EL PAíS • SUBNOTA › AGRUPACIONES DE IZQUIERDA MANIFESTARON CONTRA EL ENCUENTRO
› Por María Laura Carpineta
Desde Rosario
De un lado de la valla, unos 150 policías amontonados en una cuadra y respaldados por otras docenas de agentes provinciales y de la prefectura protegían a los ilustres liberales que miraban desconcertados desde la puerta del lujoso hotel Ros Tower y del edificio de la Fundación Libertad. Del otro lado de la valla, a dos cuadras un policía de tránsito, sin chaleco antibalas vigilaba al “peligroso” grupo de 150 jóvenes del PTS, Partido Humanista, MST, la Federación Juvenil Comunista y la organización Tupac que repudiaba la presencia “de los amigotes de Bush”.
La gran amenaza rosarina –producto sin dudas del populismo, coincidieron más tarde quienes esperaban la llegada de José María Aznar en las puertas del auditorio del Parque España– había osado bloquear el paso y apedrear el micro en el que viajaba el mismísimo Mario Vargas Llosa. “Si hubiesen sabido que Mario estaba arriba, lo hubiesen incendiado”, dijo indignado Otto Guevara, fallido candidato de la derecha en Costa Rica, durante su charla de la tarde.
Los manifestantes no lo incendiaron, pero sí le dejaron en claro que ésa era su ciudad. “Llegamos justo para cortarles el paso y complicarles un poco el día, al menos”, contó a Página/12 un militante del PTS que se sumó a la protesta a último momento. La convocatoria había sido lanzada el miércoles a la noche, después que los partidos de izquierda consiguieran hacer retroceder una cuadra la valla policial y liberar la Plaza del Che, donde ayer se concentraron.
“Lo que más molesta es que nadie avisó que venían”, explicó Carla, de 16 años. Ni ella ni sus tres amigas militan en un partido político, sin embargo, se sumaron a la marcha ni bien salieron del colegio. “Por esto vale la pena salir. Al fin al cabo, parece que la gente sólo se moviliza por cosas como el campo”, dijo Virna, una rubia de rulos de apenas 14 años. “¿No se dan cuenta de que están apoyando a un sector que apoyó a la dictadura? Como los que están ahora ahí adentro”, agregó, señalando el edificio espejado de la Fundación Libertad que recorta el cielo nublado.
Mientras discutían entre ellas sobre si había que estar del lado del gobierno o de ninguno, los discursos empezaron en el centro de la plaza, con un pasacalle de fondo que rezaba: “Fuera de Rosario los cerdos que trajo el chiquero de Libertad”. Mientras en los auditorios del Parque España seguían advirtiendo sobre el populismo, mesianismo y demagogia –las palabras preferidas del encuentro liberal–, en la Plaza del Che las amenazas eran los “fascistas”, “golpistas” y “genocidas” que se amontonaban detrás de la valla. “Nos trajeron a lo peor de la derecha golpista neoliberal”, se quejó Gustavo, uno de los pocos manifestantes que superaban la barrera de los 30.
El vallado que rodeaba al edificio de la Fundación Libertad se extendía a tres cuadras a la redonda para impedir el paso de vehículos, curiosos y de cualquier tipo de movilización de repudio. Frente al edificio de arquitectura posmoderna de la Fundación, hay una plaza muy cuidada, con escudos de las distintas regiones de España. Se llama “Guernica”, como la ciudad vasca que fue bombardeada en la Guerra Civil española. Allí se acercó, como de paseo, un hombre canoso y bien vestido junto a un grupo de adolescentes. Se pararon frente al edificio y de espaldas al escudo de Euskadi que sirvió de fondo. Ante la sorpresa de los agentes de seguridad pertrechados con escopetas, lanzagases y chalecos antibalas, sacaron en un santiamén una cámara de televisión, banderas del País Vasco y un micrófono. Eran los dirigentes de la comunidad vasca en Rosario, que habían cruzado sigilosamente las vallas que detuvieron a los otros manifestantes, caminaron bajo la mirada de más de 150 policías e hicieron, justo frente a sus narices, un acto de repudio al ex presidente José María Aznar.
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