Vie 03.08.2007

EL PAíS  › OPINION

Cortesías mutuas

› Por Washington Uranga

Según el comunicado difundido por el macrismo, el encuentro entre Bergoglio y el jefe de Gobierno electo de la ciudad de Buenos Aires no fue otra cosa que una “visita de cortesía”. Seguramente por este mismo motivo los dos participantes decidieron guardar absoluto silencio respecto de lo tratado en la reunión, aunque a nadie puede escapar que, además de tomar café, Mauricio Macri y el arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Conferencia Episcopal dialogaron sobre la política, sobre el escenario nacional, seguramente, sobre algunas cuestiones vinculadas con la futura gestión del líder del PRO al frente del gobierno de la ciudad y hasta sobre sus enemigos comunes. Cabe preguntarse también si la “cortesía” no habrá que enmarcarla, por el lado del arzobispo, en acceder a una entrevista con Macri cuando el hombre del PRO libra una batalla con el gobierno de Néstor Kirchner.

Bergoglio es de aquellos que conocen la política de los gestos y por lo tanto no necesita de palabras para enviar mensajes o bien ofrecer apoyos. Desde el Arzobispado de Buenos Aires seguramente se sostendrá –porque es también lo que el cardenal Bergoglio les suele repetir a todos sus interlocutores– que las puertas del arzobispado están abiertas para todos aquellos que quieran conversar con el presidente de la Conferencia Episcopal. De hecho esto es cierto. Por el arzobispado han pasado dirigentes políticos, sindicales y empresariales de todo tipo. También algunos hombres importantes del propio gobierno. Lo que no siempre sucede es que tales encuentros tomen estado público. Para que así suceda debe haber un acuerdo entre los interesados. Seguramente esto también forma parte de las cortesías mutuas acordadas entre Macri y Bergoglio. Macri, por su parte, le ha sumado al arzobispo porteño un nuevo reconocimiento y otro argumento en su toma de distancia con la Casa Rosada. Aunque Bergoglio se empeñe en negarlo –y seguramente lo hace con absoluto convencimiento– el espectro opositor se ha dado la tarea de cargar sobre la figura del arzobispo las coincidencias simbólicas de la oposición. Instalado en el lugar de la escucha y del diálogo con todos, Bergoglio hace de su propio despacho un lugar de referencia de los opositores. Una referencia común que, hoy por hoy, la oposición no está en capacidad de construir por sí misma en el plano político-institucional.

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