EL PAíS › TESTIMONIOS SOBRE EL ROL DE VON WERNICH EN LA DESAPARICION DEL GRUPO DE LOS 7
En el juicio oral al ex capellán de policía, Adriana Idiart contó cómo Von Wernich engañó a su familia y recibió 1500 dólares para organizar un supuesto viaje al exterior de su hermana Cecilia, que está desaparecida. También declaró Mona Moncalvillo, cuyo hermano fue asesinado. Dijo que el cura “fue salpicado con su sangre”.
El testimonio de Adriana Idiart abrió un nuevo día de audiencias en el juicio oral al ex capellán de policía Christian von Wernich: “El cura le pidió dinero a mi madre para sacar a Cecilia del país”, dijo ayer en el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata. Por segunda vez, el juicio profundizó las muestras de la participación del ex capellán en los crímenes del llamado “Grupo de los 7”, el grupo de militantes de Montoneros secuestrados en la Brigada de Investigaciones de La Plata y asesinados cuando supuestamente iban a ser liberados. En la audiencia hablaron familiares directos de esos detenidos, como Adriana, hermana de Cecilia Idiart. Contaron el rol de gestor del cura y hasta de su participación en un festejo de cumpleaños con una “torta” y un “lechón”. También declaró Mona Moncalvillo, periodista y hermana de uno de los asesinados: el cura “participó en la muerte de estas personas –dijo–. Fue salpicado con su sangre y luego les decía (a los policías que participaron de la operación) que eran bendecidos por Dios”.
“El cura no usaba la palabra ‘detenida’ –explicó Adriana Idiart–, decía que ella (Cecilia) estaba ‘retenida’. Y decía que él les daba apoyo espiritual y que así les fue cambiando su forma de pensar, los había rehabilitado y estaban preparados para salir, ya que eran buenos chicos.”
Von Wernich está acusado por 31 casos de torturas, 42 privaciones ilegales de la libertad y por los siete homicidios de los integrantes del grupo de militantes montoneros, eje de su acusación a prisión perpetua y tema de los dos últimas audiencias del juicio oral. Según el fiscal federal Sergio Franco, el “Grupo de los 7” eran militantes que estaban “bajo un régimen especial que les permitía salir del lugar, supuestamente, a cambio de prestar cierta colaboración”, tras lo cual les prometieron sacarlos del país. A tres de ellos se les dijo que irían a Uruguay, a otros tres a Brasil y a uno a Chile. De esa tarea, según la fiscalía, participó Von Wernich, quien tomó contacto con familiares, les pidió dinero y acompañó a los muchachos hasta el momento de la ejecución. Los testimonios de ayer abundaron en esa dirección.
La hermana de Cecilia contó detalles sobre el papel que jugó el ex capellán en la preparación del supuesto viaje de los muchachos. Y describió que su madre le entregó “1500 dólares”. Al acercarse la fecha del viaje, contó, también él “pidió que le preparáramos ropa y entonces mi mamá compró una valija, bolsos y ropa nueva para Cecilia”. De acuerdo con los datos que le había dado el cura, Cecilia era una de las personas que viajaría a Brasil. “Nos dijo que debíamos darle dinero suficiente como para vivir un mes, por si no conseguía enseguida un trabajo.”
Cecilia Idiart conservaba secuelas de una poliomielitis. Era de Bragado, la secuestraron el 15 de diciembre de 1976 en La Plata. Su familia no supo nada de su destino hasta que después de siete meses ella misma se comunicó por teléfono porque había recibido una especie de permiso para visitas. “Cuando fuimos a verla –dijo su hermana–, estaba bien, contenta, dijo que había estado yendo de un lado para otro, pero que a partir de que llegó a la Brigada (de Investigaciones), tuvo una atención privilegiada, que estaban como unas reinas.” En esos lugares, aparecía Von Wernich con esa presencia “horrorosa” –como dice el expediente– entre los detenidos-desaparecidos.
Con el cura los familiares de Cecilia compartieron el lechón y la torta cuando llegaron a festejar su cumpleaños. “Von Wernich iba seguido a casa”, agregó la hermana. “Cuando venía de La Plata, antes de ir a 9 de Julio (donde daba misa en la Catedral), pasaba por casa y nos dejaba cartas de Cecilia y antes de retornar a La Plata pasaba y recogía una encomienda con comida que mi madre preparaba para Cecilia y los chicos.”
