Dom 12.08.2007

EL PAíS  › COMO AFECTA AL GOBIERNO, A LA INTERNA OFICIAL Y A LA CAMPAÑA EL TEMA DE LOS DOLARES

800.000 razones para pensar en campaña

› Por Diego Schurman

–Julio, hasta acá llegamos con Uberti.

Néstor Kirchner tenía la mirada perdida y un semblante subido de tono. No esperó a que Julio De Vido reaccionara del otro lado del teléfono cuando volvió con la filípica.

–Decime, ¡¿cómo carajo pasó esto?! –se envenenó el Presidente antes de exigirle que echara a Claudio Uberti.

El ministro de Planificación entendió que ya no había margen para defender a su mano derecha y aceptó la orden sin chistar.

Uberti fungía como encargado de las concesiones viales hasta que compartió un jet privado con el hombre de la maleta. El Gobierno lo castigó por haber dejado subir al avión al enigmático Guido Alejandro Antonini Wilson y sus inexplicables 790.550 dólares. De Vido solía dotar a Uberti de una majestuosidad sorprendente, pero debió convertirlo en fusil para que no rodara su propia cabeza. Ese maldito jueves Cristina Fernández de Kirchner y Julio Cobos pasaron por la Casa Rosada para congeniar el acto de presentación de fórmula en el Luna Park.

No fue el mejor día de la primera dama. Aquella noticia le había horadado la sonrisa. Las fuentes oficiales se ocuparon de hacer saber ese estado de ánimo, no para perjudicarla sino para mostrarla distante de un caso con tufillo a corrupción. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y hay competencia interna para cuidar a la candidata. Es probable que, como en el juego del teléfono descompuesto, se haya llegado a la exageración. Una radio equiparó los modos de la senadora con los de la malvada Cruela de Ville. Otra informó que, en medio de un ataque de ira, arrojó vajillas al suelo. No existió semejante puesta escénica, aunque efectivamente estaba enojada con De Vido, a quien le dedicó duros reproches, por decirlo diplomáticamente.

Uberti no hubiese querido salir del ostracismo por el supuesto “error” –el textual es del gobierno– de haber cargado en el avión al millonario venezolano. Siempre prefirió llamar la atención por otras excentricidades, como la colección de relojes o la media docena de plasmas que adornan su despacho. Tiempo atrás se mudó pegadito a la vivienda de De Vido, en el deseo de estar literalmente cerca del poder. El gesto trajo a la memoria al inefable Víctor Alderete cuando se compró una casa en Anillaco para tener a tiro a Carlos Menem. A quien no le causa gracia el vecino cargoso es a Alessandra Minnicelli, mujer del ministro de Planificación. Al menos así cuentan algunos vecinos del country.

De todos modos, nadie más molesto que Kirchner. “El Presidente estaba recaliente. No lo puteó a De Vido, porque no suele hacerlo, aunque se lo quería comer crudo”, graficó ante Página/12 una alta fuente oficial. No hacía falta una imaginación prolífica para entender que el frío polar no era la sensación térmica en la Casa Rosada.

–A este chico (por Uberti) le quedaba grande ese cargo y el que se acuesta con chicos amanece mojado –fue la manera elegante que encontró un funcionario kirchnerista para explicar el “traspié” del ministro de Planificación.

Por ahora, el Gobierno se preocupó en resguardar a Ezequiel Espinosa, titular de Enarsa y responsable de haber fletado el Royal Class que transportó a la comitiva argentina y venezolana a Buenos Aires. De todos modos, no debía tener el mejor semblante luego de lo sucedido. Claro que es probable que ni Dady Brieva o Mastellone –por nombrar dos de sus vecinos de edificio– se hayan cruzado con él en las últimas horas.

