Vie 17.04.2009

EL PAíS • SUBNOTA

Trinitenses

- Lujos. El Hotel Regency Hyatt, donde a partir de hoy se desarrollará la cumbre, se encuentra en el puerto mismo de Puerto España. A unos 500 metros están anclados el “Caribbean Princess” y el “Carnival Victoria”, los dos cruceros alquilados para la ocasión. Los foros de la sociedad civil y del sector privado se desarrollaron ayer en el “Caribbean”, en salones que por la noche se iluminan al mejor estilo Las Vegas. Vale aclarar que los precios de los cruceros son acordes con los de una embarcación de lujo (por ejemplo, el servicio de Internet cuesta 0,25 de dólar por minuto). Verdaderos edificios flotantes, tienen once pisos, nueve ascensores, varios restaurantes, casinos, shoppings y los consabidos bares con pianistas. En los alrededores, un importante dispositivo de seguridad impide que se acerque cualquiera que no tenga la acreditación correspondiente.

- Maracas. Trinidad se promociona turísticamente como uno de los lugares menos explorados del Caribe. Una de sus playas más famosas se encuentra a 40 kilómetros de la capital, con un nombre llamativo para los visitantes argentinos: Maracas Beach. Según el folleto de promoción, allí la tibieza de la arena y el rumor del mar permiten sentir “ondas de relajación” por todo el cuerpo. En la delegación oficial había quienes se inclinaban por hacerle una visita al seguramente movido balneario, mientras que otros preferían dejar Maracas para otra oportunidad. Había trabajo por delante.

- Toneladas. Uno de los participantes del foro empresarial de ayer –denominado Encuentro Hemisférico del Sector Privado– fue el ex canciller Rafael Bielsa, quien habló para promocionar el proyecto de construcción de corredor bioceánico que planea unir la Argentina y Chile a través de la cordillera. “De concretarse, el eje Mercosur-Chile podría pasar de transportar 5 millones a 75 millones de toneladas de mercaderías”, sostuvo el ex canciller, quien es asesor especial de la Corporación América, el grupo empresarial que ideó la iniciativa.

- Plantón. Como era de esperar, la tumultuosa llegada de delegados y periodistas desbordó la capacidad de la organización de la cumbre. Si uno no tenía la suerte de contar con una acreditación esperándolo –pese a haber enviado formularios y recibido las confirmaciones correspondientes—, no quedaba otra que resignarse a un plantón de entre tres y cuatro horas en una oficina improvisada en una central de bomberos. Por cierto, los trinitenses compensaban las fallas de la organización con amabilidad y disposición a toda prueba.

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