EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
–No es de Lavagna, es mía –le respondió el presidente como amable despedida. Lo mismo ocurre ahora: es Kirchner (y no Redrado ni Lavagna) quien medita acerca de la modificación de la ley que regula la actividad de la autoridad monetaria. Militante del poder, Martín Redrado fue impuesto antes de asumir de las condiciones a las que debería atenerse en su desempeño. El mito de la autonomía del Central duró hasta el último día de la gestión de su predecesor y sólo resta darle piadosa sepultura también en los textos legales que fijan las reglas del juego. La reforma de la Carta Orgánica del BCRA es imprescindible para lidiar con el FMI en condiciones menos desiguales y sólo la emancipación del organismo multilateral dejará de contraponer la defensa del valor de la moneda a las necesidades más elementales de la política económica. Se trata de círculos viciosos superpuestos y es imposible romper uno sin afectar el otro. Lo saben tanto Kirchner como Lavagna, quienes difieren en el cómo y el cuándo y, sólo tal vez, también en el para qué. Sólo a ese criterio de oportunidad se refirió Redrado cuando dijo que no era preciso ningún retoque a la Carta Orgánica. ‘Por ahora’, le faltó decir, como hacía su riojano introductor en el mercado político cuando no quería mostrar el juego antes de tiempo.” (“El rescate”, Página/12, 5 de diciembre de 2004).
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