EL PAíS • SUBNOTA › MACRI MINIMIZA LAS CRíTICAS
› Por Santiago Rodríguez
“No podía decir otra cosa distinta a la que dijo”, reflexionaban ayer los principales funcionarios porteños ante los reproches públicos y privados que Jorge Bergoglio le hizo a Mauricio Macri por su decisión de avalar el matrimonio gay. Un poco por eso y otro poco por las últimas encuestas que llegaron a sus manos y que ratifican que la amplia mayoría de los porteños apoya el casamiento entre homosexuales, el jefe de Gobierno relativizó el impacto de la furia del cardenal sobre sus aspiraciones presidenciales. Su reunión con Bergoglio tuvo, de todos modos, el propósito de recomponer la relación, algo que Macri deberá hacer también dentro de su propio espacio con aquellos que critican lo que hizo.
Al salir del encuentro que mantuvieron en la curia porteña, Macri admitió que Bergoglio le había expresado que “no estaba de acuerdo con que no haya apelado” el fallo que habilitó el matrimonio entre dos hombres. A favor de su decisión argumentó que “buscamos priorizar las libertades”. El enojo del cardenal se hizo visible después, en el comunicado del Arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires en el que le recriminó a Macri haber “faltado gravemente” a su deber de gobernante y custodio de la ley. “Las declaraciones de uno y otro reproducen lo que se dijeron en privado”, contó a Página/12 un estrecho colaborador del jefe de Gobierno.
Fue el propio Macri quien, a su regreso de Europa, tomó la iniciativa y pidió ver a Bergoglio. Al llegar del viaje se encontró con que el cardenal decía que la suya “es una decisión que sorprende” y “constituye un signo de grave ligereza”. Cerca del jefe de Gobierno explicaron que “la idea era recomponer la relación; dar una vuelta de página a este capítulo”.
El tiempo dirá si Macri logró su cometido, pero Bergoglio no lo recibió de la mejor manera. “Está caliente como una pipa por el daño que le provocamos en Roma. Quiere ser papa y que hayan habilitado el matrimonio gay en su propia diócesis complica sus planes”, relató un macrista.
En los pasillos de la Jefatura de Gobierno cuentan que Bergoglio, de estrecha relación con macristas destacados como Gabriela Michetti y Santiago de Estrada, envió la semana pasada emisarios para decirle a Macri que hará “todo lo posible para que no sea presidente”. “Las iglesias ya no ganan elecciones”, retrucan los macristas que en la puja interna que desató el aval al casamiento entre homosexuales se encolumnan detrás de su jefe. Y lo respaldan con encuestas: “La última la recibimos hoy (por ayer) y muestra que el 70 por ciento de los porteños está a favor, el 12 por ciento en contra y el 18 no sabe o no contesta.”
Los sondeos también resultaron tranquilizadores para el macrismo en cuanto a las consecuencias de la opción gay de Macri sobre su propia base electoral. Según afirman, “es más fuerte el rechazo entre los votantes de la Coalición Cívica que entre los de PRO”. Habrá que ver si esos datos convencen a los macristas católicos que –encabezados por De Estrada y en contra de la orden de Macri– llegaron a avanzar con la apelación al fallo que habilitó el matrimonio gay y que ayer se alinearon otra vez con Bergoglio.
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