La ex titular del PAMI llegó al Gobierno de la mano de Alberto Fernández, desde las filas del progresismo. En estos cuatro años tuvo diferencias con el ministro saliente, Ginés González García.
A Graciela Ocaña el ofrecimiento del Ministerio de Salud le llegó mientras estaba en Cuba, participando de un congreso. Cristina Kirchner la llamó por teléfono el martes a la noche para sumarla a su equipo como una de las dos mujeres del gabinete. Ocaña, que llegó al Gobierno hace cuatro años para hacerse cargo del PAMI, tuvo durante su gestión fuertes diferencias con Ginés González García, a quien ahora sucederá.
La futura ministra de Salud ayer no dio entrevistas e hizo saber que no las dará hasta regresar a Buenos Aires y mantener una reunión en la Casa Rosada con la presidenta electa; la decisión es parte de su bajo perfil. Quienes la conocen dicen que en ese carácter poco proclive a la exposición pública convive una faceta ambiciosa, que su biografía no desmiente. Además, tiene fama de trabajadora: se la hizo Elisa Carrió, antes de la pelea que las distanciaría.
Ocaña se sumó al Gobierno apadrinada por el jefe de Gabinete Alberto Fernández, en enero de 2004. Antes había navegado en las amplias aguas de lo que suele llamarse “progresismo”: en el ’83, cuando votó por primera vez, eligió la boleta de Oscar Alende, el candidato del Partido Intransigente. Se entusiasmó más tarde con la renovación peronista, pero el ascenso de Carlos Menem le provocó suficiente rechazo como para tomar distancia del PJ; en el ’89, votó al radical Eduardo Angeloz. Finalmente se deslumbró con Chacho Alvarez, al punto de mandarle una carta de respaldo a lo que hacía en el Grupo de los Ocho. Para su sorpresa, Alvarez le contestó y la convocó a trabajar con él en Diputados, gratis.
Fue con Alvarez que obtuvo su primera banca de diputada, en 1999, como candidata de la Alianza por la provincia de Buenos Aires. Entró casi de casualidad, ya que en el armado de la lista Ocaña quedó inicialmente en el lugar 19, pero la Ley de Cupo Femenino obligó a que la subieran al número 16, y ese año la Alianza bonaerense metió en el Congreso tal cantidad de legisladores. Desde su banca, votó obedientemente a pedido de Chacho para otorgarle al (ex) ministro de Economía Domingo Cavallo los superpoderes, en la votación general.
Se fue del Frepaso antes de que cayera el gobierno de Fernando de la Rúa. Ya en el ARI, su figura se hizo conocida cuando la fuerza presentó el informe de la Comisión de Investigación de Lavado de Dinero: en la conferencia de prensa, Carrió elogió sus esfuerzos y la bautizó como “la hormiguita”, un apodo que todavía le dura. Cristina Kirchner también integró la comisión, pero firmó un texto por separado.
No se sabe mucho sobre su historia personal. Sólo que tuvo una infancia difícil, ya que perdió a su madre luego del parto de su único hermano. Aquella muerte disgregó a su familia: el padre la llevó a la casa de sus abuelos para que la criaran y dejó al bebé en las manos de una tía. Ocaña no tuvo hijos. Está casada, pero mantiene su vida privada lejos de las cámaras: dice que su marido es ajeno al mundo de la política. Ocaña es católica. Hizo la escuela primaria en un colegio de monjas, la escuela Santa Rosa de Lima. Según ha contado en algunos reportajes, de adulta se distanció de la religión hasta que la cercanía con Carrió la hizo recuperar la fe.
En el PAMI avanzó en su gestión apoyada en Alberto Fernández y en tensión con el ministro de Salud González García. Las diferencias políticas más fuertes se hicieron evidentes dos años atrás, cuando González García, con el apoyo del entonces ministro de Economía Roberto Lavagna, intentó que el PAMI volcara sus recursos económicos excedentes al sistema privado de salud. Ocaña se opuso, convencida de que la obra social no debía aceptar la sangría de fondos que pertenecen a los jubilados y pensionados.
Durante la campaña electoral, Cristina Kirchner trabajó con un equipo de sanitaristas en el rediseño del sistema de salud público, que ahora se prepara a afinar con la designada ministra. Entre las primeras medidas para el área, el proyecto preveía enviar al Congreso Nacional una nueva Ley Nacional de Salud.
Ocaña deberá asumir con una carga en la mochila de la gestión anterior: el aumento de un 23 por ciento en las cuotas de los servicios de salud prepagos. Aunque todavía no se conoce cuál será la política de la nueva ministra sobre el tema, se sabe que existen herramientas para intervenir entre ellas un proyecto para regular la actividad del sector que permanece frenado en el Congreso.
Otra incógnita a develar es cuál será su posición sobre la distribución gratuita de anticonceptivos y la campaña de educación sexual que Ginés impulsó fuertemente y por el cual tuvo una durísima pelea con la Iglesia Católica.
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