Dom 07.10.2007

EL PAíS  › COMO SERA LA POLITICA EN 2008

Cambio de pantalla

De confirmarse los pronósticos sobre una victoria de CFK por enorme distancia sobre el segundo, la escena política sufriría grandes cambios: Lavagna, Carrió y López Murphy se retirarían a otras actividades y Macri asumiría el liderazgo de la oposición al kirchnerismo. Los fantasmas de Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde son testimonio del cierre de un ciclo. Con el Frente para la Victoria y PRO se insinúa un nuevo bipartidismo, con el peronismo puntano como tercero en lejana discordia.

› Por Horacio Verbitsky

Cuando termine el escrutinio, un juego habrá terminado y se pasará a otra pantalla, con otros actores y diferente nivel de dificultades. Si los resultados de las elecciones presidenciales del 28 de octubre fueran los que todos los estudios previos anuncian, la realidad política en el país a partir de 2008 diferiría en forma nítida de las apariencias que muestra hoy la campaña proselitista. CFK como presidenta y Maurizio Macri como jefe de la oposición serían los polos antagónicos que definirían el sistema político, mientras se eclipsarían tanto Roberto Lavagna como Elisa Carrió y Ricardo López Murphy, cada uno por sus propias razones. Los partidos históricos radical y justicialista dejarían su lugar al Frente para la Victoria y al PRO. Como lejano tercero en discordia asomaría el peronismo puntano de Alberto Rodríguez Saá, dada la inserción territorial de la que carecen los demás candidatos opositores.

Décimas

Lavagna y Carrió desdeñan las encuestas que los ubican a gran distancia de Cristina pero al mismo tiempo las citan para porfiar quién de ellos ocupará el segundo puesto, con la ilusión de ir a una segunda vuelta. Lavagna llegó a decir que todas las mediciones están pagadas por el gobierno. Pero la que desató la discusión, el domingo pasado, fue encargada a una agencia de origen radical, Poliarquía, por un diario conservador, La Nación. El 15 de mayo de 2003, diez días antes de que Néstor Kirchner asumiera la presidencia, ese diario anunció en un editorial de insólita virulencia en su portada que “la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año”. Desde entonces actúa en defensa propia. Con un saludable grado de involucramiento en la actividad política intenta obstaculizar la continuidad del kirchnerismo en el poder, ya que cada día que pasa más le duele la herida de aquel vaticinio raté. ¿Eso explica que la encuesta no haya proyectado los indecisos, lo cual hubiera puesto a la candidata oficial cerca del 55 por ciento de los sufragios? Para la Coalición Cívica Libertadora, la dificultad reside en menoscabar los casi 30 puntos que CFK le llevaría a Carrió, pero atribuirle validez a las pocas décimas de diferencia que ella tendría sobre Lavagna, mientras sigue acercándose a ambos el gobernador puntano, cuya campaña es la más definida. En las elecciones provinciales del último año los errores de los encuestadores han sido por magnitudes llamativas. Pero siempre hubo por lo menos un analista que se acercó a los resultados reales. Ahora la uniformidad de los vaticinios impide esa alternativa. Esta vez aciertan o se equivocan todos.

El ausente

Luego de su contundente victoria en las elecciones porteñas, Macri desoyó las presiones para intentar una candidatura presidencial en octubre. También desairó las aspiraciones de López Murphy y decidió que cada distrito escogiera al candidato presidencial de su preferencia. Ni siquiera ocultó que se prepara para 2011. En la Capital, dijo, votará por el ex ministro de Defensa del último gobierno radical. Pero en las tres semanas previas a los comicios, intensificará su apoyo a la fórmula bonaerense que integran Francisco De Narváez y Jorge Macri (ver Los nenes de papá).

