Dom 24.02.2008

EL PAíS  › EL ZAR ANTIDROGAS Y SUS AMIGOS

La Primavera

El fiscal Alberto Gentili admitió haber recibido el Día de la Primavera en una fiesta con el defensor en las dos mayores causas por drogas y lavado de dinero que llegaron a juicio en la historia argentina. Un debate necesario sobre la función pública y la ética profesional. El destino de las fiscalías temáticas, que Alberto Fernández se propone disolver.

› Por Horacio Verbitsky

La disolución de las fiscalías temáticas, consideradas un foco de corrupción estructural, será analizada esta semana por el jefe de gabinete, Alberto Fernández, con el Procurador General de la Nación, Esteban Righi. La reunión ocurrirá en medio del escándalo por la revelación de que el titular y los miembros jerárquicos de la Ufidro participaron en una fiesta privada ofrecida por el defensor de los imputados en las dos mayores causas por tráfico de sustancias estupefacientes de uso prohibido y lavado de dinero que llegaron a juicio en la historia argentina. El fiscal jefe de la Ufidro, Alberto Adrián María Gentili, explicó a este diario que “festejaban el Día de la Primavera”.

Según Fernández esas fiscalías son corporativas y fomentan la corrupción porque sus gastos son pagados por aquellos entes donde se producen los delitos que deben investigar. Righi está dispuesto a absorber a la Ufidro como una fiscalía más, sin renovar el convenio con el ministerio del Interior. Pero carece de recursos para reemplazar las confortables instalaciones en las que funciona la unidad, 400 m2 pagados por el ministerio del Interior, una de las menores densidades de funcionario por metro en el Estado. El jefe de gabinete planea reasignar a la Procuración General las partidas con las que se pagaron hasta ahora esos gastos, con tal de sacárse a la Ufidro y sus corruptelas de encima.

La fiesta inolvidable

Gentili afirma que el 21 de septiembre de 2006 todo el personal de la Ufidro se reunió en la casa de una compañera de trabajo y de cátedra, entre las 14 y las 15.15, para comer unas empanadas con vino y gaseosas. El abogado Julio Virgolini recién llegó cuando estaban por irse, porque estaba viviendo con la dueña de casa. “Es un excelente profesional y un gran profesor y por sus antecedentes académicos y su perfil ideológico no se lo puede tildar de abogado de narcotraficantes. Ser abogado defensor no es un delito”, dijo Gentili. Agregó que Virgolini sólo había defendido al peruano Marco Antonio Estrada González, conocido como Marcos, “en una causa por un delito común, de violencia física, no por narcotráfico”.

Nada ocurrió tal como lo narra el Zar Antidrogas, quien resulta ser el mejor defensor del defensor de las organizaciones a las que debería perseguir. El dúplex de Uriburu 1257, con dos plantas unidas por una imponente escalera caracol de roble, pertenece a Virgolini, quien estuvo desde el principio hasta el final, y no a la mujer con la que convivió un breve lapso. Gentili llegó a las 13 con cuatro de los seis secretarios de cámara de su fiscalía (Horacio García, Sergio Mola, Santiago Marquevich y Marcelo Alonso) y se quedó hasta el atardecer. La fiesta se desarrolló en un living y un comedor en L, a los que se llega pasando la completa biblioteca de criminología crítica. Las cajas con las empanadas se apilaron en una luminosa cocina, con un desayunador de banquetas altas, en la que el ex juez lee todas las mañanas La Nación. Uno de los tres grandes dormitorios de la planta alta tiene un baño en suite. Tanto el Zar Antidrogas como el defensor de Marcos cantaron una canción con un aparato llamado karaoke, conectado al televisor. No fue la única fiesta realizada allí. Viernes de por medio, en horario de trabajo, Gentili y sus colaboradores se reúnen para cantar, en el duplex de Virgolini o en quintas del Gran Buenos Aires.

Fría como el viento

También lo hacen en las reuniones con personal de las fuerzas de seguridad en ocasión de los cursos y jornadas que organizan, en Mar del Plata, Misiones o Mendoza, por casualidad los lugares desde los cuales pocos días después la Ufidro recibe informes sobre el fantasmagórico narcoterrorismo, fruto y origen de prohibidas actividades de espionaje político. La vecindad con el Paraguay es conveniente para comprar a buen precio los cartuchos que consume el karaoke e ingresarlos al país sin pagar impuestos. Las sesiones siempre comienzan con el tema de Luis Miguel “Fría como el viento”. Las letras se reproducen en el televisor para que todos canten. Ese clima de sana chacota es estimulado por las holgadas condiciones de esos encuentros. Los cursos de Coordinación Policial sobre Narcotráfico y Crimen Organizado para las fuerzas de seguridad del Noreste y el Noroeste siguieron la misma pauta. Las delegaciones de una decena de invitados llegan por vía aérea el domingo a Buenos Aires y se alojan en el hotel de cinco estrellas NH City. El lunes tienen un desayuno de trabajo de tres horas. Luego almuerzan en el restaurante Cabaña Las Lilas de Puerto Madero y durante tres horas visitan dependencias policiales, de Prefectura y de Gendarmería. El martes se reúnen otras tres horas, reciben certificados y con ellos en los portafolios se dirigen al almuerzo de despedida. Cada uno de esos almuerzos para treinta personas, con jamón ibérico pata negra, baby beef de 500 a 800 gramos, pollo de campo o merluza negra, con vinos Catena Zapata Estiba Reservada, costaba hace un año no menos de 3000 pesos. Después de recibir las cuentas, el entonces ministro del Interior Aníbal Fernández restringió tales gastos. La mimetización entre funcionarios judiciales y policiales se refleja también en el piloto azul del disfraz de detective de Santiago Marquevich y en el bronce de homenaje al policía pedófilo que preside su despacho en la Ufidro.

