EL PAíS › JUAN CARLOS TEDESCO, MINISTRO DE EDUCACION
Segundo de Filmus, heredó el timón del sistema educativo y busca recuperar el rol del docente porque piensa que “tenemos algo que transmitirles a los alumnos”. Preocupado por los resultados y las inequidades reales del país, apuesta a reducir diferencias sociales pero advierte que la escuela, sola, no puede resolver ese problema.
› Por Nora Veiras
Se mudó apenas unos metros en el primer piso del Palacio Sarmiento, pero el cambio es mucho más que una cuestión de despacho. Juan Carlos Tedesco ascendió de vice de Daniel Filmus a ministro de Educación. Este pedagogo forjado en un discurso de consenso en los foros internacionales de la Unesco tiene ahora la responsabilidad directa de un sistema educativo con más de 12 millones de alumnos y 800 mil docentes. Un sistema en el que los resultados de aprendizaje son más que preocupantes y ponen al desnudo la inequidad también en la distribución del conocimiento. Tedesco apuesta, en línea con el mensaje de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a recuperar el rol del docente. “Tenemos algo que transmitirles a los alumnos, no es todo intercambio”, repite y advierte que “no se le puede pedir a la escuela que resuelva la desigualdad social”. Confía en que a lo largo de cuatro años se logre que los alumnos aprendan más y que la brecha educativa entre los que más y los que menos tienen se acorte.
–Es raro que un ministro de Educación en la Argentina jure sólo por la Patria...
–Es mucho ya jurar por la Patria. Que la Patria te lo demande es una gran responsabilidad.
–¿Y con Dios qué pasa?
–Dios es algo privado para mí. En la función pública prefiero jurar por la Patria.
–La semana pasada se difundió la evaluación internacional PISA que muestra los malos resultados de la educación argentina: los secundarios obtuvieron el puesto 53 sobre 57 países evaluados, el peor en América latina. La inversión en educación aumentó pero los resultados no mejoraron, ¿cómo se revierte esta tendencia?
–Distingamos: la Argentina ha aumentado la inversión en los últimos años, esta prueba se tomó hace dos años a los alumnos que estaban finalizando la escuela secundaria, o sea que lo que se estaba midiendo es una trayectoria educativa. La verdad es que esos chicos a esa edad y en ese momento son los que atravesaron lo peor de la crisis. Habían entrado en la escuela primaria hace doce años, atravesaron todos los momentos de crisis económica, social, política, cultural y los resultados reflejan eso. Son bastante coincidentes con los datos de nuestro Operativo Nacional de Evaluación (ONE); ahora nuestros datos también nos muestran que los resultados en los que han entrado en la escuela primaria en los últimos cinco años son bastante mejores. Podemos estimar que el cambio de tendencia ya empezó y tenemos que hacer mucho para que se siga sosteniendo. Los cambios en logros de aprendizaje son lentos. Miremos a Chile. Hoy Chile está mostrando muchos mejores resultados, tardaron casi quince años, de mucha inversión en educación... No quiere decir que nosotros vayamos a tardar quince años, pero lo que digo es que el impacto de mayor inversión en educación que tiene que ver con mejores salarios, mejores edificios, mejor equipamiento, hasta que se traduce en lo que el maestro hace en la sala de clase y lo que el alumno aprende, pasa un tiempo. El desafío es ése: poner una prioridad muy fuerte en responsabilidad por los resultados.
–¿Qué implica la responsabilidad por los resultados?
–Esto implica que todos, el Estado nacional, los Estados provinciales, los directores, inspectores de las escuelas, los maestros, los alumnos y las familias tengamos mucha responsabilidad por los resultados, que no nos sea indiferente. Si yo veo que un chico no está aprendiendo, no puedo quedarme indiferente y decir es su problema. Tengo que reaccionar frente al resultado. Esto no es sólo responsabilidad individual del maestro, es más institucional, es el equipo.
–En dos años se vuelve a tomar esta evaluación internacional y ahora usted es el ministro. ¿Qué expectativa tiene?
–La expectativa es que nos vaya mucho mejor.
–Usted siempre alude a los niveles de inequidad en el sistema educativo, ¿cómo se refleja en los resultados?