La postulación de López Murphy ha pasado a ser tan testimonial como las de Fernando Solanas o Néstor Pitrola, quienes obtienen en la coyuntura electoral la audiencia que sus planteos no reciben en otros momentos, con independencia del resultado que consigan en las urnas. La confesión de ello es que los tres son también candidatos a cargos legislativos. Es previsible que las fuerzas de izquierda, que no se siente representadas por la oferta de otras fórmulas, insistirán una y otra vez, siempre con la misma idea de propaganda para sus proyectos. Para López Murphy, quien comparte con Macri una visión del país y del mundo, de la economía y de la política, la de 2007 podrá ser su última candidatura presidencial. De ahí en adelante volverá a su estudio de economista, aspirará a cargos legislativos y/o a un puesto ministerial si Macri alguna vez trasciende de la Capital. El nuevo abanderado de la derecha argentina ha tenido el mérito de organizar una fuerza política con capacidad electoral, cosa que las clases dominantes argentinas no fueron capaces de hacer en todo el siglo pasado, por lo que debieron recurrir a la conversión de las Fuerzas Armadas en Partido Militar (con la colaboración imprescindible de la Iglesia Católica) o a la cooptación de los partidos de origen popular, como el radicalismo y el justicialismo. La colonización de estas estructuras por los grandes intereses económicos, durante las gestiones presidenciales de Raúl Alfonsín, Carlos Menem y Fernando de la Rúa condujeron a la gran crisis de 2001/2002. La consigna de aquellos días no ha caído en el vacío: un lustro después, los partidos y los dirigentes de entonces sólo tienen una existencia residual, que no cesa de desvanecerse. Así como nada se construye de la nada, tampoco aquellas fuerzas históricas se disipan en el aire. Las fuerzas principales reciben aportes tanto de peronistas como de radicales, en distintas proporciones. Una de las incógnitas para el próximo periodo constitucional es si una vez electos como legisladores, esos candidatos se integrarán a los bloques del Frente para la Victoria, la Coalición Cívica Libertadora y el PRO, o si se reagruparán como peronistas y radicales. Macri es el gran ausente en esta campaña, pero emergerá dentro de tres semanas como la principal figura política del espectro no kirchnerista. El sistema imaginado por el gobierno con una fuerza de centroizquierda opuesta a otra de centroderecha parece a punto de existir (sin que esto suprima los legítimos debates acerca de qué es izquierda y qué es derecha en la Argentina de hoy).

Espectros

Ninguno de los líderes políticos que encabezaron las distintas opciones en el último cuarto de siglo conservan vigencia. Por orden de aparición:

- Raúl Alfonsín, quien ya cumplió 80 años, sigue en actividad aunque no se presenta para ningún cargo electivo. Fue el impulsor de la candidatura presidencial de Lavagna y su principal esfuerzo se dirigió a imponer la candidatura a la gobernación bonaerense de su hijo Ricardo, una ilusión con vencimiento a plazo fijo, la noche del domingo 28.

- Menem había anunciado que volvería a presentar su candidatura presidencial, pero luego de la tremenda notoriedad en la prensa escrita, en You Tube y en internet que le granjeó durante el verano su exposa, Cecilia Bolocco, moderó sus expectativas: dejó de pintarse el pelo e intentó retornar a la gobernación de La Rioja, asido a los supuestos prodigios del menor de sus vástagos. Los resultados de las elecciones de agosto en la provincia que Menem gobernó entre 1973 y 1976 y entre 1983 y 1989 marcan el cierre de su ciclo político: resultó tercero, con menos votos de los que obtuvo para la presidencia en 2003.

- Fernando de la Rúa sigue siendo el más sensato: eligió en forma voluntaria el retiro y se dedica a la vida familiar y a la defensa en los diversos juicios que se le siguen, por episodios de corrupción ocurridos durante su gobierno, cuando se pagó a numerosos senadores por la sanción de la ley que precarizó el empleo, o por los asesinatos seriales ocurridos en los últimos días de su gestión.

- Eduardo Duhalde anunció primero su retiro y luego su propósito de reorganizar el Partido Justicialista. Varios pasajeros del tren fantasma le reprocharon que no lo hubiera hecho antes de las elecciones presidenciales, pero el ex senador respondió que había asumido el compromiso de contribuir al éxito del actual gobierno, como si conservara alguna capacidad de incidencia, para bien o para mal. Su fantasía es ofrecer un justicialismo reorganizado a Macri o Scioli, que carecen de construcción partidaria propia, para enfrentar a Cristina. Duhalde gusta ser llamado El Ajedrecista, lo cual implicaría una capacidad de elaboración de escenarios de largo plazo, como ocurrió en 2003, cuando apoyó a Kirchner para cerrarle el paso a Menem. Pero entonces Duhalde controlaba un poderoso dispositivo institucional, como hombre fuerte de la provincia de Buenos Aires y titular interino del Poder Ejecutivo Nacional, lo que le permitía ofrecer candidaturas o vetarlas. Nada de eso ocurre hoy. La derrota que sufrió en su propio feudo en 2005 ha dejado huellas perdurables. Quienes formaban parte de su dispositivo lo han abandonado. Los compañeros de fórmula de Hilda González en 2005, José María Díaz Bancalari y Jorge Villaverde, son este año candidatos en las listas encabezadas por CFK. Esta debilidad de las posiciones de Duhalde es la contracara de la decisión tomada por Kirchner de llevar como candidatos a Daniel Scioli y a varios intendentes del conurbano que en el pasado se alinearon con el ex senador. Ni siquiera una grave crisis, que ningún indicio permite prever, podría devolver algún protagonismo al ex intendente de Lomas de Zamora.

