Murió el fin de semana pasado en prisión domiciliaria. Mendía fue uno de los jefes militares responsables del Plancitara, que en 1975 contempló el lanzamiento de prisioneros al mar.
El fin de semana pasado murió en su prisión domiciliaria de Buenos Aires el ex comandante de Operaciones Navales Luis María Mendía, a quien se cuenta entre los jefes militares de la dictadura responsables del Plancitara, el Plan de Contrainsurgencia Terrorista de la Armada Argentina que en 1975 contempló el lanzamiento de prisioneros vivos al mar. En el mes de febrero, Mendía pasó por última vez por Tribunales apoyado en un bastón y con 82 años. En esa ocasión, como si toda la vida hubiese pasado en vano, intentó descargar sus responsabilidades en el gobierno de Isabel Perón y volvió a reivindicar la “guerra” contra “las organizaciones subversivas y terroristas”, como lo habían hecho los jefes militares durante el Juicio a las Juntas.
Mendía murió de un paro cardiorrespiratorio. Estaba con prisión domiciliaria en una causa instruida por el juez federal Sergio Torres y acusado por más de 150 crímenes, que incluyeron secuestros, tormentos y por el robo sistemático de hijos de desaparecidos.
El mismo juez Torres fue quien lo recibió en su última audiencia. Y Mendía, que hasta entonces se había negado a hablar del terrorismo de Estado, habló. Aquel episodio tuvo varias interpretaciones. Para algunos, Mendía lo hizo habilitado por la disposición del gobierno nacional de levantar el secreto militar de las causas por violación a los derechos humanos. Para muchos, en cambio, aquello fue parte de la nueva estrategia impulsada por los marinos como Alfredo Astiz para dilatar las causas y retrasar las condenas.
En ese caso, con el asesoramiento de María Arberg Cobo, el mismo abogado de Astiz, apuntó en varias direcciones. Aceptó su intervención en la dictadura, pero no habló de represión sino de “actos de servicio” e intentó responsabilizar al gobierno de Isabel Perón.
“Para que quede claro –dijo–: la ley (20.840) y los decretos parecieron haber servido como legalización del accionar que hasta la sanción de los mismos se venían desarrollando desde ya mucho tiempo en el gobierno de la señora María Estela Martínez de Perón.”
En la ocasión, y fuera de eso, exigió una citación para la periodista francesa Marie Monique Robin, autora de Escuadrones de la Muerte. La escuela francesa, para el ex primer ministro Pierre Messmer y el ex presidente de Francia Valery Giscard D’Estaing, entre otros. En línea con lo que había pedido Astiz, se refirió a la supuesta participación de los servicios de inteligencia franceses en los crímenes de la dictadura.
Fuera de este punto, esa vez no habló de los “vuelos de la muerte”, pero lo había hecho en otro momento escuetamente ante el propio Torres. En esa vez reconoció la existencia de la “lucha contra la subversión” y explicó que las Fuerzas Armadas dispusieron como uno de los métodos de exterminio de prisioneros el lanzamiento al mar de personas dopadas y con vida, desde aviones militares. Las directivas, explicó según el recuerdo de los memoriosos, precisaban que desde “los aviones en vuelo se arrojarían los cuerpos vivos y narcotizados al vacío”.
En 1995 el marino Adolfo Scilingo habló de los “vuelos de la muerte” en la confesión al periodista Horacio Verbitsky, en la que mencionó a Mendía como quien dio la orden para las 800 personas que tuvo a su cargo. “Con respecto a los subversivos que fuesen condenados a muerte o que se decidiese eliminarlos comentó que iban a volar, y así como hay personas que tienen problemas, algunos no iban a llegar a destino” (ver aparte).
Ese año, cuando la prensa le preguntó Mendía no lo aceptó. Habló de “un episodio aislado” en medio de “toda una guerra”. Y al periodista Nelson Castro le respondió: “No voy a contestar” sobre los dichos de Scilingo, aunque juzgó ese tipo de órdenes morales: “Desde ya que sí –respondió–, si se trataba de cumplir órdenes militares”. Frente al juez Torres incluyó la metodología dentro del programa de “operaciones especiales” del Plancitara y confesó que fue implementado por subordinados que siguieron sus órdenes. “Yo impartí las órdenes”, dijo el ex comandante de Operaciones Navales, único jefe militar que admitió responsabilidad en la eliminación física de prisioneros.
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