EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Nora Veiras
“Tito lo conoce a Mauricio de su época en Boca. Cuando Riquelme le hizo el Topo Gigio para que escuchara cómo lo puteaba la hinchada porque no le daba el aumento, no se lo dio.”
–Una cosa es manejar Boca y a Riquelme y otra el sistema educativo de la ciudad.
–Está bien, pero Mauricio ya dijo que no hay plata.
–En una negociación se buscan alternativas: en la Legislatura se habla de la reasignación de partidas presupuestarias...
–Sería inédito que la Legislatura fijara la política salarial y, sobre todo, para un solo sector.
El funcionario de confianza del jefe de Gobierno porteño se refiere a Francisco “Tito” Nenna, el secretario general de la UTE-Ctera y opositor histórico de Macri en el club xeneize.
La anécdota sirve para despejar las dos variables que parecen determinar la relación entre el macrismo y los gremios docentes: demostrar quién tiene el poder y ubicar a los sindicatos como expresiones de la oposición más allá del “merecido” aumento que no es.
Macri les repitió ayer cara a cara a los delegados de los diecisiete gremios docentes porteños que no hay presupuesto para más aumentos. Lo mismo habían dicho desde la vicejefa de Gobierno, Gabriela Michetti, hasta el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, pasando por el ministro de Educación, Mariano Narodowski. ¿Por qué se expuso entonces él? Una explicación es que dicen manejar encuestas que muestran que “los vecinos” están cansados de los paros. Además, argumentan, “la mitad del sistema educativo en la ciudad es privado y ahí la huelga no existe”. Ergo, la clientela PRO no se ve afectada, aunque en promedio las medidas de fuerza se hagan sentir con un acatamiento que ronda el 70 por ciento – reconocen– en los establecimientos públicos.
La puja de fuerza está planteada y el macrismo está jugando al desgaste de la prolongación del conflicto. Despotrican contra la paritaria nacional que enmarca las negociaciones salariales en cada jurisdicción pero que, a la luz de los conflictos a lo largo del año, no logró conjurar las protestas. En rigor, el 24 por ciento de aumento que otorgó la Ciudad de Buenos Aires para los docentes en marzo se ajusta al porcentaje que acordó la Nación como piso para el país. Este año, la escalada de precios activó nuevos reclamos y obligó a reabrir las mesas salariales. Al tope de los logros se ubicó la provincia de Buenos Aires. “Claro, en Capital quedaron 24 a 40”, sintetiza un hombre PRO que apela al porcentaje que obtuvieron los bonaerenses, para atizar otro de los atenuantes con que se autojustifican: la interna gremial.
El argumento apareció de soslayo en la rueda de prensa con la que el gobierno porteño informó sobre el fracaso del encuentro con los gremios: la UTE tiene elecciones a fin de mes y eso potencia la confrontación. “¿Cómo puede ser que la Presidenta haya acordado con (Hugo) Moyano y no pueda disciplinar a la Ctera, que se supone que está con ellos?”, razona otro colaborador del jefe PRO. El parangón se desarma al confrontar con el histórico derrotero del gremio docente que por más coincidencias de proyecto político que haya no ha resignado las huelgas. El caso de la provincia de Buenos Aires es el ejemplo de esa tensión.
Las desconfianzas se potencian en la comuna. La conducción de la UTE fue activa militante de la candidatura kirchnerista de Daniel Filmus contra Macri, pero la ineficiencia de la gestión PRO acentuó los desencuentros. El 2 de enero Macri anunció la intervención de la obra social de los empleados municipales porteños y aseguró que los docentes obtendrían la reclamada libre opción. Pasaron diez meses y todavía sigue en el terreno de las promesas. La garantía para que el segundo cargo que cumpla un maestro porteño duplique el sueldo y no sea sólo un porcentual es otro de los temas pendientes que no ha encontrado solución. Los errores en la aplicación de la política de becas estudiantiles –admitido por Michetti– atizaron también el malestar.
“No hay plata”, repiten a coro los adláteres de Macri y vuelven al ídolo de Boca que no obtuvo el aumento. Lejos del conflicto docente, los fanáticos refutan también ese argumento: “En el 2001 cuando Riquelme hizo el Topo Gigio después del golazo a River, es cierto que Macri no le daba lo que quería, pero al poco tiempo tuvo que aflojar para cotizarlo mejor y después venderlo al Barcelona. El tipo siempre decía ‘no’, pero después tenía que negociar porque el contexto lo obligaba”.
A pesar de la intransigencia de discurso, los hombres PRO admiten que no saben cómo va a seguir el conflicto. Faltan todavía dos meses para el fin del ciclo lectivo y ya se jugaron todas las cartas. El desgranamiento de la medida de fuerza es el único pronóstico que los alivia.
Los gremios agudizan el ingenio para seguir la pelea en el terreno político. Prefieren soslayar a Riquelme. Saben que no aparecerá un Barcelona que les permita cotizarse. Confían sí en que con apoyo social y de la Legislatura se logre abrir una negociación. El horizonte 2009 aparece todavía más difuso: la crisis internacional, la supuesta caída de la recaudación y el año electoral son ingredientes que sólo alimentan las luces de alerta.
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