EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por J. M. Pasquini Durán
Hablando desde su experiencia política, el español Felipe González, en una de sus tantas visitas a Buenos Aires, en rueda de amigos afirmó: “No es cierto que te detiene el fondo del pozo; siempre hay alguien que seguirá cavando”. Hacía alusión a la decadencia argentina que estalló a principios de este siglo. Los sucesos ocurridos entre el sábado y el lunes últimos en diversas ciudades del país, algo así como la convulsión histérica de casi cien insoportables jornadas de conflicto agrario, dieron la impresión de que algún excavador había porque la caída no parecía tener fin. ¿Hasta cuándo, hasta dónde?, se interrogaban los argentinos, damnificados o no por el pleito, azorados porque nadie parecía encontrar la cuota de sentido común para restablecer las cosas a sus debidas dimensiones. Ayer, martes 17, durante una ceremonia oficial con motivo del 53º aniversario del bombardeo antiperonista a Plaza de Mayo, la presidenta Cristina mostró el coraje político necesario para hacerse cargo de la incertidumbre pública y calmarla con una fórmula que ella explicó así: “Los problemas en la democracia se resuelven con más democracia”. En consecuencia, anunció que enviaba al Congreso nacional un proyecto de ley sobre las retenciones móviles, que espantaron al “campo”, en busca de su aprobación. Refiriéndose a su personal trayectoria de militancia en el peronismo, también confesó: “Para saber ganar, primero hay que saber perder”.
La movida del Ejecutivo atempera el malhumor campestre, puesto que la Mesa de Enlace de las entidades rurales había solicitado ese ámbito para el debate. De paso, les quita el falso rol de partido opositor, ya que se trata de corporaciones sectoriales, mientras que exalta al vicepresidente Cobos, de recorrido opacado en este primer semestre, que había solicitado en carta abierta el pase del tema al Congreso, en nombre de los radicales K, lo mismo que hicieron en privado dirigentes del PJ con acceso al matrimonio Kirchner. Al habilitar al Legislativo en asunto de tanta expectativa, la Presidenta otorga a sus miembros, sobre todo a Diputados, el reconocimiento adecuado a su condición de representantes de la ciudadanía y desarma el principal argumento de los partidos de oposición parlamentaria. Como corresponde, además, retira al Ejecutivo como exclusivo frontón del malhumor social y democratiza la polémica al darle una proyección horizontal bien merecida. Debe ser más cómodo, por supuesto, resolver en la mesa chica, sin agotadoras jornadas de interminables negociaciones, como sucede con los trámites parlamentarios, pero la calidad institucional que desvela a la Presidenta es más completa cuando los tres poderes hacen sus deberes.
Al escuchar los rumores de la calle, después del mensaje presidencial, fue palpable la distensión que produjo el anuncio, al abrir una perspectiva distinta de la dinámica cerrada que había entrampado a gobernantes y ruralistas, pero demorará un tiempo para restablecer la confianza y la credibilidad públicas que existían antes del 10 de marzo. Asimismo, a nadie se le puede escapar que detrás de los productores agropecuarios se agazaparon toda clase de enemigos y adversarios del actual Gobierno, algunos muy mal intencionados, que no renunciarán con facilidad al tránsito por el surco abierto desde el campo y harán todo lo posible para mantener abierto el conflicto. Los propios dirigentes de las cuatro entidades, en su habitual encuentro con la prensa, anoche seguían poniendo condiciones para aceptar la decisión del Ejecutivo, con la soberbia actitud del patrón que repasa las actividades del capataz.
Es que la cultura democrática no consiste en el enunciado de los principios republicanos, sino en la capacidad de diálogo y de respeto recíproco que acompaña a las propias convicciones con la convivencia social. En estos días, se puso en evidencia que el rápido juicio acerca de la superación de las antinomias ideológicas de la segunda mitad del siglo pasado estaba injustificado por completo, ya que el antiperonismo ideológico, aun el más cerril, moteado por el racismo social, resurgió con la misma fuerza que tenía entre los que, hace 53 años, justificaron aquel bombardeo a Plaza de Mayo, cuyo objetivo era destruir la Casa Rosada con Perón adentro. Los que pedían la cabeza de la Presidenta al son de las cacerolas, bajo el lema “Basta Cristina”, cancelando por la voluntad de una minoría la elección libre y mayoritaria de hace menos de un año, eran directos herederos culturales de los que pintaban “Viva el cáncer”, mientras Eva Perón agonizaba. Los que suponen que a los actos oficiales sólo asiste una audiencia regimentada a fuerza de viáticos y otras prebendas menores, reconstruyen una consigna muy voceada entre los partidarios de la “revolución libertadora”: “No venimos por decreto y pagamos el boleto”, un fraseo que ubicaba a los más humildes, base social del peronismo, como incapaces de tener voluntad propia.
Por su lado, la presidenta Cristina recordó ayer que en la militancia de los ’70 la democracia era una abstracción lábil, evanescente, desdeñada bajo el impulso de ideas revolucionarias, propias de aquellos tiempos. Fue muy alto el precio, en vidas y sufrimientos, que la historia deparó a esas ilusiones antes de restablecer la verdadera dimensión de la democracia, no sólo como un lugar de tránsito sino como una estación terminal, desde la cual la realidad puede y debe ser transformada a favor de las grandes mayorías. Esta comprensión es un proceso en trámite, puesta en duda cada vez que, en nombre de legítima mayoría, se desestima la consideración del pensamiento minoritario. “El que gana, gobierna”, es cierto, pero la misma Constitución otorga los derechos a disentir y a protestar, sin la prepotencia de los que se convierten por la fuerza en vigilantes del tránsito por rutas y calles.
Para los que sepan aprovechar las lecciones de la realidad no fue un conflicto vano, fruto de la pura obstinación, sino una etapa en la construcción de una democracia, y si la sociedad aprovecha la experiencia, al final todos serán mejores ciudadanos. Ha sido tan fuerte la influencia de los sucesos de los tres meses pasados que provocaron, inclusive, la primera rueda de prensa concedida por el ex presidente Kirchner, que respondió a siete preguntas después de pronunciar su invitación al acto de hoy en Plaza de Mayo. El flamante titular del PJ, en su peculiar estilo, abordó la realidad, sin esquivar ninguna arista, incluso las referencias al “doble comando” en la Presidencia, que desmintió, por supuesto. Sin embargo, lo que ayer volvió a ser visible para todos, en especial porque las dos apariciones públicas fueron sucesivas, es que la visión del matrimonio, después de 33 años de convivencia, es compartida y sólida, aunque cada cual a su manera. Con todos los matices, de lo que apenas se da cuenta en las primeras impresiones, fue buena la jornada de ayer para muchos y quedó una recomendación en el aire: hay que volver al futuro, que allí están todas las respuestas a las preguntas que se atoran en las gargantas de los argentinos.
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