruidos por las mismas bandas de la muerte.

“El disco original se editó en 1974 con la autorización de RCA de Estados Unidos, como se hacía con todos los discos, pero en ese momento hacer un disco con Mugica era como si te dijera en este momento en Nueva York hacer un disco con Bin Laden.” Daniel García es la persona que rescató estos textos. Su padre, Julio García, integró la sociedad de la discográfica que trajo por primera vez al país a Serrat y en los ’70 masterizó a Mugica.

“El cura cambió las letras de las oraciones de la misa y eso se musicalizó”, explica García hijo. En ese momento, se hicieron 50 mil ediciones, además de las de difusión. De las 50 mil copias no quedó nada: hubo allanamientos a Sadaic y a la casa del director de artística de RCA; se perdió el master, los contratos, el arte original y los trabajos de la imprenta por las tapas de los discos. Los únicos discos que se salvaron aparentemente fueron dos. Uno se lo quedó el socio de García: “Te digo la verdad –dice su hijo–, después de que lo mataron a Mugica, un día por cagazo, el socio de mi viejo le dio el disco para ver si podía hacer algo”.

Los García no hicieron nada con el disco hasta ahora, pero hace dos años, cuando murió García padre, el hijo recorrió oficinas para ver qué hacía. En los últimos meses, llegó a la legendaria Iglesia de San Cristóbal, centro de reunión de quienes hicieron su opción por los pobres en los ’70, de los comprometidos con la Teología de la Liberación y sede las Madres y las dos religiosas francesas que desaparecieron años más adelante. Allí lo recibieron y sobre la base de ese encuentro ayer hicieron parte de los homenajes.

A las siete de la tarde, la misa del domingo tuvo otras oraciones. Nadie recitó las habituales, sino los textos del cura Mugica. Sin música, sólo con letras fotocopiadas y distribuidas en cada banco, los presentes repitieron esas palabras.

“...Te glorificamos / porque queremos destruir ya / los instrumentos de tortura / te damos gracias, / porque hay hombres que dan su vida / en la revolución...”

Esa versión del Credo según Mugica es uno de los textos del disco declarado de “interés cultural” por la Secretaría de Cultura de la Nación y relanzado por Sony. Todas las oraciones musicalizadas para el disco tienen ritmos afro, latinos y asiáticos. “Las plegarias fueron escritas en un lenguaje directo, con contenido social y testimonial”, explicaron. “Mugica plasmó en esos versos una interpelación para los hombres y mujeres de hoy, un mensaje que nos hermana, nos impulsa y nos alienta a caminar junto a los trabajadores, los jóvenes, los niños y niñas que se manifiestan para que el hambre nos sea un número en una estadística sino un grito a nuestra conciencia colectiva.”

El Coro Kennedy, la presencia de las Madres y los paneles cedidos por Memoria Abierta que reconstruyen años y días de la historia y secuelas del terrorismo de Estado; la monja Raquel, los ex curas y los nuevos, y los amigos de Mugica y sus hermanos hicieron el resto de homenaje.

“Yo quiero decir que mi hermano no hizo una elección política, sino religiosa”, dijo su hermana Marta cerca el altar, el espacio trasformado en escenario. “Y fue su fe que lo llevó a jugarse por los demás y por todo lo que hizo y debía hacer a costa de su vida.”

“¿Dónde está escrito que el pastor se va y deja a las ovejas?”, recordó Marta, sobre una charla con el cura Carlos, cuando ya habían pasado los atentados y en una mesa de café del Blasón. “Al final ya sabíamos que lo iban a matar, nos juntamos en el café de Las Heras y Pueyrredón y él nos dijo: ‘Ustedes ya saben que si a mí me pasa algo se lo tienen que dar a los pobres’. Era el autito, la ropa. ‘Todo, todo, todo para los pobres’, decía él.”

Marta fue una de las personas que más acompañó esa especie de sobrevida que el cura Mugica alcanzó después de la muerte. Ella es quien compone esa suerte de cartografía familiar donde Mugica aparece como el hijo de una madre muy devota, de un padre conservador y antiperonista, preso cuatro veces y perseguido por el peronismo, cuya familia salió a festejar el golpe de los “Libertadores” por la avenida Santa Fe. A su hermano Carlos, “el único de todos mis hermanos que no había ido a escuela religiosa”, dijo, el que hizo el secundario en el Nacional Buenos Aires, el que hizo la carrera de Derecho y el que ya había comenzado su vida sacerdotal cuando cayó Perón, se le trasformó el alma cuando llegó ese día de 1955 a un conventillo. “Sin Perón, no hay Patria ni Dios”, leyó escrito en una parte del caserío.

Aquel encuentro y una estadía prolongada entre los hacheros de Reconquista aparecen como los dos momentos clave de esa vida de Mugica relatada por su hermana. Cuando volvió, dijo ella, “era otro Carlos”, había tocado la pobreza con las manos y se aproximaba al compromiso con el “movimiento justicialista, porque creía que la gente podía vivir mejor y acceder a una mejor justicia”.

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