El alerta lo lanzó el embajador brasileño en Washington, Antonio Patriota, futuro secretario general del Palacio Itamaraty. En una entrevista al diario O Estado, de San Pablo, aseguró que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, viajaría en breve a América del Sur en periplo que incluiría, en principio, sólo Brasil y Chile. “No hay nada confirmado”, sostenían ayer en la Cancillería argentina, en donde consideraban ese viaje poco probable.

Patriota hizo algo que no es usual en el mundillo diplomático, donde no se suelen hacer anuncios de nada que no esté confirmado. Pero el fin de semana adelantó un posible viaje de Obama al que le puso algunas condiciones previas: que la crisis en Honduras estuviera resuelta y que el Congreso norteamericano ya hubiera aprobado la designación de Thomas Shannon como embajador en Brasilia y de Arturo Valenzuela como secretario adjunto de Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado. Hay senadores conservadores que simpatizan con el golpista hondureño Roberto Micheletti y no le quieren dar el OK hasta discutir con Shannon y Valenzuela la postura que pondrán en práctica.

Siempre según la versión del diplomático brasileño, si estos dos nombramientos finalmente tienen luz verde, entonces viajaría de inmediato a la región el subsecretario de Asuntos Políticos del Departamento de Estados, Bill Burns, como avanzada de otro viaje que realizaría la propia Hillary Clinton. Y todo eso como prólogo al desembarco de Obama que sería antes de fin de año o en los primeros meses de 2010. Patriota aseguró que la intención del jefe de la Casa Blanca era viajar a Chile para saludar a Michelle Bachelet antes de deje la presidencia, el 11 de marzo de 2010.

Recientemente, Obama puso de relieve la relación con Brasil y Chile. “Washington ha logrado un tipo de cooperación con Santiago y Brasilia que es el modelo que desearía aplicar al resto de la región”, sostuvo.

De concretarse, la novedad resultaría amarga para la Casa Rosada, que aún no pudo armar un encuentro bilateral entre Cristina Kirchner y Obama, como sí lo han hecho Luiz Inácio Lula da Silva, el colombiano Alvaro Uribe y la propia Bachelet. Hasta ahora, la Presidenta y Obama intercambiaron llamados, cartas y algunos diálogos en las cumbres que han compartido. Por ejemplo, el mes pasado estuvieron en la misma mesa en el almuerzo que ofreció el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, en la apertura de la Asamblea General, en Nueva York, donde cambiaron opiniones sobre la situación en Honduras. Un par de días después volvieron a cruzarse en la Cumbre del G-20, en Pittsburgh. Allí, la Presidenta agradeció las gestiones que el norteamericano había hecho para que ese grupo de países –del que forma parte Argentina– se convierta en el principal foro de discusión a nivel mundial en temas económicos.

“Algunos puntos subimos”, respondían en el Palacio San Martín a propósito de la ubicación argentina en el escenario mundial. La consideración era que si Obama decidía emprender un viaje semejante sería muy extraño que no hiciera una escala en Buenos Aires. Pero la duda era por la rapidez con la que se concretaría la posible visita cuando, por lo general, esas cuestiones se resuelven de un año para el otro y no de un mes al otro. Por eso por ahora hay más puntos oscuros que claros sobre la cuestión. En la Casa Rosada aseguraban no sentirse preocupados por un posible viaje de Obama.