Sáb 29.03.2008

EL PAíS • SUBNOTA  › CINCO EX PRESIDENTES LATINOAMERICANOS SE QUEJARON DE LOS ACTUALES MANDATARIOS “POPULISTAS” DE LA REGIóN

Qué bien que estábamos en los años noventa

La charla de los ex presidentes fue el plato fuerte del encuentro. Hubo elogios al Consenso de Washington. A pesar del apoyo general al “campo argentino”, el uruguayo Luis Alberto Lacalle criticó los cortes de ruta en alusión a la protesta de Gualeguaychú.

› Por María Laura Carpineta
desde Rosario

Fue una reunión de despechados. “Me acuerdo cuando Uruguay era la Suiza de Latinoamérica, ¿cómo se convirtió en lo que es ahora? Me acuerdo cómo el mundo entero celebró la victoria de Vicente Fox en 2000. ¡¿Cómo fue que seis años después el país casi cae en manos en un demagogo que hubiese tirado por la borda todo lo conseguido?! ¡Y Bolivia, que también parecía haber aprendido de los errores del pasado al elegir, ahora lo tiene a Evo, la expresión más acabada de la demagogia y el anacronismo!”. Con la mención de cada país, la cara del escritor y divo del encuentro Mario Vargas Llosa pasaba de un rosa saludable a un morado iracundo. Pero su misión estaba cumplida. El moderador había logrado contagiar una sensación de nostalgia e indignación entre los empresarios, dirigentes políticos y estudiantes que lo escuchaban siempre al borde del aplauso, antes de dar paso al plato central del Seminario Internacional, la conferencia de los ex presidentes.

El renombrado panel estaba integrado por el ex mandatario mexicano Vicente Fox, el boliviano Jorge “Tuto” Quiroga, el uruguayo Luis Alberto Lacalle, el salvadoreño Francisco Flores y el ecuatoriano Osvaldo Hurtado. Todos héroes para ese lugar y esa gente. “Son la mejor cara de esa mala política latinoamericana”, sentenció Vargas Llosa y le entregó el micrófono a uno de los hombres más esperados, Vicente Fox.

El ex mandatario había llegado apenas minutos antes de la conferencia, acompañado de su esposa, la inmutable y coqueta Marta Sahagún. Página/12 intentó hablar con ellos antes de entrar al auditorio pero el ex presidente fue tajante. “Ya van a escuchar mi pensamiento adentro”, aseguró. Pero claro, las luces de las cámaras pudieron más y el buen amigo de George Bush cedió. Habló maravillas del libre comercio y del Nafta que firmó con Estados Unidos y Canadá. “Es lo mejor que le podría haber pasado a México”, señaló, mientras ignoraba las insistentes preguntas de una corresponsal mexicana sobre el creciente número de personas que dejan el país para morirse en la frontera, de hambre, sed o por las balas de la policía y los nacionalistas norteamericanos.

–¿Está de acuerdo con el restablecimiento de las relaciones con Cuba? –preguntó este diario.

–A ver, te voy a decir más bien sobre Cuba... porque el asunto con México tiene un origen muy claro y establecido... eh, hablando de Cuba, veo una renovada esperanza de que las cosas van a cambiar. El pueblo de Cuba está decidido a buscar su libertad.

Como con la isla, Fox se mostró optimista sobre todo. Aventuró que México podría ser la quinta potencia mundial en 2040 y que “la región va a recuperar el tiempo que está perdiendo”. Tanto derroche de optimismo no caló hondo en el público que esperaba una descripción del apocalipsis que está viviendo la región. Por suerte, el resto de la mesa los dejó contentos. Tuto y Flores se dedicaron casi exclusivamente a masacrar al cuco del liberalismo moderno, Hugo Chávez. Los tres apenas mencionaron a sus países o los problemas que están sufriendo. “América latina no fue liberada por un sable venezolano para terminar siendo dominada por una petrochequera chavista”, sentenció el ex presidente y actual líder de la oposición boliviana, después de dedicar casi íntegramente sus 20 minutos a describir la “personalidad” de Chávez.

El análisis de Flores, quien fue elegido por el partido creado por el líder de los escuadrones de la muerte que funcionaron durante los 15 años de guerra civil en El Salvador, fue un poco más atrás en el tiempo. Comparó el burdo y cruel entretenimiento del Coliseo con el elevado espíritu del teatro de los atenienses. “Este es el conflicto que vivimos hoy”, aseguró en un análisis a prueba de historiadores. “Queremos construir una sociedad en base a los dones individuales o un poder que someta a sus ciudadanos”, agregó. Chávez, por supuesto, es el emperador que baja el pulgar sobre los pobres e indefensos esclavos. Pero la historia también alcanzó a Cristina Kirchner y el conflicto con el campo. “Fue este mismo conflicto –continuó el ex presidente salvadoreño– el que vi el martes pasado aquí en Argentina. Como en Atenas, no había líderes visibles, ni grandes terratenientes en la Plaza de Mayo. Sólo individuos.” Hurtado, el enviado de Quito, prefirió presentar sus respetos a Estados Unidos, antes que seguir gastando saliva en Chávez. Fue el único de todo el Seminario que se animó a elogiar el Consenso de Washington, un tema tabú incluso entre la derecha neoliberal. “Hay que profundizar las reformas económicas”, agregó y se ganó su primera y única lluvia de aplausos. Su valentía fue tal que el propio Roger Noriega, el ex hombre del Departamento de Estado para la región, se lo agradeció horas después en su charla.

La nota diferente la dio el ex presidente uruguayo. Lacalle, haciendo gala de su soltura y su estilo irreverente, no dio demasiadas vueltas y dijo lo que había venido a decir. “El derecho a protestar vale tanto como el derecho a circular por las calles y –si me lo permiten– por los puentes internacionales”, señaló y antes que pudiera terminar la frase los aplausos lo callaron. Después de varios intentos por volver a hablar, el ex mandatario blanco cortó en seco la alegría de los liberales argentinos. “Y por eso creo que se comete un error al cortar las rutas. No se puede hacer valer un derecho sobre otro, nunca”, dijo, provocando apenas un aplauso lejano. Todo el auditorio se dio vuelta buscando al traidor, que inmediatamente abandonó su acto de rebelión. Después del momento incómodo, Lacalle pasó a criticar el Mercosur y la política de derechos humanos del presidente Tabaré Vázquez. La paz y el liberalismo volvían a reinar en la sala.

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