Con Cecilia estaban detenidos Domingo Moncalvillo, María Magdalena Mainer, Pablo Mainer, María del Carmen Morettini, Liliana Galarza y Nilda Susana Salomone. Con todos el cura parece haber repetido situaciones parecidas. A los Idiart les prometió tramitar el pasaporte y el DNI, y les aseguró que él iba a acompañar a todos en el viaje que emprenderían los siete muchachos divididos en tres grupos por cuestiones de seguridad. Con esa certeza, las familias se dispusieron a esperar el día, pero no dejaron de hacer las visitas. En ese lapso, los Idiart un día llegaron a la Brigada de Investigaciones de La Plata y supieron que una de las chicas se había ido, luego se enteraron de que se había ido otro grupo y finalmente, dijo Adriana ayer, “un día nos dice que ‘Cecilia recién’ se fue, así que nos pusimos contentos porque pensamos que ya estaba rumbo a Brasil”.
Según los planes, Cecilia abandonaría la Brigada de Investigaciones con Salomone y Domingo Moncalvillo. Llegaría hasta el aeroparque a tomar el vuelo a Brasil. Pero el traslado ni siquiera empezó.
Mona Moncalvillo recordó ayer el final de ese episodio. Su hermano Domingo había sido detenido en diciembre de 1976 y hasta marzo del ’77 no supieron dónde estaba. En ese momento, se los dijo un comisario. Durante el secuestro, la familia vivió episodios de chantaje similares al resto con mecanismos y propuestas como la promesa del viaje. Como había sucedido con la familia de Cecilia, también ellos le dieron dinero al cura, dijo la periodista. Y en ese contexto recordó la declaración de un ex policía, Julio Emmed, que hizo una confesión en 1984 ante la Conadep. En esa ocasión dijo que él mismo sacó a los jóvenes de la Brigada de Investigaciones de La Plata, a quienes se los tiró en un descampado camino a Brandsen y luego se los tiroteó. Según el expediente, aquella vez el ex policía también dijo que “todos habrían sido asesinados” con una “intervención protagónica” de Von Wernich. Ese policía luego murió, por eso no está ahora como testigo. En su lugar, el tribunal tomará declaración el jueves a Graciela Fernández Meijide, secretaria de Actas de la Conadep y quien tomó aquel testimonio.
“Von Wernich le dijo a Emmed –contó Moncalvillo–, después de terminado el operativo que les costó la vida a los siete muchachos, que no se arrepintiera de lo que había hecho porque era una sangre bendecida por Dios” y que “Dios perdonaba esas muertes”. Según la periodista, el encuentro se produjo luego de los asesinatos en el despacho de Miguel Etchecolatz, el ex jefe de policía de la provincia. En esa ocasión, Emmed estaba “sho-ckeado” porque estaba salpicado por la sangre de uno de los jóvenes. Ese joven, dijo Moncalvillo, “al darse cuenta de que lo iban a matar se resistió durante el traslado y recibió un culatazo en la cabeza, que lo hizo sangrar”. Los jóvenes, contó la periodista en línea con aquel relato, “habrían sido asesinados camino a la ciudad de Brandsen, a unos kilómetros de La Plata, y sus cuerpos, luego de quedar depositados un tiempo en la morgue judicial, fueron quemados junto a una gran cantidad de neumáticos en Puesto Vasco”.
Cuando los Idiart le preguntaron a Von Wernich por Cecilia, el cura le respondió a la madre de ella “que tuviera paciencia, que no estuviera tan ansiosa y le decía: ‘¿Vio cómo son los chicos? Tardan en comunicarse’ y tiempo después cuando quiso volver a verlo, ya no lo encontró”, relató Adriana. Dos meses después, la familia Idiart recibió un telegrama de Etchecolatz por una cita. Cuando se presentaron, el represor les preguntó qué noticias tenían de Cecilia Idiart. “Mi mamá le dijo que ellos eran los que tenían que saber dónde estaba –contó su hermana ayer–, pero Etchecolaz le dijo: ‘Nosotros no sabemos nada y estamos más preocupados que ustedes, ustedes eran colaboradores nuestros y tenemos más miedo que ustedes por saber dónde están’.”
Los Idiart, como muchos, creen que a esa altura los jóvenes sabían demasiado, y tal vez por eso se decidió asesinarlos. En ese terreno, la querella de Justicia YA cree que el “Grupo de los 7” fue el último gran hecho de la cúpula de represores de la provincia, porque seis días después de que el último conjunto de ellos parte, Camps cambia de lugar. “Tal vez todo esto –dice Guadalupe Godoy– fue una forma de borrar rastros.”
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