EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
“El que pierde es un traidor”
Verdad peronista número veintiuno, escrita en tinta limón.
La anécdota, que es una fábula, fue evocada por un ex contertulio de la carpa menemista, ahora guarecido en geografías más frías. La dirigencia peronista es así, trashumante y didáctica.
Carlos Menem había llegado a la presidencia y discernía los cargos. Luis Santos Casale, uno de sus incondicionales de la primera hora, ansiaba un ministerio. Le tocó menos. Con cariño pero con firmeza, sinceró sus ambiciones ante el presidente electo. El riojano lo paró en seco: “Perdiste, Santitos, perdiste en tu circunscripción”. La verdad fluía de los labios del profeta. Casale había sido superado por los renovadores, en “la 19” de la Capital. Casale, diz que ya entregado, defendió igualmente su causa: era el suyo un territorio de medio pelo, tilingo por antonomasia, con epicentro en Pueyrredón y Santa Fe. Los porteños son incurables, argüía sin mucha fe, anticipando casi veinte años las sabias máximas de Alberto Fernández. Menem le dio una palmada y puso fin a la charla con la palabra clave, edulcorada por el diminutivo consolador: “Perdiste, Santitos”. Nadie sabrá si otro guarismo hubiera mejorado la colocación de Casale. Pero el argumento para limitar sus anhelos era, sencillamente, irrebatible.
La política democrática es resultadista, durísima con los que caen. Las urnas lapidan o elevan, a niveles que los profanos ignoran para su paz. Ninguna fuerza mayoritaria escapa a ese sino, menos que ninguna el justicialismo, sea que se lo lidere desde los Llanos o desde El Calafate. Con la frente alta, los güiners ganan espacio y (eventualmente) desfilan primero por las ventanillas de pago. Los lusers pueden discurrir como quieran, para luego ponerse a la zaga.
La regla es universal, en el 2007 la complejizan la seguidilla de elecciones, la multiplicidad de escenarios (provinciales, nacionales, municipales), el pandemonio de colectoras y listas espejo. La casuística es más intrincada, la base está: perdiste, fuiste.
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Un seminario y un luser de manual: Hay casos reacios a la tipología que ameritarían un seminario para debatirlos. Un ejemplo. ¿Cuál es el status de Julio Cobos cuya provincia proveyó una carrada de votos a la presidenta electa pero cuyo delfín perdió la gobernación (con la camiseta flamante de la Concertación) a mano del candidato justicialista? ¿Cómo computar esa suma algebraica? Fronteras adentro de Mendoza, el porvenir pinta gris oscuro, los compañeros tienen ansias de ir por todo. Al fin y al cabo, corroboran en vivacs justicialistas, así proceden los radicales en Río Negro donde la situación se invirtió: el gobernador radical-concertador electo no convocó a su adversario, el kirchnerista Miguel Pichetto ni para tomar un cortado.
El horizonte mendocino es apremiante para Cobos, cuya tropa revista en posiciones de gobierno. Cuatro años de sequía son muchos, máxime si gobierna el clásico rival. La dispersión acecha, el bajón puede hacerse sentir máxime si había buenas perspectivas de triunfo.
Tal vez, presumen estrategas astutos (aunque, ay, poco informados en el día a día), el vice electo reciba un alivio desde la nación. Siempre puede haber un cobijo en el gabinete para los güiners (a nivel nacional). Los radicales K, se suponía a priori, podrían “cobrar” algo. Hace unos meses se chimentaba que podría colar Daniel Katz, intendente de Mar del Plata. Pero el correligionario enhebró dos pecados consecutivos: criticó al Gobierno en campaña y perdió su ciudad contra una colectora, que encarnó el primer castigo que Kirchner le impuso por su osadía. Desde la lona, difícilmente puede reivindicar su vacante.
Como es fama, el gabinete 2008 está in pectore de dos (y sólo dos) protagonistas que en la mesa chica, codo a codo, son mucho más que dos. Con la levedad de las predicciones hechas por terceros (el resto del mundo integra ese generoso colectivo), los entendidos le ponen unos porotos a una especialista mendocina en educación, del equipo de Cobos.
