Lun 23.09.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

El jefe y el padrino

› Por Raúl Kollmann

Cuando el oficial Gastón Samohano tiró a Ezequiel y sus amigos al Riachuelo, tenía toda la sensación de que el jefe de la Federal, Roberto Giacomino, estaba de su lado. No le faltaban pruebas: en las últimas semanas, Giacomino dijo, por ejemplo, que la Federal tiene las manos atadas, que su fuerza debe tener la facultad de detener –sin orden judicial– a los que atenten contra la moral y las buenas costumbres y que los derechos humanos están sólo para un sector y no para los policías.
Recientemente, el ministro de Justicia y Seguridad, Juan José Alvarez, salió a confrontarlo tibiamente, pero Giacomino fue mantenido en su cargo pese a que hace rato viene haciendo discursos de apología a la mano dura.
Cuando el oficial Gastón Samohano tiró a Ezequiel y sus amigos al Riachuelo estaba seguro de que también tenía al padrino de su lado. El padrino no es otro que Carlos Ruckauf, quien promovió a su ex custodio Roberto Giacomino al cargo de jefe de la Federal. Durante seis años consecutivos, Giacomino fue guardaespaldas de Ruckauf. Al principio, en tiempos en que era vicepresidente de Carlos Menem, pero después, curiosamente, el hombre de la sonrisa llevó a un hombre de la Federal a custodiarlo a la gobernación bonaerense.
Cuando Ruckauf se fugó a la Cancillería, logró colocar a Giacomino al mando de la fuerza azul, algo que no registra antecedentes: nunca un guardaespaldas llegó al máximo cargo. En toda esa trayectoria, el hombre habrá escuchado hasta el cansancio el principio ruckaufista de “meterles bala a los delincuentes”, aunque al Riachuelo no tiraron a un delincuente sino a un pibe trabajador.
Cuando el oficial Gastón Samohano tiró a Ezequiel y a sus amigos al Riachuelo se sentía parte de una fuerza que reclama más poder y que, además, lo ha ido consiguiendo en el último tiempo. Por la crisis de inseguridad en la provincia de Buenos Aires, un comité le dio a la Federal atribuciones para hacer inteligencia en ese distrito y de hecho –por primera vez en la historia– supervisar a la Bonaerense.
Dentro de la fuerza azul se sabe igualmente que lograron desplazar a quien fuera jefe de la Gendarmería, Hugo Miranda, que les estaba haciendo sombra, además de que corrieron a los gendarmes de los trenes y de las custodias a embajadas y ministerios, algo que produce buenos ingresos a la Federal.
Los discursos de mano dura, la injerencia en las leyes que se deben dictar o no dictar, la acumulación de poder de la Federal y ni siquiera el caso de Ezequiel provocaron hasta ahora ninguna reacción seria en el Gobierno. Ahí está Giacomino en su puesto. No faltan quienes dicen que los gobernantes miran hacia la Federal como antes miraban a los militares.
Y ni hablar del padrino, Carlos Ruckauf, de quien Giacomino fue guardaespaldas durante seis años.

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