Tampoco se escuchó la voz de Victoria Bereziuk. Esta encargada de las relaciones públicas de Enarsa e integrante del pasaje ha estado bien cerca de Hugo Chávez en más de una oportunidad. A propósito, el presidente bolivariano supo del escándalo del avión días antes de que llegara a la prensa. Pero jugó al juego del distraído hasta que pudo. El viernes, en Bolivia, congenió con Kirchner los pasos a seguir para no quedar atrapados en un escándalo que ya es temario de diarios nacionales e internacionales. Dicho de otro modo, pidió a Pdvsa que emule el gesto del mandatario argentino. O sea, que si Antonini Wilson fue efectivamente el “acompañante” de Daniel Uzcateguy Speech, hijo del vice de esa petrolera venezolana, la empresa tome cartas en el asunto y disponga remociones.

Venganzas

Como sucedió con Felisa Miceli, la renuncia de Uberti tuvo sus efectos indelebles. Si aquel episodio se produjo a poco del lanzamiento de la candidatura de Cristina en La Plata, éste ocurre a días de la presentación de la fórmula K en el Luna Park. El despacho de Alberto Fernández fue testigo del encuentro donde la senadora y Cobos acordaron ser los únicos oradores. Será un acto de dirigencia, y ya se han cursado las invitaciones a los gobernadores afines. La organización quedará en manos de Enrique Albistur. Es probable que el secretario de Medios apele a la misma escenografía utilizada en el Teatro Argentino, con el Photoshop del rostro de la primera dama y su nombre de pila. Esto, para evitar la tirria que le produjera aquel cartel “Cristina Kirchner” que auspició su candidatura a senadora, allá por el 2005. “Soy Cristina Fernández de Kirchner o simplemente Cristina”, dijo entonces, inclemente.

Albistur despertó comentarios esta semana tras conocerse que adquirió una suntuosa propiedad perteneciente a Susana Giménez. Pero la valija de Wilson se comió rápidamente esa noticia y reactivó otras, como el supuesto reverdecer de las internas oficiales. Es curioso, pero el razonamiento de que todo es producto de inquinas y venganzas está a la orden del día. Ejemplos sobran.

–Fue alguien de acá. Ojalá lo supiera, porque ya me estaría vengando. Tardo en averiguar las cosas pero después se terminan sabiendo –fue el textual de Miceli cuando este diario la consultó sobre la fuente que hizo saber de la existencia una bolsa de dinero en el baño de su despacho, en el Ministerio de Economía.

Esta percepción de que en el Gobierno viven haciéndose “la cama” bien podría obedecer a la añeja interna que mantienen De Vido y Alberto Fernández.

–¿Yo metí al venezolano adentro del avión para joder a De Vido? ¿Yo salgo beneficiado con este hecho, del cual tuve que salir personalmente a explicar la posición oficial? Acá le aseguro que nadie ganó –le reprochó anoche el jefe de Gabinete a un periodista que le planteó la hipótesis.

Fernández está abocado por estas horas a sacar los acordes de un clásico de Los Beatles que le recordó un unplagged de Paul McCartney difundido en TV. Es sobre lo único que le gustaría guitarrear en el crepúsculo del Gobierno. Está claro que entonar la defensa de De Vido, por quien ya puso la cara en el caso Skanska, no está dentro de su ranking de preferencias.

A Kirchner también le aflora por estas horas su costado más irascible. Aunque parece cantado que su mujer se quedará con el bastón de mando –y su mujer lleva el apellido Kirchner–, hay sensación de final de ciclo. Y es cuando al Presidente le acecha el mal del “pato rengo”, una figura a la que suelen apelar los norteamericanos para describir la pérdida de poder de una autoridad en retirada, más allá de su grado de popularidad.

La bronca del mandatario es con su tropa por la falta de ubicuidad. Por eso, el despido de Uberti asoma en el horizonte no sólo como una necesidad política de mostrarse distante del episodio de la valija sino también como un claro mensaje interno en vísperas de elecciones. Un kirchnerista con oropeles lo explicó con lenguaje futbolero: “Las que van adentro, van adentro, pero las que van afuera no las metas adentro”.

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