Dom 22.06.2008

EL PAíS • SUBNOTA

Perfiles

› Por Horacio Verbitsky

Los ex ministros de la Argentina y del Brasil Aldo Ferrer y Luis Bresser Pereira aportaron enfoques originales y coincidentes al debate. Ferrer sostuvo en un artículo en el diario BAE que más importante que las consecuencias distributivas de las retenciones son sus efectos sobre la estructura productiva. Sin las retenciones los precios relativos internacionales se transferirían al mercado interno y “el campo sería un apéndice del mercado mundial en vez de un sector fundamental de la economía nacional. Como toda la cadena agro industrial genera sólo el 40 por ciento del empleo total”, en un país subpoblado como la Argentina, “sobraría más de la mitad de la población”. Sólo los tipos de cambio diferenciales (por ejemplo, vía retenciones) confieren competitividad a la industria para que pueda exportar. “Es decir, la estructura productiva la debemos decidir los argentinos para construir una economía desarrollada con pleno empleo y despliegue del potencial productivo de todos sus sectores y regiones”. Bresser Pereira, quien fue ministro de José Sarney y Fernando Henrique Cardoso, sostuvo en su columna en el diario Folha, de San Pablo, que el gobierno argentino enfrenta “una batalla decisiva, no solamente para su propio desarrollo económico, sino para el de todos los países latinoamericanos que todavía no comprendieron que la enfermedad holandesa no neutralizada es el mayor obstáculo económico que enfrentan”. La “enfermedad holandesa” es el nombre técnico de la revaluación súbita de la moneda nacional. Cuando se descubrió gas en el Mar del Norte el enorme ingreso de divisas por su exportación apreció el florín. Ese nuevo tipo de cambio sólo permitió la exportación de hidrocarburos y el resto de la producción holandesa dejó de ser competitiva. Al impedir con las retenciones la sobrevaluación del peso, dice Bresser Pereira, el gobierno argentino garantiza la rentabilidad de los agricultores pero también la demanda agregada para las inversiones en bienes transables internacionalmente, lo cual explica el crecimiento de la economía. “Los agricultores argentinos, víctimas de una ilusión, rechazan el aumento de las retenciones para la soja al 44 por ciento pensando que ellos la pagan. No es así”. Sin esas retenciones el mercado “provocaría la apreciación del tipo de cambio en la exacta proporción de la retención que se disminuyera, y el agricultor no ganaría nada: sus resultados serían los mismos que con las retenciones”. Pero en tal caso “perdería toda la economía argentina, que volvería a crecer a tasas modestas y quedaría sujeta a crisis de balance de pagos”. Su conclusión es que “si el gobierno de Cristina Kirchner gana esta batalla, no sólo estará defendiendo el interés nacional de la Argentina. También abrirá un camino para que los países latinoamericanos y africanos comiencen a reconocer en forma racional y a neutralizar esa terrible falla del mercado que es la enfermedad holandesa”, cuyas consecuencias para la Argentina y Brasil serían “un proceso gradual de desindustrialización”.

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