De Vido y Tomada continúan. Uno, por una tarea inconclusa que sólo él garantiza. El otro, por sus condiciones para articular el acuerdo social. Ambos, con amplio consenso sindical y empresario.
› Por Raúl Dellatorre
Aunque con características y orígenes diferentes, tienen más de un rasgo en común. Carlos Tomada y Julio De Vido son dos de los ministros “políticos” que seguirán en sus cargos. El mérito más valorado en sus respectivas gestiones ha sido la capacidad de negociación demostrada. No por nada a la hora de definiciones, Néstor y Cristina Kirchner recibieron más de una recomendación en favor de que conservaran sus cargos. Ambos, por separado, recogieron respaldos tanto en las filas sindicales como del gremialismo empresario. El presidente y su sucesora tomaron nota y evaluaron que se trataba de un dato clave: además de la confianza personal y política que tienen en ambos, no es poco que los sectores que tendrán un papel activo en la próxima etapa de concertación los respeten y los pidan para continuar en sus respectivas carteras.
Uno, De Vido, es un “pingüino puro”, viene acompañando a Kirchner hace más de una década y tuvo a su cargo algunas de las tareas más delicadas que le tocaron al gobierno nacional. Consecuencia de ello, fue alcanzado por denuncias, fue blanco de críticas de la oposición y permanente “abonado” a los cuestionamientos y sospechas. Se enfrentó con otros miembros del Gabinete –claramente con la ex ministra Felisa Miceli y en forma menos abierta con Alberto Fernández– y sus políticas y hombres trascendieron los límites de su propia área. Sin embargo, logró llegar hasta el final del mandato presidencial y no hay evidencia de que su accionar le haya provocado al gobierno un alto costo político. Por el contrario, la CGT y el establishment empresario estimularon su continuidad.
Otro, Tomada, la tuvo algo más cómoda. El edificio que ocupa su cartera, en Alem al 600, fue frecuente escenario de movilizaciones de protesta. Pero el Gobierno computa que mientras en 2003 los protagonistas eran los piqueteros y movimientos sociales reclamando trabajo o planes sociales, en 2006 ya lo eran los trabajadores agremiados que demandaban mayores salarios o mejores condiciones de trabajo. Aun los sindicatos más duros le reconocen a Tomada su permanente voluntad de mediación. Y el equilibrio en los resultados. Una condición que, curiosamente, es reconocida como un mérito también por los patrones.
Ahora son mayoría los que imaginan que tanto De Vido como Tomada cumplirán una tarea transitoria. Es decir que se quedarían como una prolongación de sus actuales tareas pero sólo por algunos meses. De Vido inició su gestión con varios conflictos abiertos, como las renegociaciones inconclusas con las privatizadas y un déficit energético que se haría más perceptible a medida que el país iba manteniendo una tasa de crecimiento superior al 8 por ciento anual. Encaró, con demoras, la solución a esos conflictos. Sin haber recuperado aún el tiempo perdido en los años previos, De Vido continuaría en funciones hasta encarrilar, al menos, el plan de inversiones energéticas iniciado, en gran medida, recién este año. Los empresarios vinculados al sector –constructores y generadores, principalmente– pidieron no cambiar el ejecutor, aunque el candidato a sucederlo fuera miembro de su mismo equipo: el secretario de Obras Públicas, José López.
Tomada destacó reiteradamente como uno de sus principales logros haber reinstaurado las negociaciones paritarias. A ello le suele sumar los resultados que exhiben los indicadores sociales y laborales. Aunque la baja del desempleo y de la pobreza no sean un mérito exclusivo suyo, nadie le puede negar que es una de las caras de ese proceso. Cristina Kirchner hizo una apuesta fuerte con la convocatoria a un acuerdo social, con lo cual elevó el objetivo en una zona que lo involucra: la de relaciones obrero-patronales. Si lo hecho por Tomada es considerado meritorio, era lógico que diera el physique du rol para, por lo menos, estar en el inicio de la nueva etapa. En particular, si no hay a mano alguien con iguales o mejores condiciones probadas, intelectualmente apto y políticamente capacitado.
Con De Vido en el Gabinete, Cristina Kirchner resigna la posibilidad de escenificar el inicio de una nueva etapa, del “cambio que recién empieza”. El ministro de Planificación va a ser el símbolo más patente de una continuidad de la gestión de Néstor Kirchner. Acepta el pase de mochila con todos los cuestionamientos y sospechas que arrastra el ministro, evaluando que los costos son marcadamente inferiores a los beneficios. Pero se asegura no pagar derechos de piso en un área tan sensible como la energética. Para mostrar cambios o el inicio de una gestión diferente, elegirá otra oportunidad.
Tomada sigue con una misión bien definida, al menos en lo inmediato. Será uno de los impulsores y ejecutores de la primera etapa de la concertación. Para adentro, en la negociación, será interlocutor clave con los sectores que sean convocados. Para afuera, ante la opinión pública, será uno de los voceros de los objetivos de una herramienta que, hasta ahora, se presenta como un eje político en la nueva etapa.
De Vido y Tomada no se atornillaron a sus sillones, pero son dos ejecutores a entera disposición del proyecto kirchnerista. Que hoy los requiere en el mismo lugar que venían ocupando. Su misma presencia define esta etapa: la continuidad, antes que el cambio. Una transición, que no es ésta entre las elecciones y el 10 de diciembre, sino otra, más prolongada: la que empieza precisamente ese día.
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