La Firma

Virgolini defiende al capo peruano de la villa 1.11.14 desde 1999. También fue el defensor de Enrique Piana en la causa por lavado con exportaciones de oro y de uno de los serbios imputados en la causa conocida con la poco imaginativa denominación de Viñas blancas, de exportación de cocaína en botellas de vino. En algunas instancias actuó en forma directa, en otras por medio de sus socios, Luis Osler y Mariano Silvestroni. En la primera causa de los peruanos, Osler defendió a Marcos y Mariana Barbitta a su esposa. Después Barbitta se asoció con el ex fiscal Máximo Rosconi, cuya relación con la Ufidro se consignó el domingo pasado (ver De cajón), y Osler con Virgolini. Las causas por violencia física, que según Gentili no tienen relación con el comercio ilegal de sustancias psicotrópicas, son homicidios cometidos durante la disputa por el control del territorio y la aparición de cadáveres de mulas evisceradas para rescatar la sustancia que transportan en su intestino.

Por cierto, Piana, Marcos y los serbios tienen derecho al mejor abogado y Virgolini y Rosconi a los clientes más prósperos. Lo único que está en cuestión aquí es la promiscuidad de quienes tienen la función de perseguir los delitos complejos cometidos en esa materia con los defensores de confianza de algunos imputados. Una de las complejidades consiste precisamente en el entrecruzamiento de abogados en las distintas causas para ocultar su vinculación. Por mucho menos el año pasado debió alejarse de la causa por el atentado contra la AMIA el fiscal Marcelo Martínez Burgos: un abogado amigo suyo declaró que a pedido del fiscal había intercedido ante el gobierno de Irán para que no atentaran contra él. Además, el juez federal Rodolfo Canicoba Corral investiga si esa gestión no constituyó un delito. El juez más famoso de Francia, Renaud Van Ruymbeke, fue sancionado por el Consejo de la Magistratura porque se reunió fuera de los tribunales con el vicepresidente de una multinacional investigada, para acordar de qué manera anónima le haría llegar documentos incriminatorios para otros directivos y políticos. En Estados Unidos no duraría un día en su cargo un Zar Antidrogas que fuera descubierto enfiestado en la casa del Virgolini local. En la película The Firm, dirigida por Sydney Pollack sobre la novela de John Grisham, un joven abogado descubre que su empleador es el estudio de la mafia. Decide colaborar con el FBI y documenta sobrefacturaciones y otros delitos menores, con los cuales sería posible mandar a sus patrones a la cárcel. Estas son unas líneas del diálogo:

Abogado –¿Qué es más difícil de hallar, el matón o el abogado que esconde su dinero?

Cana –No me cuentes más mierda.

Abogado –¿Querés a la mafia? Andá por sus abogados.

Etica profesional

Este es un país menos pragmático. Las cárceles están llenas de chicos que fuman porro y los defensores de las grandes bandas son considerados prestigiosos académicos de ideas progresistas. Abogados, jueces y profesores locales objetan la “indebida identificación entre el abogado y sus clientes”, cosa que no se desprende de nada de lo publicado aquí en la pequeña nota del domingo pasado que tan imprevisto alboroto causó. Agregan que por esa identificación murió mucha gente, aunque no mencionan ningún caso ni distinguen la dictadura en la que eso pudo ocurrir de la situación actual, ni la defensa de perseguidos políticos de la de imputados por el negocio ilícito más rentable. Ni Virgolini ni Rosconi tienen la admirable desmesura de Marcelo Sancinetti quien, lejos de disimular los casos polémicos que toma como abogado, intenta convertirlos en causas nacionales, con libro garantista incluido. Vale la pena profundizar esa discusión, que tuvo episodios previos cuando el propio Virgolini aceptó la defensa de Alfredo Yabrán y Julio Maier la de Amira Yoma. La ética del abogado no es especial. También en las demás profesiones la tranquilidad de conciencia es contradictoria con la tranquilidad económica. El juramento hipocrático obligaría a un médico de convicciones democráticas a socorrer a Videla si lo viera caído en la calle en una emergencia, pero no a darle un turno para atenderlo la semana siguiente en su consultorio. No es lo mismo escribir en este diario que conducir un programa en el canal de televisión de Daniel Hadad. Si fuera posible evitar las consecuencias políticas o sociales de cualquier decisión, ni Virgolini ni Rosconi hubieran defendido a los serbios, porque ambos fueron el second best de Ilic y los suyos. Su elección inicial fue el estudio que dejó Esteban Righi al asumir como jefe del ministerio público. Ofrecieron pagar un millón de dólares, pero la esposa y el hijo del Procurador se rehusaron, y les temblaban las piernas cuando se lo contaron a Righi. A ciertas alturas de la vida además de ser decente hay que parecerlo.

(Informes y entrevistas, Mercedes González.)

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