Lun 11.01.2010

EL PAíS • SUBNOTA

Paradojas y dogmatismos en un debate con trasfondo político

Los mercaderes del templo

Por Rodrigo López *

Scalabrini Ortiz decía: “El Banco Central es un simple rodaje administrativo, pero es, también, la invención más perniciosa para la independencia económica argentina que pudieron concebir los más apresurados del dinero”. La llamada independencia del Banco Central es proclamada por el poder económico como si la estabilidad monetaria fuera un nuevo Dios, el BCRA su Catedral y Redrado el mismísimo Papa. Estos dogmas ideológicos del liberalismo hicieron persignar a la oposición como si los radicales pudieran lavar sus pecados de repetidas fugas de reservas e hiperinflaciones y los peronistas disidentes su obsesión por las megadevaluaciones. El MST no entró porque no es creyente, pero se quedó en la puerta pidiendo la limosna de la visibilidad mediática. Entonces fue cuando Pino Solanas comenzó a profetizar en el más rancio sánscrito liberal la zoncera de la independencia del BCRA amenazando echar al Poder Ejecutivo como si fueran los profanos mercaderes de esta historia.

El BCRA tiene un origen non sancto, como instrumento de la Década Infame. No fue creado por Dios sino por un inglés con nombre alemán, Sir Otto Niemeyer. Prebisch alcanzó a introducir algunas herejías, como el control de cambios. Pero quedó escrito en piedra el objetivo principal: “Defender el valor de la moneda”. Los peronistas disidentes deberían recordar que cada vez que el General fue presidente nacionalizó el BCRA, criticando la identidad “mixta sui géneris” (bancos privados extranjeros en el directorio) para incluir representantes de los bancos públicos, ministerios y trabajadores en el directorio y el objetivo de velar por el pleno empleo y el crecimiento. Hace unos años Mercedes Marcó del Pont propuso la restitución de tal obligación, pero Redrado se opuso. También se opone a una reforma de la Ley de Entidades Financieras y a la creación del Fondo Bicentenario.

La independencia es pedida respecto del Ejecutivo pero no para los mercados ni para la oposición, con quien se arreglan citas y estrategias. Mientras, Redrado quiere pasar por el gran campeón del cuidado de las reservas cuando hace dos años se vienen fugando todos los trimestres al ritmo del 2001 y no ha hecho nada para impedirlo. La responsabilidad política por la suerte de los argentinos la corre el presidente de la Nación, no el del BCRA.

* Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche, UBA.


Basta de dogmatismos

Por Iván Heyn *

El supuesto de la ortodoxia es que a menor intervención del Estado en la economía mejor funciona todo. La ortodoxia desconfía de la democracia y supone gobiernos populistas que en su afán de ganar la aprobación popular gastarán más de lo que recaudan, viéndose tentados a imprimir más papel moneda. Siguiendo ese razonamiento: a mayor papel moneda circulando, mayores precios. Conclusión: el manejo de la moneda como instrumento de política económica queda anulado, y se deja a un conjunto de “técnicos” sin la presión de representar la voluntad popular el manejo de la moneda de acuerdo con los supuestos teóricos de la corriente dominante. Nadie ha logrado demostrar los postulados de la ortodoxia empíricamente, antes bien la realidad se ha empeñado en contradecirlos.

En la Argentina tenemos el extremo de la aplicación esos supuestos a la política monetaria. La convertibilidad fue la expresión acabada por parte de la política de la renuncia a hacer política monetaria activa. Esta caja de conversión permitía que un “BCRA independiente”, basándose en una regla simple –un peso igual a un dólar–, manejara la masa de dinero circulante. Así, Argentina terminó con 13 cuasimonedas y club del trueque en todo el país ya que esta política monetaria impedía las mínimas transacciones que la sociedad necesitaba para subsistir.

Los últimos siete años mostraron que, por el contrario, a mayor intervención del Estado mayor crecimiento económico así como mayor capacidad para garantizar los equilibrios macroeconómicos fundamentales. Este es el momento para rediscutir nuevamente la necesidad de un Banco Central independiente a la luz de las experiencias que fracasaron, como la de nuestro país o la de Ecuador, que directamente renunció a tener moneda, y las experiencias exitosas de desarrollo como China, Corea o Japón con bancas centrales controlados por el Ejecutivo, es decir con manejo de sus monedas en función de sus necesidades de desarrollo. También existen experiencias como la de Estados Unidos, donde la Reserva Federal es independiente pero nadie pudo ver al presidente de la entidad ir contra los requerimientos del Ejecutivo. Lo que no se puede es seguir repitiendo consignas de independencia del BCRA dogmáticamente.

* Economista de Aeda y ex subsecretario de Industria.


Paradojas

Por Emmanuel Agis *

Como economista carece de sentido discutir la legalidad del Fondo del Bicentenario. Lo que sí tiene sentido es analizar los efectos económicos de la medida y, en particular, las consecuencias de la tan mentada “independencia” del Banco Central. El supuesto que yace por detrás de la independencia es que ésa es la única forma de asegurar la preservación del valor de la moneda (baja inflación). Sin embargo, el objetivo resulta de por sí cuestionable: en la década del noventa fue cumplido a ultranza a costa del desmantelamiento del aparato productivo, el estancamiento del salario real y la explosión del desempleo y la pobreza.

Paradoja 1: ¿Qué importa preservar el valor de la moneda si son cada vez menos los individuos que pueden procurarse tenerla en sus bolsillos? Entonces ¿cuál es el problema de fondo con el Fondo? La respuesta no es sencilla. Es sorprendente que voces ortodoxas se manifiesten en contra de honrar las deudas. En realidad, el problema es el siempre temido aumento del gasto público y el déficit fiscal. La liberación de recursos que de otra manera serían destinados al pago de obligaciones financieras permitiría que la política fiscal recuperara los grados de libertad necesarios para contrarrestar los efectos de la crisis internacional. ¿Cuál es entonces el problema con el déficit? Para la ortodoxia, es el conocido efecto crowding-out (reducción de la inversión por aumento de la tasa de interés) y la aceleración de la inflación.

Paradoja 2: El mercado financiero parece no estar muy de acuerdo con esta visión, puesto que el mero anuncio del Fondo del Bicentenario provocó los efectos contrarios. Reducción de la tasa de interés de los títulos públicos y aumento de la demanda de instrumentos de renta fija, fenómeno que se contradice con expectativas de mayor inflación.

La política económica, ya sea fiscal o monetaria, es un instrumento que tiene por objetivo contribuir al crecimiento y al desarrollo de una economía. La independencia, o no, del Banco Central debe estar supeditada a ese objetivo y nunca al revés.

* Economista (FCE-UBA). Investigador del Cenda y miembro de la SID.

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