Residuales

Elisa Carrió hizo público que si no es elegida para la presidencia dejará la actividad política. Cuando no alcanza los resultados apetecidos lo atribuye a que este país no la merece. Ese fue el mecanismo por el que abandonó su provincia, Chaco, donde su Agrupación de Republicanos Indignados no llegó en las elecciones del 16 de septiembre ni al 4 por ciento de los votos. La jefa de la Coalición Cívica Libertadora y su vistosa combinación de amazonas aguerridas y hombres bonitos sólo podría mantener unida esa fuerza heterogénea en caso de realizar una elección excelente, que le diera una fuerte representación parlamentaria. De lo contrario, su promesa se cumpliría con independencia de cuál fuera su voluntad, tal como ocurrió con Menem o con su ex ministro Domingo Cavallo, quien confesó que no se presentaba porque nadie lo votaría. La designación de Rubén Giustiniani como compañero de fórmula es una opción más estética que electoral. Ni siquiera en Santa Fe, el voto socialista preferirá a Carrió antes que a Cristina, lo cual pone en duda la propia reelección de Giustiniani cuando venza su mandato legislativo dentro de dos años. Ahora es su turno de iluminar el cielo por unos días, como ocurrió a mediados de año con Jorge Telerman, otra estrella fugaz. Los triunfadores Hermes Binner y Miguel Lifchitz se sacarán una molestia de encima. En el caso de Lavagna, su intento por capitalizar la buena gestión económica como ministro de Kirchner se agota en esta elección. Si el electorado entiende que el mérito de esos años fue del Poder Ejecutivo y no de su ministro, no queda nada que fundamente un próximo intento. Como tampoco se ha caracterizado por un carácter luchador como el de Alfonsín, lo más probable es que en caso de derrota se radique en Europa, para satisfacción de su esposa belga.

Burritos y burradas

Los Kirchner estuvieron esta semana en Córdoba, donde las elecciones a gobernador produjeron un conflicto grave entre los candidatos Juan Schiaretti y Luis Juez. La diferencia de un punto en el escrutinio provisional no fue aceptada por Juez, quien clamó que había sido víctima de fraude. Esto provocó una catarata de denuncias preventivas similares, de escaso fundamento, y que fueron contestadas por la Camara Nacional Electoral con pocas y sensatas medidas de contralor. El gobierno nacional llegó con distintas posiciones a la elección cordobesa: el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y su secretario de Transporte, Ricardo Jaime consiguieron volcar el apoyo presidencial en favor de Schiaretti, quien es el delfín del gobernador saliente José de la Sota. Pero el jefe de gabinete, Alberto Fernández, la directora del PAMI, Graciela Ocaña y la vicepresidenta de la Cámara de Diputados, Patricia Vaca Narvaja apoyaron a Juez. Pese al aparato de poder que concentró Schiaretti y a la actitud de Planificación, que cortó la transferencia de fondos para obras públicas en la Ciudad de Córdoba y obstaculizó los trámites bancarios para que Juez pudiera retirar de la Aduana medio centenar de ómnibus nuevos, el intendente realizó una elección provincial espectacular. Pero no supo qué hacer con ella y demostró que su nivel está en la escala municipal. Hubiera podido desconocer la derrota y reclamar garantías para el escrutinio definitivo, mientras capitalizaba la declinación de sus oponentes, presentando a De la Sota como otro de los viejos políticos rechazados por la sociedad, y prepararse para demostrar en octubre que él podía reunir el mayor apoyo provincial para la elección de CFK. Otra opción hubiera sido lanzar todas sus fuerzas a una movilización irreductible, en reclamo de la intervención federal, haciendo imposible el gobierno de Schiaretti. Pero no hizo ni lo uno ni lo otro. En vez de deslegitimar a su golpeado rival la emprendió contra Kirchner, Cristina y Alberto Fernández; anunció que no presentará candidatos nacionales en octubre ni apoyará a CFK y hasta amenazó con dejar vacantes los cargos ganados en la Ciudad y la Provincia. Y cuando sus partidarios se movilizaron, les pidió que se desconcentraran en orden y ni siquiera les dirigió la palabra. Aunque esta errática conducta posterior de Juez no legitima el apoyo oficial a Schiaretti y De la Sota, al menos explica en forma retrospectiva las dificultades que enfrenta Kirchner para consolidar el proceso de cambio que encabeza: con actitudes como las de Juez es imposible construir algo sólido. Cuando se apagan los fuegos de artificio y cesan las risas, no queda nada. Aun así, la exigua votación por Schiaretti, que Cristina superará este mes, también deja en una posición débil a De la Sota e impulsará a Schiaretti a distanciarse de su protector y estrechar vínculos con el gobierno nacional.

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