Mar 07.04.2009

EL PAíS • SUBNOTA  › EL INFORME DEL PERITO ITALIANO MOSTRó QUE MASSERA ES IMPUTABLE

Manipulador in fraganti

El médico italiano Piero Rocchini aseguró, luego de entrevistarse y estudiar el comportamiento del ex almirante, que está en condiciones de ser juzgado. El perito comprobó síntomas ficticios en las actitudes del represor para evitar el proceso judicial.

El 4 de febrero pasado, Página/12 anticipó el contenido del informe médico realizado por el perito italiano Piero Rocchini, que señalaba que el ex almirante Emilio Eduardo Massera estaba en condiciones de ser juzgado y que los síntomas que presentaba eran ficticios. Las conclusiones del estudio indicaron que “Massera, quien experimenta una moderada declinación psíquica, causada por una inicial demencia vascular, con acentuación de las manifestaciones sintomatológicas a causa de una concomitante perturbación ficticia con síntomas psíquicos, o de un cuadro de simulación, debe ser considerado plenamente en condiciones de ser sometido a juicio, pese a posibles intentos manipulatorios, más o menos conscientes, actuados por medio de exageraciones, incluso espectaculares, de síntomas psíquicos ficticios”.

Según describió en aquella nota Horacio Verbitsky, durante el examen clínico Massera se puso de pie con ayuda del perito y de la enfermera, pero luego caminó sin colaboración de un extremo a otro de la habitación, regresó al primer lugar y se sentó. Arrastraba ligeramente el pie derecho. Durante el examen neurológico mostró buena comprensión de las órdenes, buena conservación del esquema corporal y pasó sin dificultad todas las pruebas, como llevarse el dedo a la nariz, mantener los brazos extendidos, cerrar los ojos, cerrar la mano, succionar, con fuerza y tono muscular normales para un hombre de 83 años.

La simulación se hizo evidente en el análisis psíquico, realizado mediante un intérprete. Massera estaba lúcido y consciente pero se declaró desorientado en el tiempo y el espacio, con lagunas de memoria sobre personas y situaciones, “más marcadas en el largo plazo que en el corto, al contrario de lo que se encuentra aun en las más avanzadas demencias”. Ante preguntas banales, ya fuera sobre hechos recientes o antiguos, su respuesta más común fue “no recuerdo”. Cuando suministró datos incorrectos sobre los miembros de su familia, luego los rectificó. Cuando le preguntaron sobre el juicio en Italia se mostró sorprendido, pero en tono irónico agregó: “Me viene a ver tanta gente”, en referencia a los distintos peritajes a los que fue sometido. Habló siempre con voz calma y muy conectado con el interlocutor. “Se expresó en forma fluida, con frases bien construidas, nexos lógicos casi siempre bien conservados y lenguaje pertinente”. Pese a sus declaradas lagunas de memoria “la ideación fue normal, en forma, contenido y velocidad”. Dados los repetidos “no sé” de sus respuestas, el perito no pudo profundizar su capacidad de crítica y análisis de la realidad, aunque “a menudo respondió con buen sentido de la ironía, comentando con propiedad y lógica, por ejemplo, un proverbio. En ningún momento aparecieron elementos que pudieran indicar la presencia de desórdenes psico-sensoriales. La voluntad aparece discretamente conservada”.

La simulación se comprobó en forma que el perito considera irrefutable con el test de capacidad visomotora de Bender. Según su propio creador, es imposible con esta prueba simular un daño orgánico. “El simulador tiende a distorsionar la reproducción de las figuras propuestas según su propia interpretación errónea de la enfermedad.” Si el test se repite unos días después, el sujeto no recuerda los errores que cometió la primera vez e incurrirá en otros distintos. Esto es lo que ocurrió con Massera, pese a que sólo medió un par de horas entre su primera y su segunda respuesta al test. La repetición del mismo error sugiere una lesión orgánica, su ausencia la descarta. “Errores marcados en una prueba estuvieron ausentes en la otra, y viceversa. Por ejemplo, la figura 4 fue bien seguida en un caso y tan mal como para que fuera difícil reconocerla, en el otro; en una muestra el sujeto se mostró incapaz de hacer que las líneas de la figura 6 se cruzaran, pero en la otra la gestalt se mantuvo en forma correcta.” Según el perito, Bruhn y Reed demostraron que este test es infalible para descubrir la simulación, “sin posibilidad de error”. Massera también tuvo un desempeño muy superior al de la prueba realizada en marzo de 2008 en el test MMS (mini mental score).

Según Rocchini, la actuación de Massera “responde a una estrategia interna de comportamiento, desconocida pero no por ello exenta de raciocinio, y en tal sentido no carente de una comprensión cognitiva del contexto jurídico relacional. La misma capacidad de representación voluntaria y deliberada de la enfermedad, con el propósito de obtener posibles beneficios, demuestra, más allá de cualquier duda razonable, la suficiente integridad de su funcionamiento cerebral y mental, para participar en forma consciente del proceso. Por otra parte, el esfuerzo deliberado de Emilio Eduardo Massera de construirse la coartada de una enfermedad mental mucho más grave de lo que realmente presenta lo pone en condiciones de mantener esa representación, lo cual podría comprometer su participación activa en el juicio, si bien esto no se debería a una patología mental de interés médico legal, sino única y exclusivamente a causas dependientes de su voluntad. Aunque persistiera en esa actitud, es capaz de entender y de desear, a los fines de su aptitud procesal”. La principal dificultad consignada por el perito italiano fue que Massera no controla sus esfínteres, pero ése no es un obstáculo insalvable para el desarrollo del juicio.

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