EL PAíS • SUBNOTA › CRONOLOGíA DE UNA SERIE DE CRíMENES QUE TIENEN EL SELLO DE LA VENDETTA
Son asesinatos que tienen el sello del crimen organizado. Involucran a narcos, a cajeros sindicales o a internas policiales, pero también a denunciantes de maniobras y delitos. Por lo general, no son esclarecidos.
Los crímenes mafiosos pretenden ser ejemplificadores. Constituyen “un mensaje” para atemorizar a los propios miembros de la mafia, a eventuales competidores o a los delatores. En los últimos años las páginas de los diarios han investigado y retratado varios asesinatos entre clanes narcos (peruanos y colombianos), en los sindicatos (los contadores siempre a la cabeza) o dentro de la policía. El crimen organizado tiene sus reglas, el código de silencio conocido como “omertá”, y también sus ambiciones monopólicas. Estos son sólo algunos casos, ocurridos en los últimos cinco años y bajo el sello de la mafia.
- Hace tan solo tres semanas, un tiroteo en el shopping Unicenter de Martínez evidenció la presencia del cartel de Medellín en Buenos Aires. Los muertos fueron dos (Jorge Alexander Quintero Gartner y Héctor Duque) y el mensaje era para el capo paramilitar Carlos María Jiménez, alias “Macaco”, que disputa con territorio con otro narco colombiano: Diego Murillo, extraditado a Estados Unidos. El sicario mató a los dos colombianos en el estacionamiento del shopping, a cara descubierta, y se fue caminando hasta subirse a la moto de un cómplice que lo esperaba para huir. Sólo hubo un sobreviviente que se negó a declarar ante la Justicia.
- Con tan sólo 58 días de diferencia, el fines del año pasado, dos asesinatos por encargo sacudieron a los sindicatos. Y sobre todo a las cajas de los gremios. El primero en caer fue Eduardo Miguel Orellana, protesorero de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (Uolra) y titular de la delegación La Matanza de ese gremio. Apareció primero de octubre en su camioneta 4x4 con tres balazos calibre 38 en su cuerpo. No le habían robado nada. El 27 de noviembre fue el turno de Abel Beroiz, tesorero de la Federación Nacional de Camioneros de la República Argentina y titular del gremio en Santa Fe. También fue asesinado de tres balazos, complementados con cinco puñaladas. El hecho ocurrió el 27 de noviembre en un estacionamiento de Rosario: tampoco le robaron.
- Otro caso de sello mafioso fue el de los tres policías asesinados en La Plata, mientras hacían guardia en un destacamento en las afueras de la ciudad. Dos fueron sorprendidos en la madrugada de 19 de octubre del año pasado, mientras cenaban pan, fiambre y gaseosa. Eran los oficiales Ricardo Torres Barbosa y Alejandro Vatalaro. Murieron con el uniforme puesto y un tiro en el cuerpo de cada uno. Después vino la carnicería: Uno de ellos tenía 14 cuchillazos y su compañero 17. El tercero era el sargento Pedro Díaz que estaba en otro cuarto, escuchó los balazos e intentó huir pero le dispararon todo un cargador. Cayó en el matorral, con cuatro tiros y un par de puntadas de cuchillo. No había alcanzado a vestirse, lo encontraron con un pijama y una camiseta. Hasta hoy se desconocen el móvil y los autores del crimen.
- Marcelo Valdi no sólo había violado el código omertá, se había profesionalizado en eso. Era un informante, un soplón de los fiscales de Lomas de Zamora. El 5 de septiembre de 2004, mientras caminaba hacia almacén de su barrio alguien le susurró en la oreja: “Metiste la nariz donde no debías. Ahora vas a saber cómo huele la carne quemada”. Acto seguido, dos sujetos lo rociaron con nafta y lo prendieron fuego. Terminó con el 75 por ciento de su cuerpo quemado y murió a la semana siguiente. Valdi había ayudado a esclarecer varios delitos, entre ellos, a una mafia policial que cobraba coimas en los supermercados.
- El caso del cardiólogo José Martínez Martínez que había investigado a un colega suyo envuelto en una red mafiosa en el Hospital Tornú y acusado de diversos delitos, entre ellos el de haber violado a una enfermera, vender bebés y robar las llaves de las casas de otros médicos que luego eran saqueadas por sus cómplices. El cardiólogo fue hallado el 27 de mayo de 2003 en su consultorio de Barrio Norte con cuatro balazos en el cuerpo. Con el tiempo, otros médicos se animarían a contar que habían sido amenazados por el homicida de Martínez Martínez, que lo mató porque fue el único que se animó a denunciarlo ante las autoridades.
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