Ganaste, perdiste, tal vez empataste.
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Otro taller ahí: Echada parece la suerte de Roberto Urquía, el senador empresario cordobés, propietario de Aceitera General Deheza. Los capitales eran gran carta de presentación de ese dirigente lobbista que en invierno era favorito para jugar en ligas mayores del Ejecutivo. Mas hete aquí que la lista de diputados nacionales de su provincia acompañó sin novedad la debacle kirchnerista en la provincia. La doctrina Santos Casale tronará sobre él, como el escarmiento, todo lo indica.
Más peliagudo es el caso de Aníbal Fernández. Su pollo y ex chofer Sergio Villordo fue vencido en Quilmes por Francisco “Barba” Gutiérrez. Pero el Gobierno le debe a su ministro del Interior muchas peleas en el barro y el haber desistido sin chistar sus ambiciones a la gobernación bonaerense para acompañar a Daniel Scioli. Los correveidiles están divididos: hay quien define que “Aníbal ya cobró” (un apotegma equivalente a la verdad peronista número 22). Otros dictaminan que no puede quedar afuera, que su aporte pesa mucho más que un traspié fastuoso en el pago chico. Tal vez dirimir el punto justifique, si no un seminario, un taller de especialistas.
Otra cuestión digna de un paper es la situación de Rafael Bielsa que perdió la gobernación hace un par de meses pero se siente vanguardia de la victoria de Cristina en Santa Fe. La victoria fue más ajustada que la media y que lo esperado, pero (doctrina Casale) el FPV ganó. El ex canciller no trepida. Seguramente favorecido por su doble domicilio, se hizo ver en el bunker de festejo del domingo 28 (uno de los contados dirigentes de provincias) y brega por tener un sitio en la nueva administración, tras anunciar su renuncia a una diputación que lo aburría.
Menos polisémica es la posición de Eduardo Fellner, quien depuso sus ambiciones a ser reelecto cuando la derrota de Carlos Rovira transformó en tabú la revalidación democrática. El gobernador jujeño se corrió a la chita callando, su provincia votó a Cristina masivamente, la diputación con la que se viene para el centro tiene gusto a poco, predican los eruditos mientras blanden binoculares para pispiar qué se cocina en la mesa chica.
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Güiner de antemano: Daniel Scioli ganó y ganó, promedian en Palacio. Lo hizo desde el vamos cuando se lo “exportó” de Capital a La Plata para sustentar una diferencia abismal. Lo confirmó en el rectángulo de juego y le añadió una luz de diferencia respecto de la senadora Fernández de Kirchner.
Triunfador de antemano, el vicepresidente hace sentir su consecuente poder en la conformación de su gabinete que, por lo que refulge hasta ahora, está exclusivamente bajo su mando. No era ésa la idea primigenia del kirchnerismo, pero el que gana pone rey.
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Ponencias: La discusión se caldea y proliferan ponencias sobre casos testigo. ¿Ganó o perdió el jefe de Gabinete, mariscal de unas cuantas derrotas en Capital? En los pisos altos del Ministerio de Economía, que albergan a Planificación, se propaga una respuesta tajante, con tonada pingüina. No es la misma que prima en el primer piso de la Rosada, donde mora Fernández, diz que para quedarse otro cuatrienio. Nadie imagina que su poco feliz desempeño a la cabeza del FPV porteño le cueste ese ministerio, pero la discusión busca limarlo un poquito, que nunca está de más.
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Irrupción foránea: El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina invade el teclado del cronista. “¿Por qué ceñirse al oficialismo?” sonsaca. “¿Por qué no hacer un análisis sistémico de las performances de Mauricio Macri en junio y en octubre?” “¿Cómo no organizar mesas debate en las que se sustancie si Elisa Carrió ganó o perdió?” “¿Cómo privarse de hacer un ranking de perdedores en el radicalismo resistente para situar a los menos heridos?”, se ensaña.
El cronista asiente, el objeto de estudio es inabarcable. Pero será otro día, si hay espacio y tiempo.
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