EL PAíS › EN LA ONU, SE OLVIDO DE LA GUERRA Y HABLO DE LIBERTAD Y SOLIDARIDAD
Sorprendiendo a un auditorio acostumbrado a sus amenazas y bravuconadas, el presidente norteamericano habló de paz como si fuera un líder humanitario. Evitó referirse a su “guerra contra el terrorismo” y los conflictos de Irak y Afganistán. Tampoco habló del cambio climático. Pero se esmeró en insultar a Fidel Castro.
Transformado súbitamente en un promotor de la paz y los derechos humanos, el presidente norteamericano, George Bush, sorprendió ayer a la Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso pretendidamente humanista y solidario, olvidando por completo su cuestionada “guerra contra el terrorismo”. Así, en lugar de referirse a las crecientes críticas por la situación en Irak, prefirió instar a los gobernantes sentados allí a “luchar contra la opresión, contra los regímenes tiránicos y a favor de los derechos reconocidos en la histórica Declaración Universal”. Entre los “regímenes tiránicos” se cuidó especialmente de mencionar a Cuba, a cuyo presidente tildó de “dictador cruel”, lo que provocó la retirada de la delegación de la isla (ver nota aparte).
Fue un Bush irreconocible, sin duda interesado en rebatir la imagen de autoritario militarista que buena parte del mundo tiene de él y en pasar a la historia con algo menos de rencor. No habló de Irak o Afganistán, más que para elogiar a sus pueblos. No advirtió sobre batallas sin fin contra los enemigos de Occidente ni quiso siquiera recordar las amenazas reales que los dirigentes de Al Qaida han hecho contra Estados Unidos. Tampoco profundizó en el conflicto palestino-israelí, probablemente porque, después de un día de intensas negociaciones al respecto, carece de razones para ser optimista. Pasó de largo también del tema de moda en este tipo de reuniones, el cambio climático, que Bush piensa abordar, de acuerdo con sus propias líneas de actuación, a finales de esta semana en una cumbre convocada en Washington.
En lugar de eso, Bush aprovechó su participación anual en una reunión con más enemigos que amigos para llamar a la unidad “contra la represión y la pobreza”. “Podemos tener nuestras diferencias”, dijo Bush en la apertura de la 62º Asamblea General de la ONU, “pero tenemos que ponernos de acuerdo cuando gente inocente se ve obligada a vivir atrapada entre el asesinato y el miedo, cuando los niños se ven condenados al hambre o a la muerte por la picadura de un mosquito”. “No estamos cumpliendo nuestras obligaciones con el mundo”, denunció el presidente norteamericano, que llegó a reconocer indirectamente algún error también en su lucha antiterrorista al afirmar: “En última instancia, el mejor camino para combatir a los extremistas es derrotar su oscura ideología con una visión más esperanzadora, la visión de libertad con la que se fundó esta organización.”
“Toda nación civilizada”, recordó, “tiene la responsabilidad de actuar a favor de los pueblos que sufren bajo la dictadura”. Citándolos por su nombre, añadió: “Bielorrusia, Corea del Norte, Siria e Irán son regímenes brutales que privan a sus pueblos de los derechos fundamentales que brillan en la Declaración Universal de la ONU”. Y aludiendo a las responsabilidades internacionales, Bush mencionó la obligación moral de los países de “estar al lado de los pueblos de Líbano, Afganistán e Irak, que están reclamando la ayuda de toda nación civilizada”.
En el campo de las dictaduras, Bush tuvo unas palabras para Cuba, país del que afirmó que “el largo período de un régimen cruel está llegando a su fin” y para el que también pidió apoyo a fin de que sus ciudadanos puedan gozar de “libertad de expresión, libertad de asociación y elecciones libres”. El gobierno cubano respondió que “Bush no tiene autoridad moral” (ver aparte).
El presidente norteamericano dedicó un apartado especial a Myanmar, de la que dijo que “atraviesa por una situación que repugna a los norteamericanos”. Bush anunció nuevas sanciones contra el régimen militar de ese país, entre ellas la prohibición de actividades financieras en Estados Unidos y de visados para entrar en este país a los principales responsables del gobierno y a sus familiares. Bush pidió a los demás países que se sumen a estas sanciones. El presidente norteamericano denunció que los militares de Myanmar “restringen las libertades de expresión, de reunión y de culto, persiguen a las minorías étnicas y fuerzan a los niños a trabajar”. “El tráfico de seres humanos y las violaciones son comunes”, añadió.
Bush es famoso por sus simpatías hacia la perseguida oposición birmana y Estados Unidos lleva años aplicando, sin mucho éxito, sanciones económicas contra ese país, como la prohibición de sus productos en los mercados norteamericanos. Myanmar consigue sobrevivir a ese embargo, en gran parte, gracias al apoyo de su poderoso vecino, China, que apoya el régimen de los militares e invierte importantes sumas en ese país. China ha tratado recientemente de acercar las posiciones de la antigua Birmania y EE.UU., pero ese intento, que siempre chocó con la petición norteamericana de poner en libertad a la famosa disidente Aung San Suu Kyi, se ha estrellado ahora del todo por la represión de la revuelta de los monjes.
El caso de Myanmar es uno de los ejemplos mencionados por Bush de por qué los norteamericanos desconfían de la ONU y de su eficacia. Y habló de la necesidad de reformas. Se refirió primero a la urgencia para hacer más operativo y creíble el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, del que forman parte algunas de las dictaduras mencionadas ayer por Bush y que se ha convertido desde hace años en un foro propagandístico sin ninguna capacidad de vigilar el cumplimiento de los derechos humanos en el mundo.
Pero el presidente norteamericano aludió también la posibilidad de reformar el Consejo de Seguridad y mencionó particularmente a Japón como una nación preparada para integrar ese organismo. “Estoy abierto a todas las ideas”, afirmó. El Consejo de Seguridad, poder ejecutivo de la ONU, está formado por cinco países permanentes con derecho a veto (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unidos) y 10 naciones divididas por regiones que asisten de forma rotatoria por dos años.
Durante mucho tiempo esa forma de gobierno ha sido denunciada por los países pobres, que se ven limitados a hacer oír su voz en la Asamblea General, y por otros países grandes, como Japón y Alemania, que se sienten con tantos derechos a participar. Ayer, sin decirlo explícitamente, Bush sugirió que su gobierno favorecería la ampliación del Consejo de Seguridad si se produce, al mismo tiempo, una reforma del Consejo de Derechos Humanos.
Cerca de 150 mil personas encabezadas por monjes budistas ignoraron ayer con manifestaciones en favor de la democracia las amenazas de la Junta Militar de Birmania (Myanmar), que ya da señales de que se prepara a sofocar la creciente rebelión. El presidente de la junta militar, general Than Shwe, considerado un experto en la guerra psicológica, se reunió ayer con otros jefes castrenses en su cuartel general de Napydaw, mientras los tenaces monjes movilizaban un día más a decenas de miles de personas en Rangún y otras ciudades del país. Las movilizaciones se repitieron pese a que las autoridades recorrieron las ciudades a lo largo del día para advertir desde los camiones y por medio de megáfonos, que cualquiera que observara las protestas podía ser condenado a una pena de tres años de cárcel, y aquel que participara se arriesgaba a diez años de prisión. También se advertía que se aplicará el Código Penal que autoriza la disolución por la fuerza de cualquier asamblea ilegal. La última vez que dio una orden similar, en 1990, los militares ocuparon los monasterios y detuvieron a miles de monjes y novicios después de que éstos boicotearan las donaciones del ejército en respuesta a los intentos del régimen por controlar el monacato.
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