EL PAíS • SUBNOTA
Sejenovich cuenta un caso donde la movilización social consiguió frenar un proyecto sin licencia social: el club de golf de Tepoxclán, en México. “Tepoxclán está a 70 kilómetros del Distrito Federal, en un lugar paradisíaco que tiene una montaña llamada Tepoxteco, adorada por los indígenas. Como está tan cerca del DF, surgió el proyecto de hacer un club de golf en el que se iban a invertir 2 mil millones de dólares, con vuelos desde Estados Unidos y empleo para más de mil personas, algo que en un pueblito como ése, de 15 mil habitantes, tenía mucho peso. Todo estaba arreglado: el intendente, la secretaria de Medio Ambiente que era una ecologista, el presidente, todos estaban de acuerdo, pero cuando quisieron comenzar los trabajos la población dijo ‘no’. Era un progreso que la iba a excluir e iba a liquidar el agua, que habría que usar en grandes cantidades para mantener el campo de golf. Los indígenas rechazaron el proyecto y el resto de la población los apoyó. Durante un año impidieron que se hicieran las obras... Tenían el municipio tomado. Aguantaron la presión del ejército, que los rodeó y estuvo a punto de entrar en la ciudad. Finalmente, las autoridades no tuvieron más remedio que dar marcha atrás.”
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