–Una parte de ese problema no es educativo. Sabemos muy bien que la educación es fundamental pero no se le puede pedir a la escuela que resuelva la desigualdad social. Hay mucho que hacer y se está haciendo en términos de condiciones materiales de vida de la población. En el año 2003, el 70 por ciento de los chicos de la Argentina estaba en condiciones de pobreza y de ellos, el 40 por ciento estaba en indigencia. En esas condiciones educar es muy difícil. Hoy esos índices han bajado significativamente y hay que seguir creciendo económicamente y distribuyendo mejor la riqueza, éste es un aspecto fundamental. Ahora, después hay que hacer cosas desde la escuela y ahí las políticas para disminuir la brecha en todo sentido son políticas de inclusión: estamos otorgando más de 600 mil becas a chicos de primaria, secundaria y terciaria cuyos montos promedian unos 700 pesos anuales. Estamos atendiendo prioritariamente a escuelas de sectores más desfavorecidos, a través de programas múltiples de provisión de textos, de computadores. Estamos con un plan de infraestructura, la construcción de escuelas prioriza fundamentalmente las zonas más desfavorecidas. Hay una batería de estrategias destinadas a mejorar mucho los insumos materiales del aprendizaje: edificios, textos, computadoras y tiempo. La Ley Nacional de Educación nos manda a ampliar el número de escuelas de jornada extendida o completa. En el 2010 tendríamos que llegar al menos al 30 por ciento de la matrícula de primaria. Luego viene el capítulo pedagógico: los métodos, las formas de enseñanza que tienen que ver con que nuestros docentes estén técnica y políticamente capacitados para enfrentar el problema de la igualdad en los resultados educativos.
–¿Qué quiere decir con “políticamente capacitados”?
–Muchos de nuestros maestros son abnegados y son los que sostienen en muchos lugares la educación, esa pasión por la justicia social, porque que el chico aprenda aun en condiciones muy desfavorables es muy importante. Tenemos que acompañar esa pasión con elementos técnicos, con que tenga el instrumental para trabajar, para eso se creó el Instituto Nacional de Formación Docente, se aumentó un año la formación inicial de los docentes, se están desarrollando proyectos destinados a la capacitación en servicio. El docente, en sentido colectivo como equipo, es nuestro recurso más valioso para resolver el problema de la desigualdad. A partir del año próximo la formación docente inicial será de cuatro años, el último año tiene que estar bajo alguna forma de residencia, salvando las distancias, tomando el modelo de formación de los médicos.
–La presidenta Cristina Kirchner reivindicó en su discurso inaugural la escuela en la que ella estudió, una escuela en la que el maestro era el que sabía y el alumno era el que aprendía, ¿hoy en día se puede seguir pensando que el docente es el poseedor del saber...?
–Si uno lo entiende de la misma manera que hace cincuenta años, no. Lo que ella quiso decir es que efectivamente el maestro no es lo mismo que el alumno. El maestro tiene que saber más. ¿Qué quiere decir hoy saber más? No es que sea el poseedor de la información, porque la información hoy se puede transmitir por muchas otras modalidades. Lo que el maestro tiene que saber más es pensar y enseñar a pensar. El maestro también tiene que saber más en valores y tiene que transmitir algunos valores porque es el adulto y el alumno es el joven. En ese sentido es que tenemos que recuperar esa idea de transmisión: tenemos algo para transmitirles a los alumnos, no es todo intercambio. El aprendizaje es asimétrico, ésta, que es una verdad de Perogrullo, hay que sostenerla. El maestro tiene que enseñarle al alumno el oficio de aprender, tiene que enseñarle al alumno ciertos valores que tienen que ver con lo que esta sociedad quiere que sea una sociedad justa. ¿Queremos una sociedad justa? Si es así tenemos que traducir esta idea de justicia en términos concretos: tenemos que aprender a convivir con el otro, a resolver nuestros conflictos por vía no violenta, a respetar al diferente. En esto el maestro tiene que saber más, saber en el sentido metafórico, tiene que ser el modelo, el que enseñe esto. Salgamos también del maestro individual. La diferencia con la escuela de hace cincuenta años en parte pasa por esto. En todos los sistemas educativos del mundo, la unidad de desempeño con la que fueron creados fue el aula, hoy no puede ser el aula.
–Es decir que se terminó eso de cada maestrito con su librito.
–El profesionalismo de los docentes tiene que ser entendido como colectivo, no como individual. Por eso la Presidenta puso en esto claramente la mirada; efectivamente los maestros tienen que tener este papel y lo que hizo fue ampliar la agenda, es decir, discutamos esto con franqueza, sinceramente, a fondo. En ese aspecto entramos en un debate universal: no es que sean los maestros argentinos los que tienen ese problema. Esta es una etapa de la historia muy particular, pocas veces sucede que hay una transformación tan profunda que entonces coloca a los adolescentes, a los niños y a los adultos en el mismo lugar: todos tenemos que aprender al mismo tiempo. Las nuevas tecnologías, por ejemplo, todos tenemos que aprender a usarlas. El adulto tiene que aprender el mecanismo pero también el para qué y, además, tiene que enseñar para qué. Si los dejamos solos a los chicos, los chicos pueden manejar mejor el mecanismo pero no saben bien para qué. Si uno va a ver a los chicos usando las computadoras en los cibercafés, juegan, ahora cuando tienen la computadora en la casa o en la escuela la usan para aprender. Esa es la diferencia.
