EL PAíS • SUBNOTA › CFK NO ACOMPAÑO A LA COMITIVA EN SUS TERTULIAS, COMO HACIA KIRCHNER
La delegación que viajó a Lima hizo notar su escaso contacto con la Presidenta y, por lo bajo, también deslizó algunas críticas sobre la marcha del Gobierno y su manejo del conflicto con el sector rural.
› Por Fernando Cibeira
Desde Lima
En las salidas del país compartían algunos códigos masculinos que ahora deberán ser reformulados, aunque todavía no queda en claro cómo. La presidenta Cristina Kirchner no acompañó a la comitiva de senadores y diputados que viajó a Lima a largas charlas de trasnoche en el lobby del hotel con algún whisky de por medio, ni salieron a comer juntos en un restaurante de los alrededores, ni se explayaron en los vericuetos de la política nacional. El contacto entre Presidenta y comitiva fue más escaso que mucho, algo que los acompañantes hicieron notar en medio de algunas críticas –sotto voce– que dejaron caer a propósito de la marcha del Gobierno y del extenuante conflicto con el campo.
La Presidenta no sólo ratificó en su cargo a la mayoría de los ministros que venían de la gestión de Néstor Kirchner. En esta primera cumbre internacional también confirmó a los habituales integrantes de las comitivas kirchneristas aunque en versión reducida. No hubo ministros, salvo el indispensable canciller Jorge Taiana, y sí legisladores: el presidente provisional del Senado, José Pampuro; el jefe del bloque de diputados, Agustín Rossi; el diputado José María Díaz Bancalari y el vicegobernador bonaerense Alberto Balestrini. Díaz Bancalari comenzó a viajar cuando era jefe de bloque, Balestrini cuando presidía la Cámara de Diputados. Luego dejaron esos cargos pero continuaron subiéndose al Tango. Los integrantes de la comitiva suelen participar de algún que otro encuentro bilateral y por lo general andan por ahí, mirando pasar los presidentes que van de un salón a otro. En Lima tuvieron tiempo libre como para conversar de algunas cuestiones entre ellos. En esas charlas deslizaron críticas hacia la gestión de la Presidenta y hablaron de la necesidad de cambios rápidos. “La verdad es que hablamos poco con Cristina y con Néstor. Y es cierto que necesitarían escuchar un poco más, no se puede gobernar entre tres personas y así vamos mal”, sostenía uno de los integrantes de la comitiva que viajó a Lima. Entre las cosas que iban mal mencionaba la imagen del Gobierno, en caída según las encuestas que decían manejar. “La gente esperaba otra dirección de este gobierno, de nuevo el conflicto permanente no sirve. Eso para la gestión de Néstor fue bueno, pero ahora hay que saltar a otra etapa. Ojo, esa nueva etapa es con Kirchner, no sin él. Pero tiene que haber cambios porque si no el año que viene va a ser como el ’87 de Alfonsín o el 2007 de Menem. Después de eso no hay vuelta que darle”, agregaba.
Otro integrante añadía al análisis una propuesta para salir del embrollo. “Habría que ir alcanzando acuerdos con cada sector y luego nombrar nuevos ministros para que lleven adelante esos acuerdos”, sostenía, dándole una vuelta de tuerca al Acuerdo del Bicentenario que planeaba la Casa Rosada y que todo indica que deberá quedar para otra oportunidad.
Lo que ninguno de ellos imaginaba era que todo pudiera seguir como hasta ahora. “No comprender lo que sucede es lo peor que puede pasarnos. Algunos pueden creer que porque la oposición no es fuerte o porque falta mucho para las elecciones todavía hay tiempo para rectificar pero no lo veo así: hay que hacerlo ya”, refunfuñaba uno de los pasajeros del Tango. Todos ellos peronistas históricos, había quien se refería con desdén al acto en la cancha de Almagro. “Cristina hablaba y desde el palco se veía cómo volaban los palos entre un grupo y otro. Yo propuse hacer el acto en un lugar cerrado y que Kirchner diera un discurso con nivel de estadista, planteando políticas de fondo, pero no me dieron bola. Hicieron justo el tipo de acto que la gente ya no quiere ver más”, definía. Con todo, veía que la asunción de Kirchner en el PJ abría una buena posibilidad de generar un ámbito de debate que le sirviera al Gobierno para ampliar las perspectivas.
El Hotel Marriott donde se alojó la comitiva queda en el coqueto distrito de Miraflores, frente a unos acantilados que ofrecen una maravillosa vista del Pacífico que poco pudo disfrutarse durante estos días en los que Lima imitó a Londres, con frío y niebla. Los sillones del lobby del segundo piso no supieron esta vez de largas trasnoches de política, sino más bien para sinceramientos de media mañana, a salvo de oídos inconvenientes.
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