En la audiencia en la que se declaró culpable, la jueza de Miami preguntó varias veces al venezolano Maionica si estaba convencido de lo que afirmaba. El detalle de la declaración.
› Por Irina Hauser
–¿Se encuentra bajo los efectos alguna droga, medicación o bebida alcohólica? –preguntó la jueza Joan Lenard, solemne, con la clásica toga negra.
–No, Su Señoría –respondió Moisés Maionica, preso en Miami por el affaire de la valija.
La magistrada, incisiva, reiteró la pregunta de varias maneras: ¿Consumió en las últimas 24 horas? ¿Fue hospitalizado por narcóticos? Lo que quería saber era si el hombre estaba en sus cabales como para tomar la decisión que venía a anunciar: que se declaraba culpable de todo lo que lo acusa el fiscal Thomas Mulvihill. Maionica, un muchacho rollizo de baja estatura, admitió el viernes todos los hechos que le leyó la jueza, que lo pintan como un agente ilegal de Venezuela. Hasta reconoció haberle ofrecido dinero a Guido Antonini Wilson para que ocultara el origen y destino de los 800 mil dólares que le incautaron en Buenos Aires.
La jueza se mostró punzante y reiterativa con Maionica, no sea cosa que después se arrepienta de sus actos. “¿Usted entiende que si va a juicio oral puede después apelar su condena, pero pierde ese derecho al declararse culpable? ¿Usted entiende que con un acuerdo de culpabilidad no hay juicio? ¿Comprende que nadie le garantiza una pena atenuada? ¡¿Comprende que va a ser condenado?!” Esas, entre tantas advertencias, le lanzó la jueza al acusado, según se desprende de la transcripción de la audiencia que obtuvo Página/12.
El acuerdo de culpabilidad es un atajo que ofrece el sistema norteamericano. El imputado asume los cargos en su contra y colabora con la investigación a cambio de que la fiscalía promueva una reducción de la pena. En los casos de gran trascendencia pública e impacto político, en los que un juicio por jurados es cantado, resulta una poderosa herramienta para respaldar la acusación de la fiscalía. Qué mejor que un arrepentido. En la reunión en los tribunales de Miami estuvieron, además de la jueza, el fiscal Mulvihill, el acusado, su abogado Rubén Oliva, Clifford Rones, de la sección Contraespionaje del Ministerio de Justicia, y Michael Lasiewicki, el hombre del FBI que coordinó la investigación. Lasiewicki trabajó codo a codo con Antonini, a quien equipó con micrófonos y cámaras ocultas para que pisaran el palito sus ex socios Franklin Durán y Carlos Kauffmann, además del uruguayo Rodolfo Wanseele Paciello y Maionica. Todos terminaron presos, y un quinto hombre está prófugo.
La jueza se tomó el trabajo de describirle a Maionica de qué se lo acusa, para ver si avalaba los cargos. Le habló de las famosas reuniones con Antonini filmadas y las comunicaciones telefónicas grabadas, en las que él se muestra como un asesor en nombre del gobierno venezolano, luego de conversaciones con “la oficina de la vicepresidencia” y la Disip, que es la dirección de Inteligencia. Maionica, leyó la jueza:
- “Actuó bajo la dirección y el control de un gobierno extranjero” y “coordinó esfuerzos para encubrir el verdadero origen y destino de aproximadamente 800 mil dólares incautados en Buenos Aires en agosto”.
- “Ofreció fuertes atractivos incluido el pago de dinero y la confección de documentación falsa en un intento por lograr la colaboración de Antonini en el encubrimiento.”
–¿Usted entiende los cargos en su contra? –inquirió otra vez al acusado, enfundado en su mameluco de preso.
–Sí, Su Señoría –respondió en medio de un clima cinematográfico.
Cuando la jueza Lenard ya llevaba largos minutos de recitado, Mulvihill pidió la palabra y dijo que quería dejar algunas cosas en claro. Una de ellas era que “el señor Antonini ignoraba que había 800 mil dólares en la valija porque pertenecía a otro de los pasajeros”, enfatizó. “Antonini había sido invitado a acompañar a los otros siete pasajeros en su viaje a Buenos Aires, apenas unas horas antes de la partida del avión desde el Aeropuerto Maiquetía, en Caracas”, agregó. Luego especificó que entre los pasajeros del jet privado había varios ejecutivos de Pdvsa, la petrolera venezolana. Su acusación, de hecho, dice que la valija fue subida a bordo por un asistente de un alto ejecutivo de esa empresa venezolana.
La teoría de que Antonini es una víctima fue ampliamente difundida en un comunicado por el Departamento de Justicia. Mulvihill le reiteró a Maionica, cuando estaba a punto de autoincriminarse, que el objetivo de la conspiración que le atribuyen era el encubrimiento sobre la ruta de los 800 mil dólares y “el papel” de Venezuela en los intentos por silenciar a Antonini. Mulvihill, así, involucró al gobierno de Hugo Chávez una vez más pero evitó mencionar lo que ya había dicho en otras audiencias: que según Durán el dinero era para la campaña de Cristina Kirchner.
–¿Usted admite o no admite los hechos descriptos por el fiscal? –le preguntó la jueza a Maionica.
–Los admito, Su Señoría.
–¿Se declara culpable o inocente?
–Culpable, Su Señoría.
–¿Se declara culpable porque es culpable? –reforzó Lenard.
–Sí, Su Señoría.
Por el acuerdo que firmó, Maionica tendrá que darle a la fiscalía una confesión íntegra. De aquí hasta el juicio contra los otros “agentes”, el 17 de marzo, tendrá tiempo para hablar, complicar a sus ex compañeros de andanzas, revelar nuevos involucrados o dar alguna pista sobre el prófugo, Antonio Canchica Gómez. Su abogado, Oliva, es famoso en Estados Unidos por sus acuerdos con las fiscalías, algo que promociona en su página web.
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