–¿Cómo se hace para que la educación vuelva a ser valorable por los chicos?
–No hay un cómo. Es un problema social complejo que tiene que ser encarado con estrategias complejas. Tenemos que crear empleos, empleos decentes, tenemos que lograr que la formación que los chicos tienen en la escuela sea adecuada para ese desempeño en la sociedad, que les enseñemos cosas significativas, tenemos que hacer que los medios de comunicación, que la cultura, valoricen el esfuerzo, que les digan educar es importante, aprender es importante, tenemos que lograr mayores niveles de confianza en el mediano, largo plazo, que el alumno no quiera tener satisfacción inmediata, educarse es una inversión a mediano-largo plazo. Los “cómo” tienen que ser complejos. Además tenemos que tener conciencia de la crisis por la que hemos pasado. Llegamos a niveles de desconfianza altísimos, nadie confiaba en nada, estamos reconstruyendo. El ex presidente usaba la metáfora de que estamos saliendo del infierno. El ministro de Economía dijo que salimos de terapia intensiva, estamos en terapia intermedia.
–¿En educación estamos en terapia intermedia?
–En la sociedad. Pero ya ciertas cosas se pueden incorporar a la agenda. El hecho mismo de que estemos hablando de cómo hacemos para que se reconozca el valor de la educación es un algo que hace cuatro años no hubiera estado, la pregunta era cómo hacemos para que los chicos coman. En educación no hay óptimos fijos, no hay un punto en el que uno diga ya llegamos. El progreso, el avance, se mide en la calidad del problema. Hoy estamos enfrentando problemas de mejor calidad que hace cuatro años. Tenemos el financiamiento, tenemos ciertas condiciones edilicias, de infraestructura –a pesar de lo que se diga–, ahora hay que cumplir con esa meta y seguir avanzando.
–Usted dijo que desarrolló una carrera académica y ahora empezaba una carrera política como ministro, ¿implica una carrera partidaria?
–Yo dije que empezaba una carrera como administrador, como tomador de decisiones de política de educación, de ninguna manera una carrera partidaria. Sigo siendo independiente en política partidaria.
–¿Cómo espera que lo recuerden dentro de cuatro años?
–Como un ministro que continuó una gestión y que en esa continuidad avanzó significativamente en mejorar la calidad y eliminar la desigualdad. La educación es largo plazo, tiene que ser producto de pactos, de acuerdos, de consensos, hay que sacar a la educación de los conflictos cotidianos.
–¿La dirigencia argentina tiene conciencia de lo que implica no apostar realmente a la educación?
–Tiene mucha más conciencia de la que tenía hace unos años. Es evidente para cualquiera que se mueva un poco por el mundo que no hay otro camino ni individual ni socialmente que no pase por apostar fuertemente a la educación, al conocimiento, a la investigación científica, en todo sentido, no sólo en el sentido del crecimiento económico sino también del desempeño ciudadano y como personas. Hoy cualquiera de nosotros tiene que estar tomando decisiones todos los días que implican un muy fuerte manejo de información y conocimiento, en nuestra salud, en lo queremos hacer, en las decisiones políticas que hay que tomar. Hay que entender lo que dice el ministro de Economía, cuando me hablan de índices de precios, de inflación, un ciudadano tiene que entender eso y eso significa saber matemática, estar manejando el lenguaje científico-técnico de la economía, tenemos que tomar decisiones sobre el medio ambiente, hay que estar alfabetizado científicamente. No hay otra manera de construir una sociedad justa sin dar una educación de buena calidad a todos, el que no esté educado se queda afuera, lo condenamos a la exclusión y la marginalidad. Creo que esto la dirigencia política, empresarial, sindical y todos los otros sectores lo están tomando realmente en serio, por algo el discurso de la Presidenta le puso tanto énfasis a esto y por algo uno ve esto en las decisiones sobre asignación de recursos. No es un puro recurso retórico. La Ley de Financiamiento Educativo se está cumpliendo, no es como otras veces, que se decía y quedaba en los papeles, en algunos casos se está sobrecumpliendo, esto es indicador de que existe esta conciencia.
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