EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
La presidente decidió hace meses que el 25 de mayo no solicitaría un tedéum al arzobispo de Buenos Aires y presidente de la Iglesia argentina, cardenal Jorge Bergoglio. En su lugar pensó en una oración ecuménica, sin mensajes políticos como los que la jerarquía católica se cree con el derecho de asestar cada vez que tiene al alcance a cualquier representante de la soberanía popular. El ex vocero de Bergoglio, Guillermo Marcó, cuya familia posee campos en la zona de conflicto de Entre Ríos, escribió en La Nación una apología de los patrones alzados. Sostuvo que “desde los despachos de la ciudad hemos exportado la locura al interior, hemos enervado su paciencia” e implicó que el gobierno no sabía cómo iniciar el cambio prometido para que la Argentina fuera un país en serio. Marcó expresó sus reservas ante la invocación interreligiosa y dijo que Cristina huía de las homilías críticas de Bergoglio. También se jactó de que durante mucho tiempo, “mientras los medios aplaudían y la sociedad estaba feliz”, sólo la Iglesia Católica “advertía sobre los peligros de algunas tendencias de este gobierno y del anterior”. Es el mismo ex vocero que ante cada homilía del cardenal juraba que no iba dirigida al gobierno. Puro doble discurso eclesial.
Durante la ceremonia en la catedral de Salta, el obispo local, Mario Cargnello, leerá una oración de cinco minutos y otro tanto harán un pastor anglicano, un evangélico pentecostal, un sacerdote ortodoxo y un rabino. No habrá un imán porque según el gobierno provincial la colectividad árabe salteña es cristiana y no practica el Islam. Esto no impide que Cargnello guarde un estilete en el altar: en 2005 atribuyó a la entonces senadora Cristina Fernández la dureza presidencial ante un documento hostil del Episcopado y en 2007 dijo que democracia con corrupción era igual a tiranía.
Esta semana también se difundió una carta dirigida por el director del Colegio Champagnat a los padres de su alumnado, con el título “Soñando con una nueva Argentina”. Según el Hermano Magdaleno las autoridades nacionales “han atizado hogueras de violencia y ejercitado rencores y enfrentamientos”, en un juego peligroso porque avivar odios puede volverse en su contra. Mencionó “la irrupción en la Plaza de Mayo de piquetes vandálicos que desalojaron a pacíficos manifestantes con lluvia de trompadas y de gritos discriminatorios verbalizando un profundo resentimiento; el discurso oficial, mesiánico, teñido de un histérico populismo que enfrenta el agro con la industria; el campo con la ciudad; el centro con la periferia”. Dijo que era “intolerable y violenta la presencia de cierto sindicalismo muy K, tan jurásico como K, que ataca con inusitada violencia, aísla fábricas, supermercados, amedrentando al simple ciudadano y sembrando caos a los cuatro vientos”. También habló de una “patológica y persistente regresión a la década del setenta demonizando arbitrariamente a unos y angelizando hipócritamente a otros, en fino ejercicio de fragmentación de la unidad social”. Magdaleno enumeró “la persistente sospecha y el miedo a los ‘generales mediáticos’ y el profundo desprecio por los generales de carne y hueso, que al fin y al cabo, son soldados de la Patria”. Agregó que en Angola había estudiado el plan marxista que aplica el gobierno argentino para “compartir las riquezas”. El Estado y sus autoridades son “una aspiradora insaciable que abulta bolsillos del poder y de los amigos. Si no hay coherencia, verdad y respeto, la paz será una utopía y la violencia el puñetazo que acompaña nuestra diaria convivencia”.
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