EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
El ex ministro y actual senador formó parte de la delegación argentina que participó recientemente en Brasilia de la reunión de la Unión de Naciones Sudamericanas. En esta nota cuenta la impresión que le causó la nueva camada presidencial de la región.
› Por Daniel Filmus
Lo primero que me llamó la atención al entrar al salón fue la presencia de mujeres en la mesa. No muchas, sólo dos, pero en un ámbito que siempre fue exclusivamente masculino, su participación era una novedad. También me llamó la atención que cuatro de los diez hombres que participaban de la reunión no usaran corbata. Un dato menor, pero inesperado, que me sugirió que algo resquebrajaba la formalidad propia de este tipo de eventos.
Recorriendo con la mirada los rostros de quienes estaban sentados alrededor de la mesa, la heterogeneidad étnica era evidente. También eso rompía con una tradición histórica. Sin lugar a dudas, uno de los participantes provenía de alguno de nuestros pueblos originarios de la región andina. Otros tres mostraban rasgos que denotaban el mestizaje y la integración de las culturas europeas con las nativas. Además, un participante tenía antepasados africanos y otro, rasgos propios de los habitantes de la India. Así se completaba un cuadro que mostraba que la hegemonía absoluta de descendientes de europeos en una reunión de tan alto nivel está declinando.
La misma mirada permitía observar que se trataba de gente relativamente joven para la responsabilidad que desempeñaban. De hecho sólo dos de ellos superaban los 60 años, edad que en otra época hubiera sido la mínima requerida para participar de la reunión.
Varios de los que hablaron hicieron referencia a sus profesiones y trabajos anteriores. Contrariamente a lo que podía esperarse, los abogados no eran mayoría. Uno había sido campesino y contó que desde muy pequeño había trabajado en el campo. Su familia no pocas veces debió pasar hambre porque la producción no alcanzaba para alimentar a todos. Tuvo seis hermanos, pero cuatro enfermaron y murieron antes de los dos años. Otro había sido obrero metalúrgico y atravesó condiciones de vida similares. Dos eran médicos. La pediatra hizo referencia a su profesión para enfatizar la prioridad que merecía la situación de los niños más pobres en el debate que se estaba realizando. Según comentaron allí, el otro, médico oncólogo, a pesar de su nuevo trabajo, seguía atendiendo pacientes al menos una vez por semana. Militares ha habido muchas veces en estas reuniones, de hecho durante algunas décadas resultaban ser mayoría. Sin embargo, el único militar presente había sido marginado en algún momento de las Fuerzas Armadas de su país. Como era de esperarse, había economistas. Pero no parecían ser “Chicago boys”. Uno de ellos se había graduado en una universidad de la antigua Unión Soviética. El otro, de origen humilde, logró estudiar en la universidad gracias a la obtención de una beca por méritos académicos. Su lenguaje “antineoliberal” hubiera asustado a los economistas que solían descollar en este tipo de reuniones. Para agregar heterogeneidad a las profesiones presentes también participaba en la reunión un físico-matemático, que durante largos años fue docente. De cualquier manera y sin lugar a dudas, lo más innovador resultó ser la presencia de quien hasta hace poco tiempo se había desempeñado como obispo.
La mayor parte de los presentes no pertenecían a familias de la aristocracia y sus vidas transcurrieron lejos de los miembros del establishment de sus respectivos países. Sólo dos de ellos provenían de familias cuyos padres habían finalizado los estudios universitarios. Por el contrario, cinco debieron trabajar desde pequeños para contribuir a la economía familiar o solventar sus estudios. En algunos casos debieron vivir la persecución política familiar.
Las experiencias más graves las constituían quien había visto caer en prisión a su padre más de 20 veces y a sus tres hermanos torturados y expulsados del país, quien conoció a su padre a los cinco años porque había sido preso político y quien había sufrido el asesinato del suyo por una dictadura militar.
La mayoría de los presentes en la reunión había estado proscrito, detenido o exiliado por razones políticas. También la mayor parte de ellos había trabajado en movimientos sociales o políticos que tenían como objetivo defender los derechos humanos y las condiciones de vida de los más humildes. Quizá por ello no usaban para dirigirse a sus pares ningún título profesional u honorífico. Ni Excelencia ni Doctor/a. Y no resultaba impostado que muchos utilizaran, en cambio, con complicidad y hasta con orgullo el calificativo de compañero/a.
A esta altura de la descripción es necesario aclarar que me estoy refiriendo a la reunión celebrada recientemente en Brasilia por los doce presidentes de Sudamérica con el objetivo de firmar el acta constitutiva de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).
Algo está cambiando en la región, debemos cuidarlo.
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